En octubre de 1982 miles de personas recorrieron durante horas las calles de San Juan. Algunos cantaban bomba y tocaban percusión acompañando un ataúd cubierto por la bandera de Puerto Rico, que era cargado a hombros por el Sonero Mayor, Ismael 'Maelo' Rivera, quien llevaba tres noches sin dormir. Se dirigían al cementerio para que el difunto recibiese las últimas bendiciones del mismo cardenal que pidió presidir la ceremonia. Pero antes de que a Rafael Cortijo la tierra le diese paz, los que le sobrevivían le despidieron cantando La Borinqueña, el himno nacional de su país, con el puño en alto.
Cinco años más tarde, en 1987, otra vez un río de gente llenó las calles de Santurce. Cantaban, bailaban y lloraban mientras seguían a otro féretro, este también cubierto por una bandera de listones horizontales blancos y rojos con una estrella blanca sobre un triángulo azul, igual a la que portaban muchos de sus deudos en el traslado y que servía de motivo para las ofrendas florales. Ahora le tocó el turno a Ismael Rivera que murió abrazado a su madre. Al igual que su compadre Rafael, se fue del mundo rondando los 55 años en condiciones muy modestas, por no decir pobres. Muchos le reconocen como su maestro y confiesan que lo único que querían era poder cantar con ese fraseo tan suyo que cortaba las palabras donde no tocaba y soneaba como si fuera un instrumento más de la orquesta haciendo un solo.
El séquito de Maelo parecía la representación de Las Caras Lindas, la canción que Tiret Curet Alonso escribió para él: "Las caras lindas de mi raza prieta / Tienen de llanto, de pena y dolor / Son las verdades que la vida reta / Pero que llevan dentro mucho amor / Somos la melaza que ríe / La melaza que llora / Somos la melaza que ama".
En 2019 las calles de San Juan volvieron a llenarse de gente y música para otro funeral. En esta ocasión querían enterrar a un gobierno y una forma de hacer política que había llevado a Puerto Rico a la crisis. El detonante fue la difusión de unos chats machistas y homófobos en los que el gobernador Ricardo Roselló y unos colaboradores denigraban e insultaban a otras personas.
En la cabecera de las protestas se veía a Ricky Martín, iLe, Residente o a Bad Bunny. Sí, los cantantes y no hay por qué sorprenderse. En Puerto Rico no son solamente artistas, sino parte misma de su identidad. Son símbolos nacionales vivientes con un papel relevante en un contexto político marcado por el estatuto de Estado Libre Asociado que tiene la isla respecto a EEUU y que, al final, tiene más de asociado que de libre en lo que se refiere a derechos políticos y comerciales. En esas manifestaciones también sonó La Borinqueña, pero iLe no cantó la versión oficial, sino otra de Lola Rodríguez de Tió que dice "¡Despierta Borinqueño que han dado la señal! ¡Despierta de ese sueño que es hora de luchar!".
La música es una de las señas de identidad nacional más fuertes de Puerto Rico, con la diferencia de que no se trata de una identidad excluyente como la de esos nacionalismos que cada vez tienen más asientos en el Parlamento Europeo o que quiere hacer América Grande "again". La identidad boricua no puede ser excluyente por el simple y llano motivo de que es mestiza, una mezcla como la bomba, la salsa, el son o el reguetón que, entrañando tantas músicas y culturas, consiguen hacerse una y sonar sin que ninguna de las partes sobresalga respecto a las otras.
La música es seña de identidad nacional de Puerto Rico, no se trata de una identidad excluyente como la que quiere hacer América Grande again”
Gracias a su música se distinguen los boricuas. Así han conseguido trasmitir ese potente sentimiento que se activa como una forma de energía que recorre el cuerpo cuando suena una descarga de metales, un piano sonero rompiendo los acordes o la percusión. Gracias a ella pueden ser puertorriqueños, aunque no estén en su isla. Lo demuestra la salsa de la Fania, más aún cuando era cantada por Héctor Lavoe y arreglada por un Willie Colón, que no tenía edad para comprar cerveza, pero sí para tocar con los mejores y hacer obras maestras como Calle Luna, Calle Sol.
Es música nuyorican, de puertorriqueños que viven en Nueva York, más concretamente en el Barrio, esa parte de Manhattan que comienza donde Park Avenue se transforma en una vía de tren. Comparten un sentimiento que se hace identidad, como se cuenta en West Side Story cuando una de las protagonistas trata de explicar la forma de ser de los Sharks con una pregunta retórica "¿Les has visto bailar?". Algo que tan bien refleja el arranque del documental "Our Latin Thing" (Nuestra Cosa) cuando un grupo de niños de todos los colores tocan una percusión callejera con un ritmo y una clave envidiable y una parejita se arranca a bailar. Músicos y bailarines tienen la emoción contenida que se traduce en un gesto solemne que de vez en cuando se transforma en una pequeña sonrisa de satisfacción. Porque no se engañen, aunque sea una música tan alegre, para el que baila o toca se trata de una cosa muy seria.
Por eso no resulta extraño que Bud Bunny arranque su nuevo disco con NUEVAYoL para después contarnos de su "baile inolvidable", antes de recordarnos que estamos oyendo música de PR, esa con la que se crió en los barrios y los caseríos. DeBi TiRAR Más FOToS es un disco que reivindica Puerto Rico a través de su historia –literalmente contada en los videos promocionales– su música, su gente y unas costumbres que van desde el "pitorro de coco" hasta el "café con ron" –la favorita de mi pana– interpretada con un conjunto tradicional.
A pesar de ser el disco más local y político de Benito Martínez bate récords de escuchas, lo que muestra la vitalidad y fuerza de una identidad con la que compartimos idioma. Por eso el mundo perrea en nuestra lengua. Puerto Rico es una parte integral y proyección de América Latina, como nos contaron Calle 13 –que rapean con la fuerza de los versadores jíbaros– y se ve cuando El Gran Combo toca en la feria de Cali, Colombia, o en el Festival de El Callao en el Perú como si estuviera tocando en el mismo Ponce, tierra de la Sonora Ponceña.
Ahora que muchos de mis colegas politólogos están descubriendo que lo afectivo importa, les invito a salir de la base de datos y observar cómo opera la política fuera del "modelo". Se encontrarán con casos tan apasionantes como el de esta isla a la que se "quiere con bugalú".
Francisco Sánchez es director de Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Aquí puede leer los artículos que ha publicado en El Independiente.
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