Probablemente haya intentado comprar un mueble estos últimos meses y no haya conseguido más que la mitad del mismo, o las patas o el armazón. O no ha podido hacerse con el coche que estaba esperando, con el móvil o con la videoconsola que ya tenía encargada. No es el único.

La crisis global de suministros está suponiendo un reto para la economía mundial, con problemas de abastecimiento en sectores de todo tipo que, además, no se espera que se solucionen hasta mediados del próximo año. A este problema se suma el alza de los precios de la electricidad, en máximos históricos desde finales de verano, y el retraso en la llegada de los fondos europeos frente a lo que había previsto el Gobierno.

Esta serie de factores ha llevado a los diferentes organismos y casas de análisis que habitualmente elaboran predicciones sobre cómo avanzará la economía a concluir que España este año va a crecer menos de lo que se suponía hace unos meses. El Gobierno pronosticó en octubre del año pasado que el PIB crecería un 9,8% en 2021 y eso quedó atrás tiempo ha, pero la última estimación (6,5%, que mantiene desde abril) tampoco parece que pueda cumplirse.

Así lo han venido ratificando unos y otros, del Fondo Monetario Internacional (FMI) al Banco de España o la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), durante las últimas semanas. Igualmente lo han hecho servicios de estudios como BBVA Research o la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas). Ninguno de ellos opina que España pueda crecer este año por encima del 6,3%, siendo Funcas la más pesimista: no da más de un 5,2%.

Y, como último clavo en el ataúd, han llegado este viernes las cifras de crecimiento de PIB del tercer trimestre, que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE). Según este organismo, la economía española avanzó solo un 2% de julio a septiembre, por debajo de lo que esperaban los analistas (2,7% era la previsión de consenso).

El INE ya rebajó en septiembre el crecimiento que el PIB español había experimentado en el segundo trimestre, dejándolo en el 1,1% frente al 2,8% que anunció en junio, lo que ocasionó una oleada de revisiones de previsiones a la baja. Y el dato de este viernes habrá de ser estudiado detenidamente por los próximos que publiquen sus cálculos, como la Comisión Europea, que lo hará el día 11 de noviembre.

En cualquier caso, los datos apuntan a que, si ya antes de conocer este dato de PIB los analistas veían muy difícil confiar en las cifras del Gobierno, tras él, se hace prácticamente imposible que se ajusten a la realidad. Además, los lastres que amenazan la recuperación de la economía española, de los altos precios de la energía a los cuellos de botella, no parecen de fácil resolución.

Desde BBVA Research prevén que las subidas de los precios continúen elevadas «al menos hasta el segundo trimestre de 2022», con inflaciones del 4, 5, o incluso 5,5 como este mes, sobre todo por la incertidumbre sobre cuándo se van a estabilizar los precios del gas y de la electricidad. Hasta febrero, sus economistas no estiman que puedan contar con más certezas sobre cuándo se va a estabilizar el precio de la energía.

Además, se trata de factores que repercuten directamente en el consumo. Durante este tercer trimestre, el consumo de los hogares se ha reducido un 0,5% frente a los tres meses anteriores, a pesar de que se esperaba un tirón nunca visto e impulsado por el ahorro que los españoles acumularon el año pasado.

Pero los expertos apuntan a que si los bienes se encarecen porque las empresas empiezan a repercutir la subida de la energía en sus productos, los consumidores empiezan a ser más precavidos y, por tanto, cae la demanda. Lo mismo sucede si no llegan los artículos que buscan comprarse, como los coches, que representan una parte importante de la cesta de gasto de los españoles.

«Si esto se enquista y vamos a más inflación, puede matar un poco la recuperación del consumo, si vemos que el precio de los coches sube -porque no hay coches- se empiezan a encarecer, se reduce la demanda; si los productos electrónicos se van encarecer porque no hay microprocesadores, lo mismo; si la ropa se va a encarecer porque la electricidad ha subido y eso implica un incremento de los costes, podemos consumir menos…», señala el economista jefe para España de BBVA Research, Miguel Cardoso.

En conjunto, puede resultar que las previsiones económicas «absolutamente realistas» del Gobierno, como las ha calificado la ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, no lo sean tanto. Para los expertos es el mayor riesgo, porque si no se cumple el crecimiento esperado, tampoco se ingresa ni se gasta como estaba previsto.

Ahora, el Ejecutivo deberá llevar al Congreso de los Diputados unas cuentas en entredicho tanto por las instituciones como por los servicios de estudios y la oposición (el líder del PP, Pablo Casado, aseguró esta semana: "Las previsiones del Gobierno se van a quedar en papel mojado"). Otra opción será corregir sus números antes de hacerlo, pero para eso deberá modificar todo el libro amarillo de los presupuestos generales del Estado (PGE), reto que no se antoja fácil ni rápido.

Por ahora, tan solo la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) respalda los números de Calviño y Montero e incluso cree que el crecimiento estará ligeramente por encima (6,8%) de lo que ellas estiman (6,5%). Si no corrige sus números pronto, claro.