Desde su ascenso a la presidencia de Andalucía, Susana Díaz se ha movido con soltura por el tablero de juego socialista. Sus movimientos estratégicos han ido ligados al sacrificio de algunos de sus peones y a haber avanzado posiciones gracias a caballos ganadores como el propio Pedro Sánchez.

Díaz forjó su poder arropada por la militancia más nutrida de España y al calor de la presidencia de José Antonio Griñán. Había sido concejala, consejera, diputada y senadora a lo largo de su carrera. Pero allí, en la Junta, el revés del escándalo de los ERE la colocó al frente del poder institucional, tras la caída del presidente. No tuvo rival en las primarias andaluzas tras lograr los avales de más de la mitad de la afiliación.

Los líderes territoriales del PSOE la vieron como la sucesora natural de Rubalcaba, que había dado un paso atrás. Ella, no obstante, apoyado a Carme Chacón.

Cuando Susana Díaz creó el sanchismo

Hace dos años podría haber movido su ficha, pero no lo hizo. Dejó que se adelantase Pedro Sánchez . Díaz no quería primarias para elegir al nuevo candidato, pero se cruzó por el camio Madina, rubalcabista a la sazón. La maquinaria andaluza acabó con las aspiraciones del político vasco, quedándose 13.000 votos por detrás. Sánchez era definitivamente el hombre de Díaz, que mantenía su posición

En Andalucía decidió fortalecerse con una jugada no exenta de riesgo: romper con IU y convocar elecciones. Las gana en 2015 pero, desde su minoría, se apoya en Ciudadanos para gobernar. Los alfiles de Podemos están en su contra de aquí en adelante.

Sánchez se va ganando adversarios entre los históricos, el PSM y, desde luego, Andalucía. Es acusado de proyectarse como presidente en lugar de pensar en ganar las elecciones locales. Susana se acerca a los agraviados.

Pero el complicado resultado electoral del 20-D en las primeras generales dejó a Sánchez semiatado de cara a pactar con el ala izquierda de las Cortes. Mientras, decide dilatar la convovatoria del 39 congreso del PSOE

Tras los segundos comicios, Sánchez cambia de color. Ya no es una ficha de Díaz, que no quiere pactar con Podemos. El no es no a Rajoy por parte de Sánchez termina costándole el cargo que ahora disputa a la presidenta andaluza.