Nunca tuvieron rival. Jamás nadie les disputó el favor del presidente de Gobierno de turno. Siempre fueron correspondidos, a derecha e izquierda, cortejados cuando sus votos fueron esenciales. El ritual se había convertido en rutina; negociación, advertencia y acuerdo in extremis. Incluso en un manual de buenas prácticas negociadoras imitado en otros lares. En él, el último episodio de la secuencia era la escenificación en Euskadi de los logros arrebatados a ‘Madrid’. Ocurrió con Aznar, con Zapatero, con Rajoy y lo hizo con el primer y breve Ejecutivo de Sánchez. Pero en el ‘matrimonio concertado’ en el que han sabido nadar los nacionalistas moderados ha irrumpido un nuevo rival: EH Bildu.

Hasta ahora la izquierda abertzale sólo había revoloteado para cuestionar el juego del PNV, su danza por ‘un plato de lentejas’. Pero ahora Otegi ha decidido que es tiempo de cambiar de estrategia, de aprovechar debilidades, exprimir oportunidades y reinventarse. La debilidad la dan los números del Gobierno, la oportunidad la sintonía con Podemos y la necesidad, mutar en el nuevo tiempo sin ETA que fuerza a resituarse en Euskadi.

El pulso entre Sabin Etxea y EH Bildu es evidente. Los dos se disputan el ‘amor’ preferente del Gobierno. Por el momento ambos lo reciben por lados diferente, uno desde el PSOE y otro desde el ala morada de Moncloa, Unidas Podemos. Pero el PNV ha reivindicado esta semana que es hora de elevar la apuesta, de comenzar a poner orden en el Ejecutivo que respaldan y en sus alianzas. Y el ‘orden’ supone que ellos deben seguir siendo la apuesta prioritaria de Sánchez.

El terremoto venía dando síntomas de producirse desde meses atrás. El acuerdo sin previa comunicación para derogar la reforma laboral –convertida en papel mojado por ahora- que cerró el PSOE con Bildu para prorrogar el Estado de Alarma, encendió la luz roja: la izquierda abertzale ya no sería la HB, Amaiur o Euskal Herritarrok que viajaba a Madrid a reivindicar imposibles o a escenificar la maldad del ‘Estado represor’ pero que no disputaba logros ni medallas.

Socios de 'primera' y 'segunda'

Ahora los de Otegi acaban de certificar su disposición a ser un agente activo y un apoyo clave para el Gobierno multicolor de Sánchez. Es hora de hacer sombra al pragmatismo del PNV y competir por ser otro ‘voto útil’ en la disputa electoral vasca.
Desacreditar a EH Bildu y advertir al Ejecutivo ha sido la estrategia del PNV para contrarrestar la amenaza de la izquierda abertzale. La paciencia tiene límite y el ‘depósito de gasolina’ podría agotarse, recordó varias veces el PNV a Sánchez durante la pandemia. Una advertencia modulada con mensaje de que no había nada que temer sino que felicitar por la ‘peneuvización’ de Bildu y su disposición a hacer política en Madrid. Ortuzar no se ha cansado en subrayar que el original son ellos y la copia los de Otegi, los que no hace mucho les acusaban de ‘venderse por un plato de lentejas’.

La negociación presupuestaria ha puesto al PNV en el espejo de la nueva realidad. Sus votos podrían nos ser imprescindibles. Hay combinaciones posibles para quedar relegado. Ante EH Bildu ha establecido una suerte de clasificación de socios, los preferentes y estratégicos como ellos y los impredecibles y poco de fiar como EH Bildu. Una llamada indirecta al presidente Sánchez para reservar su ‘amor’, el de verdad, a su más estable “socio estratégico” y no al aliado preferente de Iglesias.

En el PNV reiteran que los presupuestos ellos los negocian con el interlocutor importante, con el PSOE y sus ministros, y que es la izquierda abertzale la que debe conformarse con el segundo escalón, “el que no decide”, que representan Pablo Iglesias y Unidas Podemos, el socio débil del Gobierno. Sin embargo, por el momento parece que es la izquierda abertzale la que lleva ventaja en el pulso. El anuncio de Otegi de que con toda probabilidad apoyará las cuentas ha hecho saltar por los aires el manual de negociación del PNV, el mismo que empleó con gobiernos anteriores, y ha aflorado el nerviosismo de Sabin Etxea.

Sabe que esta vez no puede abandonar el barco, que está atrapado en él. La alternativa podría precipitar un escenario que, hoy por hoy, los jeltzales consideran peor: un regreso de la derecha. El miércoles fue el presidente del PNV quien mostró su enfado por verse relegado. Un día antes había sido su portavoz, Aitor Esteban quien lo hizo. Las palabras del presidente de Gobierno recordando al PNV que es su socio favorito ya no son suficientes, “los hechos se demuestran andando”, dijo. Ortuzar remató un día más tarde llamando a Sánchez a poner orden, a dar “un puñetazo en la mesa del Consejo de ministros”, para controlar a Unidas Podemos y su líder y vicepresidente segundo, Pablo iglesias.

La sombra de Bildu

El PNV siempre ha apelado a la estabilidad, al orden y a la necesidad de cuidar las instituciones. La escena de un partido de Gobierno enmendándose a sí mismo junto a Bildu y Podemos -presentando una enmienda para frenar los desahucios- es un “desvarío”: “Somos imprescindibles para que no caiga este castillo de naipes”, aseguró el dirigente nacionalista.

Por ahora la presión del PNV parece seguir surtiendo efecto. Un día más tarde, Esteban se precipitó –en contra de su manual de estilo- a avanzar un primer lote de acuerdos pese a estar la negociación aún en marcha: la derogación del impuesto del diésel, 50 millones para la máquina herramienta, el soterramiento de un paso a nivel y cambios en la FP dual. Anuncios hechos antes de que termine el diálogo para pactar las cuentas y de anunciar cuál será el sentido de su voto con las cuentas. La sombra que ya empieza a hacerle Bildu obliga a contrarrestar cuanto antes con medallas apresuradas de socio preferente y con demostraciones de capacidad para hacer rectificar al Gobierno.

Y el viaje de logros debe incluir a partir de ahora el del desgaste del resucitado rival por el pragmatismo en Madrid. El presidente del PNV llegó a acusar a los de Otegi de plagiarle enmiendas a los presupuestos, casi en su literalidad, “con el mismo enunciado y prácticamente el mismo enunciado económico”. La lista de acusaciones y sospechas se completa afirmando que debe existir una suerte de ‘agenda oculta’ entre Bildu y el Gobierno que explique el apoyo y sintonía que muestra el lado morado del Ejecutivo con la bancada de Mertxe Aizpurua.

Hasta ahora EH Bildu guarda silencio, no hay ‘peaje’ revelado al apoyo presuntamente incondicional al presupuesto que avanzó Otegi. Incluso la líder del PSE, Idoia Mendia le reforzó al asegurar que se trataba de un respaldo ‘gratis et amore’. En Sabin Etxea saben que en política nada es gratis. Ortuzar insinuó que la izquierda abertzale ya ha recibido un pago, no menor, “dejándose utilizar”: “Le blanquea como opción válida para hacer política sin ninguna muesca del pasado”.

Dejar de ser imprescindible

El temor del PNV no es sólo dejar de ser imprescindible en Madrid, sino que se abran puertas a nuevas opciones en la política vasca. Por el momento parece una posibilidad remota, pero no imposible. El socialismo vasco actual no se entiende ni con Podemos ni con Bildu. La histórica convivencia entre el PSE y el PNV que ha fraguado numerosos gobiernos de coalición es sólida. Es la que hoy gobierna el Ejecutivo de Urkullu, las tres diputaciones, las tres capitales y no pocos ayuntamientos vascos.

El exlehendakari José Antonio Ardanza aseguró el miércoles pasado que el cambio de estrategia de Bildu en Madrid era una vuelta a “la casa del padre”, del PNV, cual ‘hijo pródigo’ por parte de ese mundo. Horas después Sortu recordaba que su objetivo no era secundar el respaldo “al régimen” del PNV durante décadas en Madrid sino “tumbarlo definitivamente” en favor del logro de derechos sociales.

La duda que sobrevuela el PNV no es que Bildu haga política sino que distorsione el control del ‘oasis vasco’. Los nacionalistas saben que los caminos de la política son insospechados, las balanzas complicadas de equilibrar y los éxitos… pendientes de amores correspondidos.