Pere Aragonès huyó. Discreta y rápidamente, pero huyó. Justo en el momento en que había acabado el protocolario saludo de bienvenida primero a Pedro Sánchez y después a Emmanuel Macron. Justo antes, instantes antes, de que los mandatarios se colocaran en la tarima para la ceremonia de honores militares, que comienza con la interpretación de los himnos nacionales.

Ese gesto condensaba el arranque de la XXVII Cumbre Hispanofrancesa que se celebra este 19 de enero en el Museo Nacional de Arte de Catalunya (MNAC), en Barcelona. Una cita de calado histórico por cuanto España y Francia, con la firma del primer Tratado de Amistad y Cooperación, elevan el rango de su relación bilateral al máximo, para situarse al nivel del eje franco-alemán. El president quería cumplir con su obligación institucional, ejercer de anfitrión —junto a la alcaldesa de la capital catalana, Ada Colau—, mientras su partido, ERC, participaba en una protesta soberanista cuyos ecos se escuchaban de lejos. Pero participó a medias, porque se marchó antes de la parte más simbólica de ese comienzo de la cumbre, aquella en la que se interpretaron los himnos de Francia y España, tras la que Sánchez y Macron pasaron revista a las tropas.

La alcaldesa, Ada Colau, se quedó a la ceremonia de honores, como hicieron la presidenta de la Diputación de Barcelona y la delegada del Gobierno

Aragonès había llegado a la explanada del MNAC a la hora prevista, a las 10.15 de este gélido jueves. Saludó a la alcaldesa de Barcelona, a la presidenta de la Diputación provincial, la socialista Núria Marín; al secretario general de la Presidencia del Gobierno, Fran Martín, y al representante institucional de las Fuerzas Armadas en Cataluña —que también lo es en La Rioja, Aragón y Navarra—, teniente general Manuel Busquier. Las cinco autoridades charlaron a la vista de las cámaras, a la espera de las dos delegaciones.

Al final, con un retraso de unos 20 minutos sobre la agenda oficial, a las 10.50, llegó Sánchez y su comitiva. El presidente —a quien acompañaba la delegada del Gobierno en Cataluña, Maria Eugènia Gay— saludó a Aragonès y se detuvo a hablar con él 40 segundos. El jefe del Ejecutivo continuó con el saludo al resto de autoridades. Todos hicieron tiempo conversando juntos de manera distendida mientras esperaban a Macron. Aragonès hizo un pequeño gesto a Sánchez para apartarse del grupo durante poco más de dos minutos. El president aprovechó, según relataron después fuentes del Govern, para trasladar al líder socialista que "el procés independentista no ha acabado". Es decir, le rebatió una de sus afirmaciones más repetidas de las últimas semanas, la que le ha servido para justificar y defender su arriesgada reforma de la sedición y la malversación, que el procés sí ha acabado y que ahora ya sí se abre una nueva página en Cataluña.

Saludo afectuoso entre Sánchez y Macron

Sánchez y Aragonès "hablaron de la situación política actual", añadieron fuentes de la Generalitat, y el president le recordó las prioridades que le había hecho por carta y que quería que se abordaran en esta XXVII Cumbre Hispanofrancesa, como la reapertura de los pasos fronterizos que aún siguen cerrados desde enero de 2021.

El plante era inédito, pero desde el Govern subrayan que la relación de los dos ejecutivos es cordial y que los dos presidentes se llaman cuando surgen temas que les afectan

Justo a las 11.00 —y estaba previsto para las 10.30—, llegó Macron. Sánchez se acercó hasta su vehículo oficial y le dio la bienvenida con dos besos. Ambos pasaron entonces a saludar a las autoridades. Aragonès le agradeció la visita y le resaltó las "buenas relaciones con la Administración francesa". Y también le trasladó que Cataluña "quiere ser un socio europeo". El presidente francés continuó con el saludo.

Y precisamente cuando acabó el recibimiento, el jefe del Ejecutivo catalán se marchó. En ese momento. Sánchez y Macron y el resto de autoridades se dirigieron hacia la tarima para escuchar la interpretación de los himnos de Francia y España. Colau, Marín y Gay, a la derecha del presidente Macron. Los dos presidentes pasaron revista a las tropas y saludaron a las dos delegaciones. Diez ministros acompañaban a Sánchez. Tras la ceremonia, la cumbre arrancó ya en el interior del MNAC, primero con las reuniones bilaterales de los dos mandatarios y de los ministros con su contraparte francesa.

Minutos antes de la bienvenida, fuentes de Palau evitaban desvelar ese gesto de enorme carga simbólica que protagonizaría el president. Aseguraban que el protocolo de la cumbre, al celebrarse en Barcelona, no podía ser "asimilable" al de otras citas similares anteriores. Lo cierto es que las normas se han mantenido sin variaciones en las bilaterales recientes, en Trujillo (Cáceres), con Portugal, en 2021, o A Coruña, con Alemania, y en Castellón, con Rumanía, ambas en 2022: en estos tres casos, el presidente autonómico y las autoridades locales daban la bienvenida a las dos delegaciones —como ocurrió este jueves— y asistían a la inmediata ceremonia de honores militares —como de hecho hicieron Colau, Marín y Gay—. La diferencia la marcó Galicia, porque el presidente de la Xunta decidió no acudir a la cita con Olaf Scholz y mandó en representación suya a un conselleiro.

Acuerdo de claridad

La naturaleza del plante de Aragonès era inédito. Su forma de guardar equilibrios. En su equipo indicaron también que no habían solicitado ningún encuentro o entrevista con Sánchez, por los apretados tiempos de la cumbre. Sí añadieron que la relación entre los dos gobiernos es cordial, y que los dos presidentes se llaman cuando saltan temas que competen a las dos administraciones. Aragonès firmaba este jueves una tribuna en el diario francés Le Monde, en la que reitera su voluntad de pactar un acuerdo de claridad con el Gobierno para que Cataluña puede ejercer el derecho a decidir que establezca las "condiciones para poder hacer un referéndum".

En la Moncloa subrayan que la relación entre los dos ejecutivos es buena, que la charla fue distendida y normal. Y el "desplante institucional" fue el de Rueda (PP) en la cumbre en A Coruña

En la Moncloa, restaban importancia al gesto del president. "Lo relevante es la cumbre y lo demás es la anécdota", señalaban. El Ejecutivo insiste en que lo importante es el clima de "normalidad institucional" entre las dos administraciones: lo importante, seguían, es que Aragonès estuvo en el saludo, que habló en torno a diez minutos con Sánchez y el resto de autoridades en un tono cordial y distendido. No incomoda al Gobierno que luego decidiera marcharse y lógicamente estaba al corriente de que iba a visualizar ese gesto de distanciamiento.

"La relación entre los dos gobiernos es buena. Que se fuera es su decisión. Lo que valoramos es la presencia institucional del president", recalcan. En la Moncloa señalan, a diferencia de lo defendido por la Generalitat, que protocolariamente se ha utilizado la "misma fórmula" que en cumbres anteriores: se invita a los presidentes autonómicos y autoridades locales para que acudan a las bilaterales. Guillermo Fernández Vara fue a Trujillo, Ximo Puig a Castellón... pero el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda (PP), no fue, "no quiso ir" a la convocatoria en A Coruña. "Eso sí que es un desplante institucional" en una cumbre de primer nivel como la sostenida con Alemania, defendieron en el equipo del presidente. También recordaban que la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, tiene por norma no acudir a los actos que el Ejecutivo celebra en la comunidad —ella misma no fue a la cumbre con Polonia en mayo de 2021 en Alcalá de Henares—, al contrario que Juanma Moreno, que sí va a los que se convocan en Andalucía.