Habla bajito, escucha atento, saborea también lo efímero, toca lo áspero, mira con los ojos cerrados los sueños.

Porque los cinco sentidos es todo y nada más. Y ya, al principio, nos dicen que esta obra de teatro no pide aplausos, pide silencios. Pide dormirse. La vida es sueño [el auto sacramental] llevado a su praxis, a lo onírico, a los sentidos, a los cuatro elementos: el agua, la tierra, el fuego, el aire. 

Cada uno de ellos lucha por dominar, por imponerse. ¿A quién? Lógicamente, al hombre, a la humanidad, al verbo, a la palabra. Porque la palabra es el poder, y la palabra ocupa el centro del espacio. Pero no son solo las palabras, también son los sonidos. el suelo cruje, el cielo clama, los ríos cuchichean, el mar susurra, el fuego protesta, las sombras acechan. Toda la naturaleza nos dice algo. 

Y en este montaje de Los números imaginarios Ensamble bajo los auspicios de la Compañía de Teatro Clásico querrán, quieren, lo consiguen, que sintamos, que cerremos los ojos, que nos tumbemos en el suelo, que soñemos, que nos dejemos llevar estando quietos, que seamos mejores personas, que dejemos la rabia para otro momento, que fusionemos acción con relajación, pensamientos con sentimientos. 

Dormir para soñar

Con dramaturgia de Gon Ramos, Luis Sorolla, Carlos Tuñón y el equipo del Ensamble, haciendo una fusión de los dos textos de Calderón, nos espetan a soñar. A dormir, porque “los sueños, sueños son”. A escuchar con los auriculares puestos, a aislarnos de nosotros mismos, pero no a esconder la cabeza, no. Que si escuchamos atentamente oiremos hablar a la tormenta, sentiremos la sociedad viva, aunque también nos haga falta que nos canten una nana, y en el sonido del silencio nadie ofende a nadie. No son necesarios los debates: debemos fijarnos en dónde se refleja la luz de los espejos. 

Tuñón dirige este peculiar proyecto. Escucha, habla bajo, siente, sueña, duerme. El  Nessun Dorma de Puccini no viene al caso, y tampoco es cuestión de “morir que es dormir, tal vez soñar”, de Shakesperare. Aquí no. O Platón, el hombre que vive en un mundo de sueños, de tinieblas, cautivo en una cueva de la que solo podrá liberarse haciendo el Bien.

Con dramaturgia de Gon Ramos, Luis Sorolla y Carlos Tuñón, el equipo del Ensamble refunde los dos textos de Calderón. / Sergio Parra

Aquí estamos con Calderón. Que nos dice la libertad, que se opone a un destino que no es el suyo, que “el mayor bien es pequeño”, la templanza, la razón, la justicia, la soledad, las creencias… es tiempo de.

Es tiempo de vorágine. De vez en cuando, conviene un alto en el camino como el de esta propuesta. Es tiempo de elección, y por ello de reflexión. Es tiempo de preguntas, y de que no sean necesarias las respuestas. Es tiempo de apologías, y de honradez ante ellas. Es tiempo de oligarquías, sensatez. La vida es sueño, relájate. Es tiempo de soñar.

LA VIDA ES SUEÑO [EL AUTO SACRAMENTAL]

De Pedro Calderón de la Barca

Dirección: Carlos Tuñón

Una producción de Los números imaginarios Ensamble

Teatro de la Comedia - Sala Tirso de Molina (Madrid). Hasta el 4 de junio