¿Detesta hacer el ridículo en el karaoke intentando llegar a las notas altas de "Suave"? No se preocupe. Luis Miguel tampoco llega. Es uno de los grandes éxitos del cantante en español más importante, con permiso de Julio Iglesias. Y la tercera canción que atacó este sábado en el primero de sus dos conciertos en el nuevo Bernabéu ante más de 46.000 personas. Y en ella, como en otras de las más exigentes de su repertorio, renunció a poner a prueba su voz. En los pasajes más peliagudos optó por cambiar de escala, aullar un poco o dejar al público que coreara. Un público incondicional en cuyo entusiasmo Luis Miguel se apoya más de lo razonable para sacar adelante un show rutinario que se limita a encadenar sin pausa hits de sus sucesivas eras –ídolo adolescente, pop, bolero, mariachi–. Exultante pero frío, poco corazón, no hubo ni un guiño, ni unas palabras, ni un gesto especial ni un bis para el público de Madrid, en un Bernabéu que sonará regular tirando a mal pero que no es una plaza más.
Que Luis Miguel haya renunciado a parte del rango vocal que le convirtió en estrella no es algo que se le pueda reprochar. Lo anormal, de hecho, sería que el Sol de México, 54 años, conservara intactas las cualidades que tenía hace 30, cuando reinaba inapelable en el firmamento de la música latina gracias a su voz. Desde entonces han pasado muchas cosas, varios descensos a los infiernos y también una exitosa serie de televisión que consolidó su leyenda y dio a conocer sus canciones a una nueva generación.
Pero ahora que Luis Miguel ha culminado su rehabilitación del brazo de su paloma querida, Paloma Cuevas, cabía esperar un show más ambicioso respecto a giras anteriores. En la actual, que arrancó en agosto de 2023 en Argentina, presume de una envidiable figura que contrasta poderosamente con el hombre decadente e hinchado que pisó los escenarios españoles por última vez hace seis años. De ahí la gran expectación que ha despertado su regreso, que empezó con una fecha programada en Madrid que hubo que ampliar a otra y finalmente a una gira completa durante este mes de julio. Pero la remota esperanza de que el nuevo Micky viniera con un espectáculo original y fresco ha resultado frustrada.
A golpe de cadera
El Bernabéu se había ido llenando mientras sonaban Earth, Wind & Fire, Jamiroquai o George Benson, una playlist que no sabemos si ha sido editada por Luis Miguel pero que coincide con su gusto por el R&B y las resonancias funky que durante una época incorporó a sus producciones con la complicidad de uno de sus mentores, el compositor y arreglista español Juan Carlos Calderón. De hecho, el concierto arrancó a las 21:58 horas con "Será que no me amas", adaptación de Calderón del tema popularizado por los Jackson 5 "Blame It on the Boogie". El cantante apareció desde debajo del escenario en una plataforma elevadora ante el delirio de la concurrencia. Será porque le aman.
Luis Miguel se mueve de lado a lado a golpe de cadera, levantando el entusiasmo del público como en los viejos tiempos. Detrás, también como entonces, se contonea un trío de bellas coristas con vestidos muy pequeños color champán que cualquier tribunal popular woke consideraría imperdonable. Y como fiel escudero, encabezando una nutrida y bien engrasada orquesta, le asiste su cuate musical, Kiko Cibrián. En una mesita auxiliar iluminada por dos coquetas lámparas hay un jarrón con un ramo de rosas blancas, un poco de agua y unas cuantas toallas que el astro usará para secarse el sudor de la cara.
Del funk al romance
Sigue con "Amor, amor", y saluda a su amor, que entendemos que está en un palco, en la dirección adonde señala, mientras reverberan los poderosos metales de la orquesta. Sus músicos, como siempre uno de los puntos fuertes de su show, reproducen fielmente los arreglos originales de las canciones, y eso, junto a la energía recobrada del ídolo, ayuda a que la afición reconozca como suyo lo que tiene enfrente y no le ponga ninguna pega. Después de "Suave" llega "Culpable o no", uno de los clásicos de su primera época escritos por Calderón, dos salidos de la pluma de Juan Luis Guerra como "Te necesito" y "Hasta que me olvides" y la funk "Dame", que Luis Miguel termina de manera apoteósica rodeado de sus músicos de viento antes de comenzar el segmento del concierto dedicado a sus romances y boleros, que será lo que mejor le salga.

Se suceden "Por debajo de la mesa", "No sé tú", "Como yo te amé", "Solamente una vez", "Somos novios", "Todo y nada". Aquí Micky se reconcentra un poco, interpela a sus músicos con gestos y miradas y no escatima recursos vocales. Hay algún acople de sonido, incordian los violines pregrabados. Pero los boleros levantan de sus asientos a la platea madura, porque es lo que le gusta y lo que reconoce. Termina con "Nosotros" y el arreglo sexy que (de nuevo) Calderón hizo del tema inmortal de Pedro Junco, lo que permite a Micky volver a mover la cadera y demostrar que si de algo anda sobrado es de swing.
Fue una píldora de energía antes de afrontar el momento más complicado del concierto, sus duetos virtuales con Michael Jackson y Frank Sinatra. Luis Miguel esgrime "Smile" –en blanco y negro, con fotografías del malogrado rey del pop y proliferación de cirios en todas las pantallas del estadio– y "Fly With Me" –una fallida colaboración con Sinatra que mejor sería no menear– como las pruebas no solicitadas de su condición de gran estrella: yo canté con los más grandes porque soy uno de ellos.
Mariachi y dron
Un desafortunado interludio que dio paso a un nuevo bloque de temas de sus comienzos y que muchos conocieron gracias a la serie de Netflix. Bonitas canciones que a mediados de los 80 hicieron para el incipiente ídolo juvenil desde España el prolífico Luis Gómez-Escolar y, perdón por la reiteración, Juan Carlos Calderón: "Un hombre busca una mujer", "Cuestión de piel", "Fría como el viento", "Tengo todo excepto a ti" o "Entrégate".
En un momento dado, el dron que lleva toda la noche zumbando alrededor del escenario hace una atrevida acrobacia y le pasa a Luis Miguel entre las piernas. Luego lo capturará, lo meneará y apuntará con su cámara hacia el público en un juego que solo él entiende. Ese juguete de niño grande es de las pocas novedades de este nuevo Luis Miguel.
Hasta aquí el concierto discurre sin pausa y sin que nuestro hombre se haya desabrochado siquiera el botón de la chaqueta. Pero aparece el mariachi para darle un respiro y que se cambie de ropa. La banda entretiene al público con un medley popular y voces en playback antes de que el cantante vuelva al escenario, ahora descorbatado, con camisa negra de seda y chaleco. Con la petaca del micro en la mano canta "La fiesta del mariachi", la esperada "La Bikina" –que corea todo el estadio a voz en grito y que suena casi como un cántico deportivo– y "La media vuelta" de José Alfredo Jiménez acompañada de confeti tricolor.
Ahora te puedes marchar
Para entonces el público estaba por la labor de que el concierto se transformara en verbena. Pasadas las once se levantó la brisa en la calurosa noche madrileña y llegaron los refrescantes éxitos que quedaban por despachar –"No me puedes dejar así", "Palabra de honor", "La incondicional", "Te propongo esta noche", "Ahora te puedes marchar", "La chica del bikini azul", "Isabel"–. Mientras la organización soltaba decenas de gigantescos globos negros con las iniciales LM impresas en oro para que el auditorio jugara con ellos, llegaba "Cuando calienta el sol" como himno final.
Luis Miguel brincó y disfrutó y pareció hasta conmoverse ante el cerrado aplauso de despedida antes de abandonar el escenario. Eran las 23:40. Parecía que iba a conceder el bis. Hasta las pulseras luminosas teledirigidas que llevaban los espectadores emitieron un esperanzador destello final. Quedaban canciones en el tintero. El Bernabéu lo pidió: primero coreando un oé oé oé, luego con el clásico otra, otra, finalmente silbando. Pero Luis Miguel se lo negó. Hubiera dado tiempo antes del toque de queda municipal, fijado a las 12 en punto. Pero se encendieron las luces y volvió a sonar George Benson. Y un público satisfecho pero no entusiasmado, y un poco incrédulo ante la frialdad del ídolo, abandonó el estadio. ¿No me puedes dejar así? Ahora te puedes marchar.
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hace 7 meses
Estuve en el concierto y salí con las sensaciones que ud. describe. Vi a Luis Miguel muy «divo» , y creo que ahora no lo es ( no sé si lo fue en el pasado), no se arriesgó nada con su voz y ofreció demasiadas veces el micro al público. Creo que compararse con Frank Sinatra o Jakson le viene muy grande, Sinatra nunca dirigiria el micro al respetable. Solo los incondicionales pueden salir contentos de un concierto donde no hubo ni un bis ni un gesto a la audiencia. Luis Miguel, no me espere en el próximo.
hace 7 meses
Usted «periodista» si es que se le puede llamar asi, si lo ponen en un karaoke no da la talla así que deje de hablar cosas que no son, su forma de escribir la nota es una pena para llamar la atención , y es todo lo contrario a lo que la gente disfruto, vivió, vaya usted aprender de música y aprender a entonar para poder hablar de un cantante de la talla de Luis Miguel.
hace 7 meses
Usted periodista deberia de escuchar bien porque Luis Miguel no es cualquier cantante…. Su forma de escribir la nota me da asco.