Estos juegos, ya saben, terminan cuando todos se dan por ganadores, que a lo mejor sólo significa asumir cada uno su parte en la estafa. En este póquer de vaqueros, boticarios y tenderos que han estado jugando PP, Cs y Vox con Andalucía, al final nadie ha salido con un dos de corazones sangrando en el pecho, ni con todas las monedas y dientes de oro del tapete, ni con el rancho embargado. Yo, la verdad, esperaba más. Más suspense, más sillas rechinando, más pianistas sudando, y hasta alguien rodando por el suelo de aquí a dos meses. Pero ya ven, después de tanto escupitajo de perdigón en la cantina, de tanto farol con ojos de serpiente y de tanto sombrero mexicano entre el sueño y la amenaza, todo se ha resuelto de repente, tras los turrones, como si sólo estuvieran esperando a que se terminara la cesta de Navidad. Tiene guasa: un desafío de cowboy que termina justo cuando llegan las rebajas, para ir a comprarse todos las botas.

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