Ésa es la clave, la que Cristina de la Hoz incluye en el primer párrafo de su información de hoy sobre la búsqueda del Gobierno de un pacto con el PP «dado que cualquier consenso que no contara con la firma del primer partido de la oposición sería fallido». Ahí está.

Pedro Sánchez no puede presentarse ante las instancias europeas a pedir cientos de miles de millones de euros de ayuda a la reconstrucción económica del país acompañado de Unidas Podemos y, eventualmente, de ERC y Bildu, o de Teruel Existe y cualquiera de los partidos minoritarios. Para tener un mínimo crédito necesita ir de la mano del único partido que ya ha gobernado España y que defiende mayoritariamente las propuestas del sector empresarial español. Es decir, necesita llevar una tarjeta de visita presentable y sólida.

Y eso sólo se consigue llegando previamente a acuerdos básicos sobre el programa de reconstrucción y unos compromisos presupuestarios que no pongan los pelos de punta a los gobiernos de Austria, Suecia, Dinamarca, Holanda, muy reticentes a soltar dinero a las "cigarras manirrotas" de los países del sur.

Ahora vamos a hablar de las cosas de comer y con eso no se juega y mucho menos ahora que esas cosas de comer se han convertido en algo cada vez más escaso

Por lo tanto, podemos esperar a partir de ahora un descenso de la temperatura del enfrentamiento a cara de perro entre los dos grandes partidos nacionales. Ahora vamos a hablar de las cosas de comer y con eso no se juega y mucho menos ahora que esas cosas de comer se han convertido en algo cada vez más escaso e inalcanzable.

Asistiremos, pues, a una búsqueda de esa concordia básica -olvídense de algo parecido ni de lejos al espíritu y a la letra de los últimamente tan manoseados Pactos de la Moncloa- de modo que se evite el inasumible por la sociedad española fracaso de las negociaciones con la Comisión Europea a propósito de la percepción de esos fondos que España necesita dramáticamente hoy.

El PP no tiene más salida que la de sumarse a ese clima de acercamiento porque, después de haber estado proclamando a los cuatro vientos que sólo le movían los intereses de España, ahora está obligado a situarse a la altura de lo que las circunstancias le reclaman.

Ese camino ya está abierto. La CEOE ha llamado a todos los responsables de las grandes empresas españolas que a partir de hoy lunes y hasta el día 25 van a participar en una cumbre empresarial sin precedentes en nuestro país en la que se va a abordar no sólo el futuro de sus respectivos sectores sino las necesidades y prioridades de cada uno de ellos, del país en general y, muy importante, el uso que se debe dar al dinero que se reciba de la Unión Europea. Es una cumbre que busca soluciones y que va a hacer propuestas muy concretas al Gobierno.

Y por ese camino está obligado a transitar el PP. Otra cosa es lo que haga el sector más izquierdista del Gabinete y hasta qué punto estén los de Pablo Iglesias dispuestos a ceder en algunas de sus posiciones que serían recibidas con cierto espanto en los ámbitos de la UE. Pero lo que sí es seguro, a menos que Podemos esté dispuesto a seguir dinamitando con sus provocaciones esa Comisión parlamentaria para la Reconstrucción -cosa poco probable porque la circunstancias de hace 15 días ya no son las de ahora-, lo que sí es seguro es que el clima político se va a sosegar temporalmente. El mero acuerdo con Ciudadanos ha contribuido ya en buena manera a privarlo de las más cortantes aristas.

Ésa es una necesidad perentoria del Gobierno socialista, de cara al interior y sobre todo de cara al exterior. En ese aspecto cobra sentido la información que también Cristina de la Hoz publicó la semana pasada en la que daba cuenta de la cierta distancia que determinados altos dirigentes del PSOE empezaban a poner respecto a las actitudes y declaraciones de Pablo Iglesias y sus demás portavoces.

Que la Comisión para la Reconstrucción no fracase es una necesidad imperiosa no solamente del Gobierno. También de todo el país

Esos dirigentes explicaban los excesos verbales y políticos de Podemos por la inquietud que acometía a los del partido morado ante unos sondeos que les estaban dando sistemáticamente una merma de apoyos y una considerable pérdida de escaños si ahora mismo se volvieran a celebrar elecciones generales. Se desmarcaban así de una estrategia que al PSOE le había ido viniendo muy bien hasta ahora, que ha secundado claramente y de la que se han aprovechado los socialistas de manera sistemática.

Pero ahora ya estamos en otra cosa. Estamos en afrontar un panorama económico que se anuncia devastador y por lo tanto estamos en unir fuerzas, cuantas más mejor, para esta segunda y decisiva batalla. Ya no toca descalificar como fascista ni ultraderechista al partido de Pablo Casado y por extensión a todos aquellos que han levantado la voz para hacer críticas a la gestión del Gobierno de la crisis sanitaria.

Ahora toca por lo menos escuchar y atender las razones y las propuestas que tengan que hacer y sugerir los grandes empresarios reunidos en esa cumbre que ha empezado hoy. Y toca también alcanzar algún tipo de acuerdo con el principal partido de la oposición, que no se puede permitir el lujo de desdeñar ese espacio de coincidencia. Iba a decir de concordia pero a tanto no me atrevo.

Que la Comisión para la Reconstrucción no fracase es una necesidad imperiosa no solamente del Gobierno. También de todo el país. Es imprescindible presentarse ante Europa con la más reputada vitola de solidez. Y a eso se van a poner con más o menos entusiasmo todos aquellos en cuyos hombros resida la responsabilidad de reconstruir España. No podemos más que celebrarlo y cruzar los dedos para que ese clima incipiente de acercamiento y abandono de la confrontación se acabe consolidando.

Ésa es la clave, la que Cristina de la Hoz incluye en el primer párrafo de su información de hoy sobre la búsqueda del Gobierno de un pacto con el PP «dado que cualquier consenso que no contara con la firma del primer partido de la oposición sería fallido». Ahí está.

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