La suerte está echada. Más de 34 millones y medio de españoles están llamados a las urnas este domingo en una repetición electoral que comienza a convertirse en rara costumbre. Con cuatro comicios legislativos en cuatro años -desde finales de 2015 hasta el 10-N- una de las muchas incertidumbres lo constituye el porcentaje de participación que se alcanzará esta vez. Y, contra todo pronóstico, el Gobierno cree que éste superará la barrera del 70 por ciento, contraviniendo incluso los datos del último barómetro del CIS, que preveía una abstención ocho puntos más alta que el pasado 28-A.

Tradicionalmente, la izquierda ha defendido que, a mayor participación, peores resultados electorales para la derecha del tablero político. Por ello, el dato que maneja Moncloa les permite ser optimistas no sólo sobre su triunfo electoral, que no cuestiona ninguna encuesta, sino respecto a la posibilidad de mejorar sensiblemente sus resultados de abril, cuando consiguieron 123 escaños. Entonces la afluencia a las urnas fue del 75,8 y el CIS de octubre ha estimado para este 10-N que no superará el 67,3 por ciento. No obstante, el Gobierno cree que en los últimos días está calando el mensaje de la movilización del electorado, por lo que anuncian "sorpresas" en la jornada electoral.

En cambio, los antecedentes no apuntan en este sentido. El índice de menor participación de toda la serie histórica fue, precisamente, el de junio de 2016, que alcanzó sólo el 66,48 por ciento. La imposibilidad de formar gobierno tras los comicios de diciembre de 2015 llevó a una inédita repetición de las legislativas, que ahora se reproduce. La lógica de aquel comportamiento electoral lleva a pensar que este domingo muchos ciudadanos se queden en casa, desanimados por la situación de bloqueo político y con un temporal meteorológico que tampoco invita a echarse a la calle.

Llamamiento a la movilización

Por eso, el mensaje de esta recta final de campaña está centrado en el llamamiento a la movilización del electorado, tanto desde la izquierda como desde la derecha. Pedro Sánchez "para frenar a la ultraderecha". Pablo Casado para recuperar sus antiguos feudos electorales. Añaden ambos un segundo eslogan: el de la unidad de voto de sus respectivos espacios ideológicos en un intento por restaurar el bipartidismo, aunque sea imperfecto. La fragmentación que auguran todas las encuestas con intención de voto diseñan un panorama poco halagüeño respecto a la posibilidad de hallar una salida al actual bloqueo.

Resulta complicado prever cuál es el electorado menos movilizado en estos momentos. Ni siquiera los expertos demoscópicos se ponen de acuerdo dada la volatilidad del mapa político. Sí hay cierto consenso en torno a los partidos que tienen más y menos fidelidad de voto. El primero es Vox, el segundo es Ciudadanos, que debe exorcizar este domingo el riesgo de caer en la irrelevancia política.