En las próximos comicios catalanes todos son incógnitas, empezando por la propia fecha de la consulta electoral. Porque si bien se da por buena la del 14 de febrero, todo depende de la marcha de la pandemia con el riesgo evidente de una tercera ola para esas fechas. Aún así, además de los sondeos que publican los medios de comunicación, los distintos partidos van haciendo sus trackings, con los que, casi en tiempo real, miden las tendencias del electorado y una de ellas no es precisamente halagüeña para los socios de Pablo Iglesias en Cataluña.

Y es que tanto Moncloa como Génova aseguran disponer de estudios que vaticinan una bajada considerable para la formación de Ada Colau, hasta el punto, y en esto coinciden socialistas y populares, de correr el riesgo de quedar por debajo del PP y hasta de Vox, que puede irrumpir por vez primera en la Cámara autonómica.

"Se quedan en siete", vaticinan en el PP

"Se quedan en siete", vaticinan desde el PP. "Van a estar por debajo de los de Abascal", dicen en Moncloa conscientes, además, de las consecuencias que puede tener dicho descalabro tanto para la política catalana como para la nacional. Primero, porque si los Comunes caen mucho y ERC o el PSC no recogen todo ese descenso, se aleja la posibilidad de un gobierno tripartito o bipartito con apoyos parlamentario de Miquel Iceta -que él niega en redondo, cosas de la campaña- , lo que conduce a un nuevo ejecutivo independentista.

Segundo, y esto no es necesariamente malo para Moncloa, porque la posición de Pablo Iglesias se debilitaría aún más tras los fracasos sin paliativos de Galicia y del País Vasco. En el territorio de Alberto Núñez Feijóo salieron del tablero político, convirtiéndose en una fuerza extraparlamentaria. En el País Vasco no desparecieron, pero se dejaron en el camino prácticamente la mitad de sus representantes, al pasar de los 11 escaños cosechados en 2016 a los actuales 6.

En puridad, Cataluña no es territorio de Iglesias sino de la todopoderosa alcaldesa de Barcelona, con lo que puede derivar responsabilidades, pero internamente no dejaría de ser un contratiempo para una fuerza política a la que todos los sondeos dan a la baja sin rentabilizar su presencia en el Ejecutivo central.

Recomposición del escenario político catalán

En muy buena medida, la recomposición del escenario político catalán perjudica las opciones de los Comunes. El crecimiento de ERC y del PSC, la fragmentación de los antiguos convergentes, la caída de Ciudadanos, la previsible recuperación de los populares y la irrupción de Vox dibuja un panorama complejo para los morados. Todo ello unido a otra de las incógnitas, esto es, el grado de participación electoral, que se aventura mucho menor que en diciembre de 2017, cuando fue de récord al alcanzar el 79 por ciento.

Tanto desde el PP como desde el PSC se detecta una desmovilización del electorado constitucionalista, parte del cual ha visto tradicionalmente las elecciones catalanas como algo ajeno. Sólo la posibilidad de un vuelco propició la alta participación en 2017, lo que se tradujo en el hito histórico del triunfo de Ciudadanos tanto en escaños como en votos, aunque no tardó en dilapidar ese patrimonio.

De la caída de Ciudadanos se nutren también el PP y Vox. En el cuartel general de los populares manejan sondeos que arrojan entre 10 y 12 escaños, toda una epopeya de confirmarse. "Con 10, ya sería un resultado espectacular", admiten los populares catalanes. Hace un año y medio "los sondeos nos daban cero", recuerdan. En las ultimas autonómicas sacaron cuatro escaños y se quedaron sin Grupo Parlamentario ante la negativa de Inés Arrimadas de prestarles un diputado para poder constituir grupo propio. Eran los años, nada lejanos, en que Ciudadanos aspiraba a dar el sorpasso al PP.

La lógica lleva a pensar que el ascenso de ERC y PSC se nutre en parte del voto de los Comunes. Paradójicamente, la apuesta que Iglesias ha hecho por ERC puede resultar contraproducente para las opciones electorales de la candidata morada a la presidencia de la Generalitat, Jéssica Albiach.

Cabe recordar que en 2017, Xavier Domenech, entonces candidato, pasó de los 11 escaños que dos años antes obtuvo Lluís Rabell con la coalición Catalunya Sí que es Pot, a 8, un resultado decepcionante que, unido a tensiones internas con Colau, terminó con él fuera de la política.

En Podemos no paran de echar cuentas respecto a la posibilidad de sumar con ERC y el PSC una mayoría alternativa a la que representa el bloque independentista. Aún en el caso de quedar los últimos en las preferencias ciudadanas, si diera la suma para un gobierno de izquierdas darían por cumplidas sus expectativas. A fin de cuentas, también perdieron representación entre abril y noviembre de 2019. Pero el Gobierno de coalición con el PSOE que no fue posible tras la primera contienda electoral -"no dormiría tranquilo", dijo Pedro Sánchez- se solventó en dos días de aquel invierno.