Fui vuestro administrador, casi consejero, velé por vuestros intereses, me desvivo por esta hacienda ¿y ahora me pagáis así? 

Eso piensa tío Vania, entregado, al que todo se le va de las manos. El amor que siente por la segunda mujer de su cuñado, el ver que otro también la desea y tiene más posibilidades que él, y el fatuo del marido de su hermana (ya fallecida) que ahora pretende deshacerse de todo. No, esto no puede acabar así. 

En esta trama de sociedad de 1900, Antón Chéjov nos plantea el hastío de la vida, de las relaciones personales, la pobreza de ciertos objetivos. Tedio, desconocimiento, apariencias, todos los personajes muestran sus debilidades. Vania está cansado de trabajar para otros y no ser reconocido, de hacer siempre, toda la vida, lo mismo. La sobrina, Sonia, no halla su lugar tampoco; ni es niña, ni es mujer, se siente un pegote. Elena, la segunda mujer del propietario y crítico de arte, reprime sus sentimientos, pero no es capaz de renunciar a la buena vida. El médico, amigo de la familia, quiere más, pero es conformista. Y el supuesto propietario de la casa y de la finca, aparte de sus achaques, no sabe llenar sus vacíos actuales. 

Pues bien, todo esto lo recoge Juan Pastor, que como director y firmando la versión, nos trae a los personajes en un recuerdo de aquello. En una nebulosa de aquel tiempo, llano, sin alicientes, cautivos unos de otros, tristes por sus frustraciones que se contagian unos a otros. 

El elenco está excelente: Luis Flor, María Pastor, Alejandro Tous, Gemma Pina, José Maya y Aurora Herrero, vencedores de sus respectivos personajes, dueños de la defensa de cada uno de ellos. 

Amagos e intentos

Encuentros y desencuentros, cada uno tiene su propia perspectiva, y cada uno tiene su derrota que pretende callar. Se convierte en espacio vacío, de crispación y, al mismo tiempo, de sosiego, van buscando la piedad, la debilidad del otro, y se queda todo en amagos, en intentos, hasta los tiros de un arma se fallan incomprensiblemente. 

Van vestidos, pero se muestran desnudos, inocentes, sin urgencias, arrastrando las losas de sus propias acciones, familia que hace aguas por casi todas partes, menos por una, quizás, la que mantienen Vania y su sobrina. Es, y tienen, una rebeldía apagada, es un recuerdo de siesta, una ceremonia donde todos fingen y se imponen el aturdimiento de la apariencia. 

La puesta en escena se muestra elegante, como la sociedad de la época, con estrellas que brillan en ellos, pero sin luna que aparezca y los ilumine, habitantes de un tiempo pasado, donde lo mejor es el silencio, porque las palabras son siempre las mismas. 

Cartel de 'Tio Vania'.

TÍO VANIA

Reparto: Luis Flor, Alejandro Tous, María Pastor, Gemma Pina, Aurora Herrero, José Maya

Vestuario: Teresa Valentín-Gamazo

Versión y dirección: Juan Pastor

Una producción de Guindalera Teatro

En el Teatro Fernán Gómez de Madrid hasta el 28 de enero