Han pasado ya casi tres años desde aquel año cero que fue para muchos la pandemia del Covid. Después del sufrimiento, los encierros y el aislamiento, parece que lo único que nos quedó fue el olvido. No ha habido espacio para el respiro ni para la reflexión, por lo traumático de aquellos tiempos que nadie querría volver a vivir y también porque, irremediablemente, la vida siempre sigue. Sin embargo, una incómoda y negra nube se ha expandido sobre nuestro bienestar psicológico, provocando auténtica preocupación por nuestra relación con la salud mental.

La única buena noticia que nos llevamos tras este doloroso ejercicio de mirar hacia dentro es que nos hemos dado cuenta de lo necesario que resulta poner nombre a los problemas. Lo hizo la Reina Letizia citando un rap de El Chojin en el Día Mundial de la Salud Mental: “Hago lo que puedo, llego a lo que llego y no es sano que se me exija tanto”. También se rebeló Ricky Rubio contra la peor de las exigencias, la de uno consigo mismo, antes de un Mundial de baloncesto al anunciar que se retiraba hasta mejorar su bienestar psicológico. Lo mismo hizo el jugador del Oviedo, Víctor Camarasa, convirtiéndose en el primer futbolista en nuestro país en causar baja por problemas de salud mental.

Deportistas, artistas e influencers

Pero no solo deportistas, también artistas como Alejandro Sanz, influencers como Sara Sálamo, o actrices como Úrsula Corberó se han atrevido a mostrar públicamente su vulnerabilidad. Y es que, según el último estudio de Global Health Service Monitor de Ipsos, España es el país del mundo donde más ha crecido la preocupación por la salud mental en los últimos tres años, sobre todo entre los más jóvenes. Todo ello en un momento en el que las tasas de suicidio marcan máximos históricos (4.097 personas en 2022).

Nunca se ha hablado tanto de salud mental en España, pero una vez hemos sido capaces de reconocer el hoyo en el que estamos, quizá nos sea más fácil remar para salir lo más ilesos posible de él. Hablar con naturalidad de asuntos como la depresión, la ansiedad o el suicidio son un gran paso, pero aún queda la parte más difícil: dar con herramientas verdaderamente efectivas para su prevención y tratamiento.