Desde un circo romano que fascinaba a los espectadores por la lucha a muerte de los gladiadores hasta el morbo servido en bandeja para la sociedad actual de juntar a cinco parejas en crisis en un maravilloso enclave paradisíaco para poner a prueba su fortaleza como relación, inundados en solteros y solteras en sequía, de donde esperamos el sufrimiento y las traiciones como un final perfecto.

Desde que empezó el programa producido por Cuarzo y Mediaset en enero de 2020, el formato no ha dejado espacio para la derrota y su triunfo ha desencadenado 4 ediciones más, entre ellas un 'all star' con recopilaciones de participantes de La Isla de las Tentaciones 1, 2 y 3. En cada edición se reúne a un total de cinco parejas con taras en cada uno de las personajes -dependencia emocional, celos, faltas de respeto- que componían la relación para luego separarles en dos villas por género. En esas villas las cinco chicas se encuentran con 10 solteros y viceversa, los novios se encuentran con 10 chicas solteras, donde su trabajo es tentar a sus respectivas parejas para provocar la infidelidad de la relación.

Hemos podido comprobar como cada pareja que salía del programa, incluso las más fuertes, terminaban su relación tras abandonar el reality. Cuando no era por una infidelidad o falta de respeto era porque se daban cuenta de que no querían compartir su vida junto a la persona con la que habían llegado a la República Dominicana. Claro ejemplo, el de Susana y Gonzalo, donde ella abrió los ojos y terminó su relación tras ver los comentarios machistas que pronunciaba el sevillano sin rastro de infidelidad, al menos en la villa; o el de Raúl y Claudia, los canarios que decidieron dejar en un limbo su relación para luego romperla por el tentador de Claudia y más tarde volverla a retomar sin etiquetas, sin contar las múltiples parejas que han salido separadas a causa de sus infidelidades.

Llegados a este punto, tras 4 ediciones anteriores y emitiéndose en este momento la 5ª, surge la duda del reality visto desde la cara más psicológica, como un experimento sociológico donde se busca ver el comportamiento de la juventud española cuando no están con sus parejas o salen de fiesta sin ellas.

El Efecto Lucifer

Hace un tiempo se puso sobre la mesa el Efecto Lucifer, una teoría propuesta por el psicólogo Philip Zimbardo en la Universidad de Stanford en los años 70 cuando dividió a un grupo de estudiantes de pre-grado en guardias y prisioneros recreando una prisión ficticia. Este experimento consistía en que una persona sin patologías, sana e integrada es capaz de cometer actos atroces, convirtiéndose en un individuo cruel y despiadado sin haber experimentado previamente factores psicológicos o traumas personales, sino como consecuencia a la presión del ambiente, las circunstancias estresantes, las normas marcadas por otras personas y el deseo de salir ganadores, haciendo que la persona se deshumanice y saquen aspectos desconocidos sobre sí mismos.

Los estudiantes liberales, conocidos por su altruismo, bondad y sociabilidad se convirtieron en sádicos al asumir su papel de guardias, llegando a tal extremo que desencadenó en la paralización del experimento de Zimbardo. Pero el doctor no buscaba la exculpación ni justificar a los soldados acusados, ni tampoco transformarlos en víctimas, solo buscaba ofrecer una explicación científica sobre cómo unas circunstancias concretas pueden transformar por completo nuestros actos. Una situación similar a lo ocurrido a raíz del confinamiento por el Covid-19 y parecida a la justificación que buscan en la Isla sobre su propia conducta donde necesitan humillar y culpabilizar a sus respectivas parejas a causa de la falta de control, que lleva a la arrogancia de no saber pedir perdón con sentimiento de culpa o incluso reírse del daño causado.

En marzo de 2020 este experimento fue comparado por el diario El Mundo con La Isla de las Tentaciones, simulando la villa como una "cárcel dorada", sinónimo de mansiones repletas de chicos y chicas que no buscan otra cosa que la provocación para ser protagonistas de vídeos que romperán el corazón de la pareja. Aquí los participantes llegan con sus buenas intenciones pero enseguida se activa la lucha interna entre el bien y el mal, entre lo que quieren hacer y lo que deben hacer. Esas conductas en una situación forzada por el ambiente instigan a cruzar la línea roja. El Efecto Lucifer del que hablamos es el culpable de atrapar nuestras mentes a series, novelas y programas de este estilo, desde Breaking Bad hasta el Cuento de la Criada o Gran Hermano.

Por qué 'La Isla de las Tentaciones' no es un experimento

Cuando Cuarzo Producciones realiza el casting de La Isla de las Tentaciones buscan una variedad de parejas que den sentido al programa, parejas estables que buscan reforzar la relación, parejas positivas que hablan de hijos o bodas si el programa sale bien, parejas que están pasando por un mal momento, una distinción de relaciones que se den de frente con la cruda realidad.

Tanto Mediaset como los dueños de 'Walden Dos', Alejandro García y Raúl Araque -expertos en la psicología mediática-, desmienten la posibilidad de que tanto Gran Hermano como La Isla de las Tentaciones sean un experimento sociológico. Mediaset no busca crear un estudio del programa y lo encasilla en el mero entretenimiento, Walden Dos, por su parte, ya abrió un hilo de Twitter explicando las razones de por qué no se trataba de un estudio psicológico.

Para que programas así sean un experimento de este tipo, además de tener intención de ser un experimento, hay que tener una teoría. Los psicólogos plantean la teoría del aumento del número de infidelidades y conductas sexuales cuando el grupo de parejas se encuentra en una isla paradisíaca comparado con un entorno bibliotecario. Tras el planteamiento se definen dos tipos de variables, la independiente que es la que manipula el experimentador y la variable dependiente, que es la que se espera que varíe para así evaluar los efectos de la independiente, es decir, la independiente sería el contexto, correspondería a los participantes que se encuentran en la isla paradisíaca o en la biblioteca, dividiéndolos en dos grupos experimentales (aleatoriamente); y la dependiente concierne al número de conductas sexuales e infidelidades.

Para que programas así sean un experimento se necesita una teoría

ALEJANDRO gARCÍA Y RAÚL ARAQUE

El paso 3 de este experimento sería hacer un control de variables, en el que los investigadores controlan todas las posibles variedades extrañas que afectan al comportamiento. En este caso, sería colocar a las parejas al azar en cada uno de los contextos dentro de un rango de edad acotado e intentar que sean semejantes en número de años de relación, número de veces que han sido infieles, etc.

El siguiente paso sería el análisis, contar el número de traiciones o conductas sexuales que hay en cada uno de los dos grupos para analizar si existen diferencias significativas entre un grupo u otro. Y ya vendrían los resultados y las conclusiones, tras analizar los datos y obtener los resultados se elaboran las conclusiones y se explica en qué se asemejan o diferencian los resultados a experimentos previos, a qué se deben dichos resultados o por qué se esperaban.