Finalmente, ha sido elegido Papa Robert Prevost. Se trataba de uno de los nombres que manejábamos en la quiniela de El Independiente, publicada el pasado miércoles con el inicio del cónclave. Era lo que solemos llamar un "tapado": un candidato que no figuraba entre los principales favoritos para suceder a Francisco, pero cuyo perfil apuntaba a una línea de continuidad sin ruptura, aunque con un estilo menos impetuoso que el del pontífice difunto.

Quienes le conocen bien lo describen como una figura de consenso, una "tercera vía", capaz de dar continuidad a las reformas impulsadas por Francisco, muchas de las cuales aún se encuentran en proceso y requieren un impulso decisivo. Prebost es profundamente conocedor de América Latina: fue misionero agustino, y es tanto el primer agustino como el primer estadounidense en ser elegido Papa. Aunque nacido en EE.UU., está nacionalizado peruano y su madre es de origen español.

Hoy, desde la Plaza de San Pedro, ha pronunciado parte de su primer mensaje en español, dirigido a su diócesis. Quienes respaldaban su candidatura en los días previos al cónclave —con quienes tuvimos la oportunidad de conversar— coincidían en señalar su capacidad para tender puentes entre las distintas corrientes que conviven dentro de la Iglesia. Representa bien la diversidad del Colegio Cardenalicio, compuesto por 133 cardenales nombrados a lo largo del pontificado de Francisco.

Estamos, por tanto, ante un Papa que conoce en profundidad la realidad pastoral de la Iglesia, que ha trabajado en el terreno como misionero y que posee la sensibilidad necesaria para dialogar tanto con los sectores más conservadores como con aquellos que apuestan por reformas profundas. Su elección parece responder al deseo de mantener el rumbo transformador marcado por su predecesor, al tiempo que fortalece la unidad dentro del Vaticano y de la Iglesia Católica en su conjunto.