La apuesta era arriesgada, pero Pedro Sánchez, convertido en un superviviente de la política a base de jugadas osadas, está acostumbrado a rozar la temeridad. La repetición de elecciones por la negativa a dejar su Gobierno en manos de Pablo Iglesias y los separatistas le parecía la mejor opción prácticamente desde el 28 de abril, cuando constató que seguiría dependiendo de Podemos y los secesionistas para aprobar los Presupuestos Generales del Estado. La otra opción, pactar con Ciudadanos, se antojaba imposible por el rechazo de sus bases, que en Ferraz gritaban 'con Rivera no' y por la negativa del líder de Cs a dar marcha atrás en su estrategia de intentar superar al PP en su aspiración a ser presidente del Gobierno en vez del vicepresidente de Pablo Casado.

Las encuestas eran propicias y se sentía tocado por la fortuna en política, esa baraka que le había permitido escalar todas las cumbres: las primarias socialistas, la moción de censura, la primera victoria electoral del PSOE en once años... Los números y su perfil internacional como salvador de la socialdemocracia europea le animaban a jugársela una vez más. Y así lo hizo.

Seis meses y una intensa campaña electoral después, los augurios no parecen tan halagüeños. Los sondeos muestran a un PSOE estancado que no consigue combatir el enfado y hartazgo ciudadano con la ilusión de un "Gobierno fuerte" socialista. El nerviosismo cunde en Ferraz y en Moncloa, aunque no se ha desatado el pánico. Algunos empiezan a preparar tiritas para la posible herida: ¿Ganar las elecciones es un fracaso?, se ha preguntado Pedro Sánchez en una de sus decenas de entrevistas cuando le han inquirido sobre si asumirá responsabilidades en caso de fracaso este domingo.

Es decir: el PSOE venderá como una victoria ser primera fuerza política y que PP, Cs y Vox no sumen mayoría absoluta, aunque fracase en su intento de mejorar resultados. El férreo control interno del partido y el liderazgo consolidado de Sánchez han evitado hasta el momento una contestación interna que sólo se desatará si el PSOE pierde el Gobierno como le ocurrió a Susana Díaz el 4 de diciembre del año pasado. Si los socialistas pueden seguir gobernando, aunque sea en extrema debilidad, no reconocerán el error de cálculo que les llevó a repetir los comicios.

El resultado de las urnas también son vitales para la carrea política de Pablo Iglesias. "Me gustaría retirarme después de haber gobernado", ha asegurado en sus entrevistas de campaña el líder de Podemos, que vio frustrada esa hoja de ruta por la negativa de Pedro Sánchez de formar una coalición con su partido. Iglesias, cansado de la actividad parlamentaria y las campañas electorales, aspiraba a probar el Poder Ejecutivo mientras dejaba el partido en manos de su portavoz parlamentaria y madre de sus hijos, Irene Montero, llamada por la cúpula de Podemos a ser la próxima candidata a la Presidencia del Gobierno. "Es la última campaña de Pablo", aseguraban estos días en su equipo.

Si los resultados electorales permiten esa fórmula -porque a Sánchez no le quede más remedio-, el plan se mantendrá intacto y poco a poco Iglesias irá delegando el liderazgo interno en su pareja. Si el partido sufre una debacle, el líder de Podemos ya ha anunciado que pondrá su cargo a disposición de las bases e incluso podría retirarse para llevarse ese desgaste consigo para promocionar a la figura de Montero.

La principal amenaza hasta ahora para esa sucesión peronista era la figura de Íñigo Errejón, pero su marcha a Más Madrid y luego a Más País despejó el horizonte. No obstante, la debilidad orgánica de Iglesias ha despertado nuevos recelos. Si su rechazo a un Gobierno de coalición con el PSOE consistente en una vicepresidencia para Montero y tres ministerios más le pasa factura en las urnas, se abren nuevas posibilidades de contestación interna.

A la cúpula del partido le preocupa especialmente un nuevo flanco imprevisto: la alianza entre la líderesa de los anticapitalistas andaluces, Teresa Rodríguez, y de los Comunes, Ada Colau. La alcaldesa de Barcelona siempre ha tenido aspiraciones de carácter nacional y su segundo mandato, en coalición con los socialistas y gracias a la abstención del grupo de Cs de Manuel del Valls, no está resultando tan satisfactoria como su primera experiencia en el poder.

Ambas protagonizaron el jueves pasado un acto electoral en Sevilla que ha despertado todas las alarmas en la sede de Podemos y en el chalet de Galapagar. Teresa Rodríguez ha amagado varias veces con independizarse de Unidas Podemos y convertir Adelante Andalucía en un partido autónomo, como los Comunes. De hecho, ambas formaciones y Más Madrid han formado un grupo confederal en el Senado muy del gusto del partido descentralizado y menos vertical al que ambas aspiran.

Los anticapitalistas también han mostrado su rechazo a la repetición de elecciones y abogaron por aprobar la investidura de Pedro Sánchez en julio a cambio de un acuerdo programático. Iglesias no les escuchó. Ambas han abierto un nuevo frente feminista que amenaza el plan sucesorio en Podemos, consistente en avalar a Montero como candidata por su condición de mujer. El propio Iglesias no se cansa de decir, como hizo en el debate electoral del lunes, que la próxima candidata de Podemos debe ser una mujer, en clara referencia a su pareja, pero podría no ser la única en utilizar esa baza para aspirar a la Secretaría General del partido.

El jueves en Sevilla, Colau y Rodríguez hermanaron Adelante Andalucía con los Comunes. "Es importante que haya mujeres haciendo política porque de alguna forma sirven de referente para el resto de mujeres que están mirando", defendió la dirigente gaditana. "Hay una forma de hacer política de otra manera, como la de los movimientos sociales como la PAH de la que Ada era referencia, donde lo importante es el objetivo que se consigue y no quién lo lleva adelante. Hay una forma de hacer política testosterónica, competitiva, donde lo importante es humillar al otro, ponerse por encima, ganarle, ser protagonista y conseguir las alabanzas, y otra forma cooperativa, que genera otro tipo de hormonas, la oxitocina, que por cierto segregan las madres lactantes, donde lo que da más placer es conseguir el objetivo común, de forma firme con los de arriba pero amorosa con los de abajo, con los que más lo necesitan. Más allá de la confrontación por la confrontación".

La alcaldesa encontró en la anticapitalista un apoyo a su política de calculada ambigüedad hacia el independentismo. Ada Colau arremetió contra la "política de trincheras" de las que acusó a los partidos tradicionales y a los medios de comunicación. "Llevamos años muy duros, de una forma de hacer política que nos quiere enfrentar a las clases trabajadoras, es una estrategia vieja y no lo podemos permitir", explicó, antes de asegurar que llevaba tiempo hablando "con Tere" para acudir a Andalucía y "romper estereotipos".

Colau: Llevamos años muy duros con el tema del conflicto territorial. Hay una política que nos quiere enfrentar. Es una estrategia vieja esta. Nos hacía mucho ilusión venir para romper estereotipos también. Está esa imagen de los medios de comunicación, que siempre enseñan lo peor. Vengo aquí como ciudadana, como mujer, como activista, como alcaldesa de Barcelona a deciros que no tengáis duda de que Andalucía es un pueblo hermano, un pueblo queridísimo que sentimos como propia porque la mejor Cataluña y la mejor Barelona se ha construido con miles y miles de familias que nos hicieron el honor de convertir Cataluña en su segunda tierra", aseguró arrancando una ovación en la conversación que mantuvieron en la Facultad de Comunicación de Sevilla.