"Podemos estar así muchos meses, es que no hay unas elecciones convocadas (...) El president Torra expresó simplemente su deseo de, justo después de aprobar los presupuestos, pues convocarlas. Pero igual estamos hablando de julio, o igual estamos hablando de octubre. Es que no lo sé. Entonces, lo que no podemos, creo, es mantener esta situación durante meses y meses y meses porque se enquista y se pudre". El viernes explicaba en la Cadena Ser Gabriel Rufián, portavoz parlamentario de Esquerra Republicana de Cataluña, el motivo por el que Pedro Sánchez rectificaba su postura y accedía a poner en marcha la mesa de negociación bilateral entre su Gobierno y la Generalitat catalana antes de las elecciones anunciadas por Quim Torra.

"Les faltaba información", aseguró Rufián, para justificar la primera reacción del Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos de aplazar esa mesa de diálogo hasta la conformación de un nuevo Govern, un hito todavía más lejano e incierto a tenor de lo ocurrido tras los últimos comicios, cuando Carles Puigdemont fue investido el 10 de enero in extremis ante la posibilidad de una repetición de las elecciones del 27 de septiembre por falta de acuerdo entre los partidos independentistas.

Ni siquiera ERC, socio de gobierno de JxCat en la Generalitat, es capaz de prever cuándo se celebrarán las elecciones y cuándo habrá un nuevo Gobierno en Cataluña. El desgaste político que sufrirá hasta entonces por su acuerdo de investidura con el PSOE es una de las bazas electorales de la antigua Convergencia para mantenerse como primera fuerza independentista en la comunidad. Para combatir ese relato, ERC necesita demostrar que ese acuerdo ha merecido la pena porque ha conseguido que el Gobierno otorgue a la Generalitat un tratamiento casi de estado a través de esa negociación bilateral.

Ese desgaste de ERC supone toda una agonía para el Gobierno de Pedro Sánchez, que sin los republicanos no puede afrontar la única medida que garantiza su supervivencia: la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Ésa es toda la prioridad política de Pedro Sánchez, que incluso ha aplazado el congreso federal del PSOE para que ningún esfuerzo de ministros y dirigentes socialistas se desvíe un milímetro de a ese objetivo. «Si no hay mesa, no hay legislatura. ERC ya lo ha hecho antes, y puede volver a hacerlo», advirtió Rufián a Sánchez durante su investidura, recordando la decisión de ERC de tumbar los Presupuestos en febrero del año pasado abocando al Gobierno a elecciones.

Sin mesa de diálogo no hay Presupuestos y sin Presupuestos no hay legislatura. Pedro Sánchez lo sabe, Gabriel Rufián lo sabe, y Quim Torra también. Con la campaña electoral ya inaugurada, pero sin fecha para los comicios, a ERC le resulta muy complicado dar luz verde a las cuentas del Estado que Sánchez tenía intención de aprobar antes de julio.

Si, como advierte Rufián, las elecciones catalanas se atrasan hasta después del verano, el calendario manejado por PSOE y Unidas Podemos salta por los aires y prácticamente obliga a mantener prorrogados un año más los Presupuestos de Cristóbal Montoro (PP) de 2018. La aprobación a finales de año de unas nuevas cuentas para el ejercicio 2020 sólo tendrían como objetivo la posibilidad de prorrogar unos Presupuestos con sello del PSOE el año próximo y dar oxígeno a la legislatura al menos durante dos años más.

En cualquier caso, la contaminación electoral que supone la celebración de elecciones catalanas, vascas y gallegas este año se trasladará al Congreso y complicará los acuerdos necesarios para que las cuentas salgan adelante gracias a la mayoría de la moción de censura a Mariano Rajoy que Sánchez ha reeditado en su pacto de investidura.

JxCat y ERC competirán en esos comicios por ser la primera fuerza separatista de la comunidad. Tras romper su unidad de acción, el partido de Carles Puigdemont quiere poner en una situación comprometida al de Oriol Junqueras para dejar claro que JxCat es el guardián de las esencias del independentismo sin contaminarse por pactos políticos con el PSOE como el de ERC que permitió la investidura de Pedro Sánchez.

Insisitir en la tesis de que ERC es la muleta del PSOE favorece los intereses electorales de JxCat, que pretende hacer coincidir la campaña con el calendario previsto por el Gobierno para aprobar los Presupuestos, dificultando así el apoyo de los republicanos a las cuentas del Estado y sometiendo a Sánchez a un pulso soterrado para que siga cediendo ante las exigencias de Puigdemont.