Es el abrazo más caro de su larga trayectoria política. Le perseguirá a él y a su partido por mucho tiempo. Lo dio sonriente el 18 de abril de 2011 a las puertas del Parlamento Vasco para arropar al que ocho años más tarde sería condenado a 13 años de prisión por graves delitos de corrupción: Alfredo De Miguel. Joseba Egibar guarda silencio estos días. Sabía que podría ocurrir, que quizá estuviera equivocado, pero lejos de mantener distancia, como hicieron otros compañeros de su partido, el presidente del PNV en Guipúzcoa prefirió exponer su amistad, arropar públicamente a su amigo e incluso poner la mano en el fuego por su inocencia. Según ha sentenciado esta semana la Justicia, se ha quemado: De Miguel fue el cabecilla de una trama de cobro de comisiones ilegales, de entre un 3% y 4%, a cambio de contratos y para lo que se valió de su posición en el PNV, en la Diputación de Alava y de sus contactos políticos.

Es el pasado más incómodo de un dirigente político sin parangón en la política vasca. Ante él ha visto pasar, caer y jubilarse a muchos dirigentes políticos de la historia reciente del País Vasco. Egibar es hoy por hoy el parlamentario más experimentado de la Cámara vasca y de la política en el País Vasco, no en vano acumula más de cuarenta años en la primera fila. Ha estado presente, de uno u otro modo, en los principales hitos de las últimas cuatro décadas.

Gusta recordar que su estreno en política fue como ‘telonero’ de Xabier Arzalluz en un mitin en 1978, con apenas 19 años. De algún modo, el histórico presidente del PNV fue un punto de encuentro entre Egibar y De Miguel. A ambos les unía una amistad con él. El ex número 2 del PNV en Álava, ahora condenado, no dudó en febrero pasado en acudir al velatorio de Arzalluz a rendirle tributo, pese a la presencia de medios de comunicación, y minutos antes de cruzarse en el tanatorio con la dirección del partido en pleno, Egibar incluido.   

Con sólo 27 años fue designado presidente del PNV en Guipúzcoa para rescatar el partido tras la escisión de EA

Egibar siempre fue el favorito de Arzalluz, su protegido. El histórico dirigente del PNV, guipuzcoano como él, del ala más soberanista, como él, y buen orador, como él, enseguida se fijó en aquel dirigente de las juventudes del partido que se desenvolvía con discurso, argumentos y soltura en la tribuna de oradores. Egibar no tardó en hacer carrera en el seno del partido. Su oportunidad se la brindaron en el peor momento del partido, en especial en Guipúzcoa, cuando la escisión interna que lideró Garaikoetxea daría lugar en septiembre de 1986 a EA. Aquella nueva formación debilitó sobremanera al PNV, la fuga de votos desangró al partido y alguien debía recuperarlo. El joven ‘telonero de Arzalluz’ fue el elegido. Sólo tenía 27 años pero las bases del PNV, bien aleccionadas por Arzalluz, apostaron por él. En 1987, Egibar asumía el control de la formación en Guipúzcoa.

30 años en el escaño

Y desde entonces prácticamente no lo ha soltado. Tan sólo lo hizo en un mandato, el que discurre entre 2000 y 2004. Pero el hoy también portavoz del PNV en el Parlamento Vasco acumula ya 28 años como presidente de la Ejecutiva del PNV en Guipúzcoa, el GBB. Ni siquiera dirigentes políticos como Jordi Pujol (23 años), Manuel Chaves (19 años) o Juan Carlos Rodríguez Ibarra (25 años) ejercieron un cargo tanto tiempo. Ni a Egibar, ni a su partido, le ha importado que los estatutos de su partido planteen una limitación, al menos estética, de mandatos. Él sabe que cuenta con el apoyo de sus bases, que ha ido moldeando con el tiempo, y que en el PNV necesitan un verso suelto como él.

Formalmente el PNV establece en el artículo 92 de sus estatutos que sus cargos internos sólo podrán ser reelegidos una vez y tendrán que dejar un mandato si quieren volver a optar. Pero también se incluye una cláusula escrita para figuras como la de Egibar, “salvo que la asamblea de manera expresa” deje sin efecto esa limitación. Egibar suma ya siete mandatos, los cuatro últimos de modo continuado liderando el PNV guipuzcoano.

No todo han sido éxitos en su trayectoria. El delfín de Arzalluz aspiró un día a ser el presidente del PNV, a suceder a su ‘padrino’ político. Fracasó. En 2003 el anuncio de que no volvería a optar a liderar el partido abrió una brecha en el partido que la tensión del ‘Plan Ibarretxe’ ya había agravado entre las dos almas de la formación; la más soberanista y la posibilista y pragmática que reclamaba un cambio de rumbo. Egibar presentó su candidatura, Josu Jon Imaz, la suya. El otrora portavoz del Gobierno vasco se impuso por apenas un voto pero suficiente para abrir un nuevo tiempo en el PNV en el que el discurso de Egibar sería arrinconado, aunque nunca cuestionado o eliminado.

Imaz sólo aguantó un mandato. Egibar no lo volvió a intentar e Iñigo Urkullu tomó las riendas del PNV moderado que había comenzado a moldearse. Hoy Imaz es Consejero Delegado de Repsol y Egibar, a sus 60 años, continúa como presidente del PNV en Guipúzcoa.

Egibar suma tres décadas como parlamentario de las que los últimos 21 años ha ejercido como portavoz del PNV

La larga trayectoria de este político nacionalista que defiende trabajar para ser “cada vez menos dependientes” de España hasta lograr la independencia plena, acumula otros episodios singulares. En 2003 fue proclamado alcalde de Lizartza, un pequeño municipio de apenas 650 habitantes y en el que la izquierda abertzale lo copa todo. Para entonces, Egibar ya tenía poder para actuar de modo unilateral. Así lo hizo cuando acordó ir cediendo el poder del municipio a representantes de la plataforma de la izquierda abertzale ilegalizada, en contra del criterio del PNV de Imaz.

El 'puente' hacia Bildu

Egibar nunca ha ocultado sus aspiraciones soberanistas, independentistas. Es lo que le permitió recuperar el partido en la tierra más abertzale –Guipúzcoa- históricamente dominada por la izquierda abertzale y que hoy tiene al PNV como la fuerza más votada. En Sabin Etxea no lo olvidan.

El dirigente jeltzale siempre se ha entendido bien con el mundo de Otegi y el PNV lo ha sabido exprimir como puente e interlocución con ese mundo. La sintonía ha sido mayor que la que muestran los actuales dirigentes; Andoni Ortuzar o el propio lehendakari Urkullu. No en vano, a Egibar le tocó negociar en los momentos más complicados en los que ni uno ni otro mandaban en el partido.

La fotografía del acuerdo de Lizarra en septiembre de 1998 muestra a Egibar junto a Otegi cerrando aquel acuerdo que planteaba un diálogo y negociación con ETA para el cese del terrorismo. Veinte años más tarde, es él quien también defiende los pactos más soberanistas con la izquierda abertzale, como el acuerdo de bases para un nuevo estatuto que rubricó en la Ponencia de Autogobierno y que Urkullu lamentó por no haber logrado integrar más que a EH Bildu.    

La imagen arropando a De Miguel, condenado por corrupción, en el Parlamento le sigue desde 2011

La suya es una vida dedicada al sector público. Ha vivido en ella desde que era joven. Funcionario en su ayuntamiento, lleva décadas de excedencia para dedicarse a la política. Además de la inesperada alcaldía de Lizartza (2004-2008), Egibar ejerció como delegado de Ordenación del Territorio, Vivienda y Cultura del Gobierno Vasco entre 1985 y 1989, en tiempos de José Antonio Ardanza. Meses después dio el salto al Parlamento Vasco, de cuyo escaño no se ha despegado hace 30 años. Lo ha ocupado en tiempos de Ardanza, Ibarretxe, López y Urkullu. Desde hace dos décadas ejerce como portavoz del PNV en la Cámara vasca.

2020, ¿otro mandato?

A Egibar se le ha visto en actos que incomodan al otro ala del partido. En manifestaciones de apoyo a los presos de ETA, en marcha en apoyo al ‘procés’ o en cadenas humanas en favor del derecho a decidir a las que Urkullu nunca se dejaría ver. En realidad, son los dos discursos que siempre han convivido en el PNV. Ahora gobiernan los moderados, antes lo hicieron los más extremistas. Es la bicefalia ideológica que convive con la bicefalia orgánica del PNV –lehendakari y presidente del EBB- y que tan buenos resultados le reporta al partido que hoy no sólo gobierna el Ejecutivo vasco y las tres diputaciones forales sino en la mayor parte de los ayuntamientos vascos. Ese reparto de papeles, dosis de moderación con porciones de soberanismo reivindicativo, ha permitido al PNV abarcar en los últimos años un amplio espectro político, capaz de robar votos a Bildu pero también al PP y al PSE.  

Ahora Egibar tiene la mano quemada, la puso por De Miguel. De algún modo, también la tiene su partido, que consciente del impacto de la demoledora sentencia -15 condenados, la mayoría vinculados al PNV- se apresuró a pedir perdón en público. El eterno presidente del GBB ha evitado hacerlo. Esta vez se ha escondido, no se ha expuesto como lo hizo para recibir a ‘Txitxo’ –De Miguel- cuando acudió a la comisión de investigación parlamentaria para negarlo todo.

Inicialmente, preguntado por los medios, Egibar sólo acertó a decir que “el partido ya ha hablado” y que él se “sumaba” a lo dicho por Urkullu y Ortuzar. Horas después fue más allá y reconoció que rechazaba "las conductas delictivas" por las que han sido condenados algunos de sus amigos. "Hay que separar la relación personal de esas conductas", dijo, para añadir que la sentencia también ha dejado claro que no hubo "financiación ilegal" del PNV.

En el año que ahora se inicia el PNV volverá a renovar sus órganos de dirección. Todo apunta a que no habrá grandes cambios, a que Ortuzar volverá a optar a la reelección para un tercer mandato –aplicando la cláusula prevista en los estatutos para poder hacerlo-. Por ahora, la sombra de Egibar es demasiado alargada en Guipúzcoa para que nadie ose a disputarle el trono. Sería su octavo mandato. El anterior lo obtuvo con un respaldo de su asamblea del 98%.