Mañana del jueves 24 de octubre. Pedro Sánchez y su jefe de gabinete, Iván Redondo, siguen con atención por televisión la salida del féretro con los restos de Francisco Franco de la basílica del Valle de los Caídos. Juntos en la Moncloa están pendientes de cada detalle e informados al minuto por otros dos hombres de confianza del presidente: Félix Bolaños, secretario general de Presidencia, y Miguel Ángel Oliver, secretario de Estado de Comunicación, ambos en el helicóptero que traslada el ataud. El presidente y su más cercano asesor intercambian miradas de satisfacción.

La imagen, que se retransmite por canales internacionales, certifica el logro de una de las grandes aspiraciones del también candidato socialista: abrirse hueco en los libros de historia. "Hacer algo grande, algo histórico", en sus palabras. Antes de ser presidente del Gobierno, Pedro Sánchez expresó de forma pública y privada ese deseo de pasar a la historia de España.

En una entrevista con El Mundo en noviembre de 2015, cuando lanzó su primera candidatura a las primarias socialistas, Sánchez dejaba claras cuáles habían sido sus intenciones desde 2012, cuando aceptó sustituir a Cristina Narbona como diputada en el Congreso en lo que suponía una vuelta a la política de la que había sido apartado nueve meses antes por la Ejecutiva de Alfredo Pérez Rubalcaba.

«Íbamos hacia Huesca, conducía mi mujer y yo cogí el teléfono. Tenía que responder en un día. Esa noche lo pensamos y le dije a Begoña: 'Si entro, que sea para montarla; si vuelvo, que sea para hacer algo grande'. Ese mismo día decidí prepararme para competir en las primarias», explicó.

El séptimo presidente de la democracia siempre ha ambicionado encontrar su momento histórico como sus antecesores socialistas: Felipe González, artífice de la modernización de España, y José Luis Rodríguez Zapatero, que convirtió en derecho legal aspiraciones sociales como el matrimonio homosexual.

Al contrario que otros presidentes, que dejan para su segundo mandato la proyección internacional, a Sánchez le ha interesado desde el primer día. "Como les suele suceder a los presidentes de Gobierno, en su segunda legislatura los asuntos europeos y los internacionales les interesan más. A mí me apasionan", explica en su libro, Manual de Resistencia.

Esa vocación internacional, provocada por su trayectoria de formación y laboral en Nueva York, Bruselas y Kosovo, ha llevado a Moncloa a ser especialmente atenta con los corresponsales extranjeros para que la exhumación tenga la mayor repercusión exterior posible. Con ese impacto se intenta frenar también el desgaste para la imagen de España que han supuesto los disturbios de Barcelona tras la sentencia del procès.

Quince meses después de llegar a la Moncloa y con el cargo en funciones, Sánchez ha logrado su objetivo. La exhumación de Franco le ha brindado esa imagen excepcional de los familiares del dictador retirando sus restos del Valle de los Caídos. "No seréis conscientes de la transcendencia del momento hasta que lo viváis", advertían con antelación desde el Gobierno.

"Con esta decisión se pone fin a una afrenta moral como es el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público. Se da un paso más en la reconciliación que solo puede descansar en la democracia y la libertad que compartimos. Y nuestra democracia se prestigia a los ojos del mundo, atendiendo a una recomendación respaldada entre otros organismos por Naciones Unidas", aseguró poco después ante los medios de comunicación con tono grandilocuente.

Con esa gravedad, Sánchez consideró su decisión casi como una misión histórica: "La generación de nuestros abuelos se enfrentó en una contienda feroz; la generación de nuestros padres se reconcilió en un acto de concordia. Hoy, rendimos un tributo a todas las generaciones pasadas. Y con el pensamiento puesto en las generaciones futuras, proclamamos que la enseña de la democracia y la convivencia ondeará siempre en nuestra patria", aseguró en su discurso en Moncloa.

En esa comparecencia, Sánchez también ha querido hacer un guiño a la Historia. Por ese motivo, el presidente inició su declaración con la misma fórmula que fue utilizada en el último parte de la Guerra Civil el 1 de abril de 1939.

"En el día de hoy, 24 de octubre de 2019, han concluido las tareas de exhumación y traslado de los restos del dictador Francisco Franco de la basílica del Valle de los Caídos hasta el cementerio de Mingorrubio", ha comenzado su discurso. Sus primeras palabras son las mismas que fueron retransmitidas por Radio Nacional de España el 1 de abril de 1939 en el último parte de la guerra, que comenzaba "en el día de hoy...". "Cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos nacionales. La guerra ha terminado", continuaba el parte, firmado por el mismo Franco.

Ese parte dio paso a 36 años de dictadura hasta la muerte de Franco el 20 de noviembre de 1975, cuando fue enterrado en la basílica del Valle de los Caídos. Más de 80 años después, Sánchez ha celebrado desde el Palacio de la Moncloa la exhumación del dictador como el fin a una "afrenta moral" y un "tributo" a todas las generaciones pasadas. "Nos costó mucho tiempo deshacernos de un régimen opresor. Y casi nos ha llevado el mismo tiempo apartar los restos de su artífice del homenaje público", ha afirmado.

Hora y media después, el líder socialista se trasladó al cementerio madrileño de La Almudena para visitar el monumento a las conocidas como Trece Rosas, las jóvenes socialistas fusiladas por el régimen franquista en 1939. Frente a esa placa, el presidente guardó un minuto de silencio que ha sido retransmitido también por redes sociales como gesto simbólico en esta jornada "histórica".

Tampoco ha escatimado exceso verbal la ministra de Justicia, que ha presenciado todo el proceso como notaria mayor del Reino. "Es la mayor victoria de la democracia en los últimos 40 años", ha asegurado, secundada por la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo: "Son tiempos superficiales pero hoy debería ser histórico sobre lo que representa para la imagen y la historia del país", ha afirmado, instando a los españoles a "ser capaces de reflexionar lo que esto representa para la democracia" y a que "los jóvenes entiendan que nunca más debe haber otra cosa que no sea democracia".