¿Por qué España, con unas de las medidas más estrictas de Europa, tiene uno de los peores resultados de la pandemia de coronavirus?" La pregunta se la hacía este jueves la oposición al ministro de Sanidad, Salvador Illa, en la Comisión de Sanidad del Congreso, donde éste ha repetido varias veces que el nuestro es uno de los países con las medidas de confinamiento más duras de toda Europa. Algo que es cierto y que se traduce, por ejemplo, en que los niños españoles sean los únicos que no pueden salir a la calle o que no se pueda salir en solitario a hacer deporte.

España encara la quinta semana con estas medidas de confinamiento pero, sin embargo, mantiene unos índices de mortalidad por millón de habitantes que actualmente solo supera Bélgica (entre los países con más de un millón de habitantes). El nuestro es también uno de los países con más casos de COVID-19 por millón de habitantes, por delante de Italia o Francia, según Worldometers, que utiliza datos oficiales de los países. La tasa de letalidad del virus en España - que oscila en el 10% - está por detrás de la de Francia, Italia, Reino Unido o Bélgica, pero muy por delante de la de Grecia, Portugal o Alemania.

Un reciente ránking elaborado por la consultora hongkonesa Deep Knowdlege Group situaba a España a la cola de los países más seguros de la Eurozona respecto al coronavirus. El análisis clasifica a través de 72 parámetros no solo los niveles de riesgo para la salud (por propagación o mortalidad de la infección) sino las posibles consecuencias sociales, económicas y geopolíticas.

Pero, ¿qué han hecho el resto de países y en especial Portugal o Grecia, que a priori parten de un sistema sanitario y una situación económica más vulnerables, para contener mejor la epidemia que España? "España ha tomado medidas muy drásticas, pero las ha tomado tarde, al inicio se trató de minimizar lo que luego se convirtió en pandemia y eso nos hizo perder un tiempo muy importante", apunta el consultor sanitario Ignacio Riesgo.

La rapidez de reacción de los distintos países al coronavirus ha sido precisamente la clave del éxito de portugueses y griegos a la hora de contener la epidemia. Ambos países - además de otros como Suecia o Bélgica, tomaron las medidas de confinamiento mucho antes que España, Italia o Francia o Reino Unido.

Tanto Portugal como Grecia suspendieron eventos, cerraron colegios y tiendas antes de llegar al tercer fallecimiento por COVID-19 mientras que en España se esperó entre nueve y 14 días para hacerlo. Las diferencias en el impacto en el tiempo de las medidas las calculaba un reciente informe de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada que a finales de marzo estimaba que haber adelantado en España el confinamiento una semana (del 14 al 7 de marzo) hubiera hecho caer un 62% los contagios.

Para Salvador Peiró, doctor especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, efectivamente "el éxito, entendido como no saturar los servicios sanitarios, se relaciona con la reacción al inicio de las fases de difusión, un aspecto más obvio cuanto más tarde se inició esa fase en cada país". Este investigador, miembro de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), estas dos velocidades se observan también en España, donde mientras todas las comunidades autónomas iniciaron el confinamiento casi de forma simultánea, "algunas, como Andalucía, Murcia, Canarias o Baleares estaban en una fase menor de desarrollo de la epidemia que otras como Madrid y eso se ha reflejado en su volumen de ingresos hospitalarios y fallecidos".

Madrid es la región de España que más ha sufrido el azote del COVID-19, lo mismo que le ha pasado a otras grandes urbes como Milán, Nueva York o Munich. Las conexiones internacionales de estas ciudades y su propia estructura urbana - el transporte público, los eventos multitudinarios - han marcado la rápida evolución y están detrás del éxito de otros países como Grecia. El epidemiólogo Takis Panayiotópulos, miembro de la comisión de expertos del Ministerio de Sanidad griego para el coronavirus, afirmó a EFE que "el retraso de la llegada del virus se debe probablemente a que Grecia tiene un menor número de vuelos internacionales que Italia o España".

Otro factor ha sido también clave en Grecia y es el impacto de la crisis en países vecinos como Italia en un país que había sufrido los peores estragos de la crisis de 2008 y que habían impuesto los más altos recortes en Sanidad. La investigadora de la Universidad de Londres Stella Ladi explicaba en The Conversation que precisamente ese reconocimiento de la situación de partida había influido en la rápida y drástica respuesta del Gobierno griego que ha conseguido - al menos de momento - contener la epidemia sin saturar su maltrecho sistema de salud.

Coincide Juan Ernesto del Llano, director de la Fundación Gaspar Casal, quien asegura que "Portugal y Grecia acertaron en anticiparse y decretar el confinamiento ante la sospecha de lo que venía, razón que explica el menor número de contagios". Sin embargo, para este investigador no se pueden aislar las medidas de los contextos culturales donde la mayoría de los países están "aprendiendo en base a ensayo-error". No en vano Del Llano escribía hace unos días en su blog cómo "es curioso ver cómo los epidemiólogos responsables en cada país recurren al mismo gráfico, y a la misma idea de que el objetivo es aplanar la curva y evitar el colapso de los servicios sanitarios, para justificar medidas opuestas. La ciencia no puede ofrecernos certidumbres en escenarios con tantos factores desconocidos que interactúan a la vez".

El factor de la población vulnerable

El envejecimiento de la población - que ha determinado el número de población vulnerable frente al coronavirus - ha sido uno de los factores determinantes para la mala evolución de la epidemia en España, donde según Peiró "si se extrayesen los datos de residencias España no tendría una peor situación que otros países". No en vano seis de cada 10 fallecidos en España tiene más de 70 años y ellos han sido los más perjudicados por la saturación del sistema sanitario.

El investigador explica cómo ha sido éste uno de los mayores fallos del país, "permitir la entrada del virus a través de las residencias de mayores o las urgencias, donde la mayoría de la población que acude es de este rango de edad". Es a su juicio el sistema español de urgencias, donde es habitual realizar esperas de varias horas en salas con multitud de pacientes, otro de los vectores que no se ha dado en países de Europa como Centro Europa donde el sistema de seguros no funciona así sino a través de consultas en que no se dan esas aglomeraciones.

No sólo por la estructura de las urgencias, sino por "otras debilidades" que han salido a la luz en esta epidemia considera Ignacio Riesgo que España ha manejado peor el COVID-19. "España partió de una falsa confianza de ser el mejor sistema sanitario del mundo, lo cual es una falacia. Lo explicaba un informe de la OCDE [Organización para la Cooperación y en Desarrollo Económico] en marzo. España tiene un déficit de camas y de camas de UCI así como de enfermeras", afirma el consultor.

A los problemas del sistema para manejar el pico de la epidemia, que se ha traducido en saturación del sistema sanitario especialmente en las comunidades más afectadas, se ha unido el lastre de la enfermedad en el personal, cuyas tasas de contagio en España están a la cabeza de todo el mundo y no se han dado en los países que han controlado la propagación del virus en fases más tempranas. Riesgo se muestra también crítico con la actuación de Sanidad donde cree que "el Ministerio ha mostrado poca capacidad de gestión y debilidad ante la importancia de asegurar la protección de los trabajadores y la compra de mascarillas y otros equipos".

Este consultor cree que otro de los fallos de España ha sido la falta de realización de tests desde el inicio de la epidemia. Es cierto que el portavoz del Comité Técnico de Gestión del Coronavirus, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, repitió al inicio de la epidemia que no tenía sentido "hacer test a la población asintomática porque se podía crear una falsa seguridad" frente al virus.

España utilizó la estrategia contraria a otros países como Corea del Sur o en Europa Alemania, país que no en vano partía con la ventaja de localizar la mayoría de laboratorios de reactivos (necesarios para la realización de pruebas diagnósticas) y por lo tanto que contaba con la posibilidad de hacerlos. "La situación de Alemania era muy distinta a la del resto de Europa, tenían sus fábricas y de hecho se cerraron a la exportación. Eso ha influido junto con otros factores de su sistema sanitario, como el del elevadísimo número de camas de UCI, que han marcado su contención de la epidemia", indica Peiró, no tanto como el PIB, que "marcará más la respuesta futura a través de la capacidad de endeudamiento así como la respuesta de los sistemas productivos en la vuelta del confinamiento".

Por ello el investigador de Sespas apunta a que en esta pandemia - donde aún no se ha escrito el guión completo, pues apenas estos días empiezan las fases de desescalada en Europa - esta primera fase será determinante para su evolución. "En los países donde se ha iniciado antes el confinamiento, como Portugal o Grecia, el porcentaje de población infectada será presumiblemente más bajo y por tanto tendrán que realizar un desconfinamiento muy cuidadoso porque la susceptibilidad de sus habitantes es muy similar a la que tenían cuando decidieron iniciar el confinamiento, y el virus sigue circulando por el mundo".

Así, explica Peiró, habrá que esperar a los estudios de seroprevalencia - testeos poblacionales para averiguar el porcentaje de población infectada, que España espera iniciar en pocos días tras algún retraso- para conocer más el porcentaje de la población infectada y, en consecuencia, iniciar la estrategia de desescalada: "Para que la epidemia se frene por sí sola hace falta que haya pasado la infección entre el 60 y el 70% de la población y probablemente estamos lejos de esas cifras. Hay que pensar que pese a la impaciencia que genera el confinamiento, estamos corriendo una maratón, no los 100 metros". Muchos kilómetros para los que la mayoría de los países - entre ellos España - aún está trazando su ruta.