Quienes les precedieron no se lo creerían; los suyos saliendo al rescate de un Gobierno de España y ocupando un puesto relevante en la ‘dirección del Estado’. En la tribuna que ellos ocuparon tiempo atrás sólo cabían las advertencias, los reproches y las amenazas. Aliarse con el enemigo “represor” que empleaba las instituciones para arremeter contra “la identidad del pueblo vasco” era poco menos que cometer traición a la Nación vasca. Eso era algo propio del PNV, a quien siempre se debía reprobar que se vendía a España por “un plato de lentejas”. Varios lustros después, quien ‘cocina las lentejas’ del Estado es el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, quien las ‘sirve en la mesa’ es su vicepresidente segundo y quien ahora las compra y consume es el dirigente de la izquierda abertzale, Arnaldo Otegi.

Es un plato que se le podría atragantar al presidente del Gobierno pero todo apunta que podrá digerirlas sin mucha dificultad. El apoyo a las cuentas que ayer avanzó el líder de la izquierda abertzale, el mismo que ya ocupaba lugares de relevancia en la Herri Batasuna que diseñaba ‘perfomances’ en las instituciones españolas en tiempos de Felipe González y José María Aznar, suscitó un gran revuelo. El rechazo llegó no sólo desde las formaciones de la oposición sino también desde los principales colectivos de víctimas.

Desde que en junio de 2018 Sánchez accedió a la Moncloa ha recurrido la izquierda abertzale. Y viceversa, desde que la coalición PSOE-Unidas Podemos gobierna, Otegi ha rebajado su tono, sus reproches y ha accedido a entenderse con el Gobierno de España. La conversión institucional de la izquierda abertzale sumó ayer el anuncio más relevante: el apoyo a unos presupuestos de España. Es el eslabón más importante en el largo proceso de transformación que Otegi puso en marcha hace más de una década para facilitar el final de ETA, primero, y revestir después con ropajes nobles un nuevo y desconocido perfil político pactista e institucional en España.

Para la renacida izquierda abertzale ‘postETA’ uno de los objetivos prioritarios pasa ahora por consolidar la reconversión de Bildu. El reto es pasar de ser un partido-pancarta en Madrid a una formación útil capaz de logra acuerdos beneficiosos. Hasta ahora la utilidad de los acuedos en Madrid era argumento casi exclusivo del PNV. Ese ha sido el reparto de papeles que han interpretado unos y otros desde la recuperación de la democracia. Desde que salió de prisión en 2016 Otegi se ha propuesto competirle el pragmatismo tangible en Madrid al partido de Ortuzar. El apoyo a la moción de censura contra Rajoy y la posterior investidura de Sánchez, fue sólo el punto de partida para activar la mutación; de la radicalidad al pragmatismo.

Crítica de seda a Sánchez, de hierro a Urkullu

Hubo una época en la que los de Otegi sólo viajaban a las Cortes para amplificar sus reivindicaciones, escenificar sus críticas al Gobierno y subrayar la imagen de “enemigo de los vascos” de las instituciones españolas. En 1995 el entonces portavoz de Herri Batasuna, Jon Idigoras, pidió encarecidamente a González que sacara sus “sucias manos” de Euskadi, “¡dejadnos vivir en paz!”. Fueron años en los que la tribuna se convirtió en un escaparate en el que plantar cara al poder del Estado, exhibir fotografías de torturas o hacer proclamas en defensa de los presos y su lucha y reivindicar la independencia. También tiempos en los que la violencia impactó directamente en HB y en el Congreso en vísperas de su constitución. El 20 de noviembre de 1989 la ‘guerra sucia’ se manifestó con el atentado en el que murió a tiros el diputado electo de HB, Josu Muguruza.

Históricamente la izquierda abertzale ha recurrido al Congreso y el Senado como escenario para aglutinar y ampliar el apoyo a la lucha de la izquierda abertzale. Fue aquella izquierda abertzale que hoy lidera Otegi la que despreciaba las instituciones. La misma que ideó la fórmula de la jura de la Constitución “por imperativo legal” o la que despreciaba los escaños concurriendo a las elecciones para luego no ocuparlos.

Ahora cada uno de sus cinco asientos en la Cámara Baja deben ser rentables, útiles. La nueva izquierda abertzale ya no eleva la voz en Madrid. Lo hace en Euskadi a Urkullu pero lo evita en la capital del Estado a Sánchez. Para el presidente del Gobierno se reserva la crítica modulada y medida, no en vano, según avanzó ayer Iglesias, EH Bildu está ya en uno de los puestos de “dirección” del Estado.

Ahora el ‘plato de lentejas’ como modo de venderse lo esgrime el PNV hacia Bildu. Lo hace recordándole su pasado de desprecio institucional al mismo tiempo que, con la boca pequeña, le da bienvenida al ejercicio real de la política. El primer episodio de la conversión se vivió durante la moción de censura y el apoyo al candidato del PSOE para derrocar al PP de Rajoy. El PSOE que durante décadas simbolizó la utilización más oscura del Estado en la lucha contra ETA y que HB, Amaiur, Euskal Herritarrok y todas las denominaciones encadenadas que ha tenido la izquierda abertzale ha reiterado, es ahora un aliado al que apoyar.

Pragmatismo para la 'normalización'

La debilidad de Sánchez es la gran oportunidad para silenciar acusaciones y elevar demandas. Exprimir al gobierno fue el paso siguiente a su investidura. El 20 de mayo pasado Bildu calificó como “histórico” el acuerdo alcanzado con el Gobierno para apoyar la prórroga del Estado de Alarma. El documento en el que su firma figuraba junto a la del PSOE para pactar la derogación íntegra de la reforma laboral del PP lo esgrimió Otegi como ‘caza mayor’ al día siguiente. La modulación o rectificación de lo acordado, filtrado horas después por Ferraz, no hizo cambiar de opinión a la izquierda abertzale. Aquel primer gran logro en décadas en Madrid estaba firmado: “El acuerdo es éste, no hay otro y se cumple en su integridad”, aseguró el líder de Bildu. De nada ha servido que aquel documento que en tono amenazante mostró Otegi sea hoy papel mojado. Seis meses después nada se sabe de la derogación integra de la reforma laboral.

A partir de ahí, el discurso como partido útil y determinante en Madrid siguió ganando peso en el discurso de la coalición. Sólo tres meses antes Bildu había pagado un favor al PSOE en Navarra apoyando las primeras cuentas de Chivite, -ahora se dispone a reeditarlo en sus segundos presupuestos-.

El partido que durante lustros generó inestabilidad, institucional y social, es hoy uno de los principales defensores de facilitar seguridad al Gobierno. Es esencial, dice ahora Bildu, para poder defender derechos, salir de la crisis y frenar a la derecha. A su militancia ha logrado convencerle de que es mejor participar en negociaciones que no hacerlo y más útil estar dentro de las instituciones para frenar a ‘las derechas’. También que no pasa nada por entenderse con el socialismo que un día odió.

Los guiños en apoyo a leyes y prórrogas han sido la continuación de aquel acuerdo de investidura. A Bildu sólo le cuestiona la oposición, no los integrantes del crisol de partidos que sustentan a Sánchez e Iglesias. Ni siquiera el PNV, que ha visto muy devaluada su condición en exclusiva de partido ‘conseguidor’ de beneficios para Euskadi, lo hace.

Una alianza sin desgaste

La progresiva normalización de la relación PSOE-Bildu ha sido evidente no sólo en los acuerdos sino en la escenificación de los mismos. De los encuentros y llamadas telefónicas discretas, casi ocultas, se ha pasado a la inclusión con plena normalidad de la coalición dentro de las rondas de contactos entre posibles aliados. Los reproches de la oposición cada vez surten menos efecto en los plenos. La cantinela de gobernar gracias al apoyo de Bildu se ha convertido en eso, en un mantra de legislatura sin desgaste por ahora para el Gobierno. Tampoco para EH Bildu la tiene, según los resultados electorales del pasado mes de julio.

El último gesto, el apoyo de Bildu a los presupuestos, ha estado perfectamente coordinado y organizado. Otegi lo anunció por la radio pública vasca casi al mismo tiempo que Iglesias lo agradecía en redes sociales. Ha sido el líder de Unidas Podemos el encargado de ejercer la interlocución y defensa de Bildu, de ‘quemarse’ para investirlo como aliado legítimo del Gobierno. No en vano, Podemos ha validado muchas de las reivindicaciones y manifestaciones de Podemos, en Madrid y en Euskadi: el acercamiento de presos, el derecho de autodeterminación o la apuesta por las políticas más sociales. Por el momento, Otegi sabe que este es un paso más hacia la normalización, -“blanqueamiento” lo llama la oposición-, de su mundo tras décadas actuando a la sombra de la violencia. El objetivo se habrá cumplido cuando su imagen junto el presidente del Gobierno no sólo sea posible sino pase desapercibida: “No, por ahora no lo veo, pero no me importa”, aseguró ayer.