No todas fueron sexsymbols que engatusaban al enemigo para sacarle información. Tampoco todos fueron gentleman con zapatos que se convertían en navajas, ni con coches de alta gama que acaban en el chasis. Y ni mucho menos ahora nos están espiando a todos. ¿O sí? La Fundación la Caixa, con la colaboración de la Cinemateque français, presenta Top Secret, una exposición que a través de los grandes espías del cine recorre un siglo de historia y nos hace reflexionar sobre qué significaron, cómo nos influyeron y cómo han evolucionado.

"Más allá de aproximar el cine a público esta muestra hace una labor retrospectiva de grandes temas de actualidad. Es cine es pensamiento, plasmar lo que nos interesa de la humanidad, hacer realidad el sueño de una obra de arte total y aquí nos invita a pensar sobre lo político y el secreto, sobre una sociedad que extiende cada vez más sus mecanismos de control sobre la ciudadanía", explica Elisa Durán, directora del CaixaForum Madrid en una rueda de prensa acompañada por Matthieu Orléan y Alexandra Midal, los comisarios.

Así, a través de 270 piezas, entre las que se encuentran gadgets del cine, artefactos históricos, documentos de archivo, clips de 90 películas y 16 obras de arte de artistas como Andy Warhol, David Lynch, Simon Menner o Sophie Calle; quieren "infiltrarse en las relaciones entre el cine y el espionaje" contando con espías tan emblemáticos como Mata Hari, Carrie Mathison, James Bond o Edward Snowden.

Los tres coinciden en conocer más allá de los mitos y empiezan por el principio, por las mujeres espías. "Durante la primera mitad del siglo XX, muchas de las películas están basadas en hechos reales y protagonizadas por mujeres que eran agentes secretas clandestinas. Aquí, el arte de la seducción es fundamental y el sexpionaje se convirtió en motor de multitud de narraciones cinematográficas", explican.

Greta Garbo, Jeanne Moreau, Vahina Giocante o Marlene Dietrich fueron algunas de las que entraron en el papel de la espía a la que mataron por ayudar al enemigo. Aunque la que más destaca de esta sección de la exposición es sin duda Hedy Lamarr, quien fue actriz y espía, pero de las de verdad. La austriaca inventó un sistema secreto de codificación que podemos decir que ha sido el percusor del GPS o del mismísimo Wifi mientras era una de las mujeres más deseadas de Hollywood.

Y al hablar de mujeres también quieren eliminar el sesgo con el que las hemos mirado. "Hubo muchas que no fueron femmes fatales pero para el cine quedaba mejor esta representación", explica la comisaria. Y de ellas a los grandes gentleman con James Bond a la cabeza. Aquí cuentan con varios trajes originales de las películas que se basaron en las novelas de Ian Fleming y que permiten contar cómo en la época de la Guerra Fría todo estaba más mezclado de lo que pensamos. "Se trata de unos años de agentes dobles y de tránsfugas, de juegos de identidades y nacionalidades. Esta parte de la exposición nos lleva irremediablemente a la situación actual, a pensar que seguimos en ese mismo conflicto", agrega Orléan.

Aquí se llegan a comparan películas del Agente 007 con films de Hitchcock y se reserva un espacio privilegiado a la gadgetología, a todos esos objetos multifuncionales como unos zapatos negros con una hoja de acero, una pipa con un proyectil dardo o un pintalabios pistola.

Luego llegan los más oscuros, los espías de Europa del Este. "En esta parte se muestra el uso que hacían los espías de la Alemania del Este de la cámara, la fotografía, el maquillaje o los postizos. A través de ejemplos reales utilizados por miembros de la KGB y de archivos fotográficos que recuperó el artista Simon Menner hemos conseguido hacerlo más realista", explican.

Y llegamos a nuestros días, o más bien a nuestra época. Ahora son Europa, Oriente Medio y Latinoamérica los grandes protagonistas. "Las películas han cambiado y estos filmes son más exigentes. Se muestra la realidad más descarnada y sucia y optan por mostrar la duplicidad, márgenes de un mundo cínico en que reina el simulacro. El agente secreto ya no es un héroe unilateral", aseguran. Y como grandes ejemplos tenemos cine pero también series como Homeland u Oficina de infiltrados, donde los espías son personajes maltratados y con personalidades complejas.