Casi 24.000 muertos y más de 210.000 positivos en Covid-19 después, España ha alumbrado el primer programa oficial para afrontar la desescalada con un plan que se alargará, como máximo, durante las próximas ocho semanas. Con varios documentos, Moncloa matizaba horas después el caótico discurso del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que había dejado con más dudas que certezas al ciudadano de a pie, tras una comparecencia de casi una hora en la que había ejemplificado una sucesión de límites y medidas plagadas de incongruencias respecto a cómo tenía previsto el Ejecutivo español organizar las cuatro fases de regreso a la denominada como "nueva normalidad".

Las fases ya están delimitadas, y Moncloa ha explicado con detalle lo que se puede o no hacer en cada una de ellas, pero aún quedan muchas incógnitas aún por definir. Por ejemplo, no ha seguido el Gobierno la hoja de ruta marcada en países como Francia o Italia donde se ha comenzado a desescalar con un calendario claro: en España las fechas las irán definiendo "parámetros objetivos" aplicables en cada territorio -se ha optado por la unidad provincial y no la autonómica-, si bien no se ha definido aún umbral alguno en cuanto a porcentaje de contagiados, preparación del sistema sanitario para posibles rebrotes o necesidades económicas que deban aportar las regiones para transitar de una fase a otra.

Esa falta de concreción que padece el texto trabajado en el Consejo de Ministros respecto a cuándo, cómo y dónde se definirán los saltos de una fase a otra "genera incertidumbre" y "confunde" a los ciudadanos. Este escenario, el de la inseguridad respecto a un horizonte claro para salir de la crisis, es uno de los mayores "riesgos" que observa el sociólogo y científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Luis Miller. "Es un plan extremadamente difícil de entender y de explicar a la población", desnortada ante la falta de un calendario claro, una cuestión que estará "en el centro de debate las próximas semanas".

"Es un plan bien diseñado. Desde el punto de vista técnico es coherente, pero no aporta confianza porque no hay datos suficientes", subraya Miller, que insta a "aprender" de países que, como España, "han sufrido un mayor repunte de casos".

Destaca el experto que, en líneas generales, la desescalada planteada desde el Ejecutivo está pensada eminentemente en la "reactivación de la economía" y no tanto desde el punto de vista social porque existe "mucho miedo por la alta letalidad en España". Un ejemplo de ello es el caso de los hoteles: su apertura está prevista en la Fase 1, primero con un aforo del 30% y sin zonas comunes, si bien los movimientos interprovinciales estarán prohibidos hasta la tercera fase del plan que, hay que subrayar, no será simétrico entre territorios. De hecho, destacan las medidas del documento para reactivar el sector turístico -12% del PIB- por el parón total que ha sufrido las últimas semanas.

Por su parte, el epidemiólogo Fernando Rodríguez Artalejo, director de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) señala que el plan de desescalada es "de alta dificultad", y califica de "error" que el Gobierno adelante la comunicación a la propia concreción del plan.

Una vez visualizadas las fases "racionales" diseñadas por el Gobierno, Artalejo advierte que, con todo, "no estamos en condiciones de descartar una segunda oleada" del virus, como ha ocurrido en Singapur o Japón, por la "extremada complejidad que supone tomar 50 decisiones distintas al mismo tiempo".

Las autonomías, "el punto más oscuro" del plan

Los científicos advierten que el plan en ningún caso saldrá adelante si no existe una comunicación milimétrica con las autonomías. Miller apunta a la coordinación y relación entre Gobierno y comunidades como una de las "grandes debilidades" de las que adolece el plan, por entenderse como "uno de los puntos más oscuros de la gestión de la crisis". De hecho, España tiene uno de los escenarios "más complicados" en este sentido en comparación con el resto de países afectados por la "alta polarización" y los "recelos" entre territorios.

Artalejo lamenta además que el Ejecutivo no haya concretado "claramente" el plan ni aportado un documento a los gobiernos regionales antes de hacerlo público. "Para que todo salga bien, es muy importante escuchar atentamente lo que (las comunidades) tienen que decir, y no se ha hecho", advierte.

Una vez más, Sánchez instaba en su discurso a trabajar coordinadamente con autonomías y ayuntamientos, pero no renuncia al mando único -como vienen exigiendo diversos territorios- y será el Ministerio de Sanidad el que decida a qué ritmo avanza cada provincia. Los recelos entre los gobiernos autonómicos y el Ejecutivo son evidentes, y en los últimos días algunos se han adelantado a las pautas del Gobierno y presentado planes propios para salir de la crisis -algunas, como Andalucía, con un calendario definido- que quedan ahora en papel mojado.