Empezó cuando todo acabó. Las costuras del traje llevaban meses tirando pero el 20 de octubre de 2011 se rompieron. El anuncio de ETA de dejar las armas abría el camino hacia la política, hacia la ‘institucionalización’ de la izquierda abertzale. Lo que en la sociedad fue recibido como el mayor alivio en décadas, dentro del fortín abertzale que encabezaba Arnaldo Otegi generó zozobras, rechazo y malestar en los sectores más ortodoxos. El nuevo ‘traje’ de la izquierda abertzale no gustaba a todos. Casi doce años después aquella tensión interna se ha logrado contener dentro pero se ha intensificado y descontrolado en el exterior en los amplios ámbitos que rodean la nave nodriza de la izquierda abertzale, la coalición EH Bildu.

El último episodio, las listas electorales de Bildu con expresos de ETA en sus filas, es sólo una manifestación más de las corrientes agitadas que aún se deben encauzar en ese mundo, en su núcleo interno y en los arrabales de su marca. El pulso entre los pragmáticos, los ‘institucionalizados’ y pactistas, que lidera Otegi han tenido que gestionar estos años con corrientes críticas que, fundamentalmente desde fuera de la coalición, le han afeado esa ‘conversión burguesa’ impropia del historial de un movimiento que el abertzale independentista que nació con HB y que ninguneó las instituciones.

Otegi y la actual cúpula han sabido contener las tensiones en su casa. No así en el exterior. Su pasado sigue en muchos casos aún representado por cientos de presos de ETA. Un lastre complicado para su objetivo de ‘mutación’ y blanqueo. EH Bildu supo controlar a la mayoría del colectivo de presos. El EPPK y uno de sus portavoces, ‘Kubati’, lograron convencer al frente de presos de la necesidad del cambio. Pero no a todos. Hoy en las cárceles también existen presos de la banda dispuestos a plantar cara a las tesis de EH Bildu, con la exigencia de la amnistía como su principal bandera.

En el exterior, las voces que tildaban de “traición” el paso hacia la asunción de la institucionalidad española por parte de la izquierda abertzale, sigue sumando adeptos. Primero, a través de manifiestos de históricos de la banda o incluso de presos como Iñaki Bilbao, uno de los ‘duros’ de la banda, ahora desvinculado de ATA. No fue el único. Los manifiestos de otros de los internos críticos, como Jon Kepa Preciado u otros, comenzaron a alimentar las voces críticas con huelgas de hambre convenientemente instrumentalizadas. La irrupción de plataformas como el Movimiento Pro Amnistía y Contra la Represión (ATA) o Herritar Batasuna (HB), -que pide la abstención para el 28-M-, fue sólo el comienzo de una red de organizaciones y marcas que han rodeado a EH Bildu hasta convertirse en un incómodo rival en el contexto actual de la propia izquierda abertzale. 

Críticos

GAZTE KOORDINADORA SOZIALISTA

Es el colectivo que lidera los movimientos críticos con EH Bildu. Integrado fundamentalmente por jóvenes, cuestionan al papel 'institucional' adoptado por Otegi. Anteponen un modelo comunista y la lucha de clases a la batalla soberanista. Han protagonizado duras discrepancias con Ernai, las juventudes de Sortu.

Afines a Bildu

PELLO OTXANDIANO

Es uno de los rostros menos conocidos de EH Bildu. Procedente de Sortu, pertenece a una generación más joven que comienza a ocupar los puestos de responsabilidad de la coalición. A sus 40 años es el director de programas de la coalición y se le considera el ‘ideólogo’ de la transformación. En el País Vasco los pactos educativos, energéticos, incluso la apuesta por un nuevo modelo de apoyo al pequeño y mediano empresario como generadores de riqueza llevan su sello.

TINKO

Es una de las plataformas de apoyo al colectivo de presos. Defiende la amnistía para los condenados de ETA. Se sitúa al margen del colectivo mayoritario de exmiembros de ETA, el EPPK, próximo a EH Bildu. Algunos de sus miembros tienen gran influencia en los nuevos movimientos de la izquierda abertzale. Han liderado protestas en las prisiones en forma de huelgas de hambre.

ERNAI

Es el movimiento juvenil de Sortu. La irrupción de las opciones críticas han dañado su capacidad de penetración entre las nuevas generaciones. Ha perdido influencia en el ámbito educativo, deportivo y cultural de la juventud vasca.

IKASLE ABERTZALEAK

Es el sindicato estudiantil con mayor influencia, antigua 'cantera' de Batasuna. Actualmente está controlado por los sectores críticos, contrarios a la política y transformación iniciada en EH Bildu desde el final del terrorismo en Euskadi. La coalición que lidera Otegi se apoya ahora en otro movimiento estudiantil, Ikama.

El último jefe de ETA, David Pla.

DAVID PLA

Fue uno de los últimos jefes de ETA. David Plá participó en la lectura del comunicado en el que tres encapuchados de la banda anunciaban el cese de la actividad terrorista el 20 de octubre de 2011. Otegi siempre ha defendido el papel vital de Plá para propiciar el final de ETA. Desde diciembre de 2021 forma parte de la dirección de Sortu. Es el vicesecretario tercero del partido y responsable del Marco de Orientación Estratégica. La figura de Plá se concibe como un gesto hacia el colectivo de presos, con gran peso en la estrategia interna y tradición de EH Bildu

Relevo generacional y estratégico

De forma paralela, EH Bildu ha ido avanzando en su transformación. Lo ha hecho con sus mensajes, con sus perfiles, con alianzas y pactos e incluso con su estética. Un proceso que ha buscado la renovación en favor de una ampliación de su espacio pero que no ha podido dejar a un lado su pasado. Mientras desde el exterior se le exigía, y aún hoy se le reclama, una desvinculación y condena clara de la violencia de ETA y su apoyo a la misma, en las sedes de la coalición se ha trabajado de modo sutil un cambio de paradigma en el modo y modelo de política que históricamente ha hecho ese mundo.

La elección de perfiles independientes, alejados del pasado, ha primado en los últimos años. Lo hace también ahora en los puestos principales de sus candidaturas. A ello ha sumado un arrinconamiento progresivo de su discurso más duro, incluso el más independentista. EH Bildu ha comenzado a hacer política y vender sus réditos, sus logros. Lo ha hecho en Euskadi y lo ha subrayado aún más a nivel nacional. Los acuerdos con el PSOE han sido su pista de aterrizaje para vestirse el nuevo traje alejado del pasamontañas y la indumentaria de montaña de tiempos atrás.

Un cambio que inicialmente logró atraer a sectores socialdemócratas como EA o a Alternatiba-IU bajo su paragüas y que hoy ha captado a colectivos más propios de Podemos o incluso del PNV más soberanista. En muchos municipios, EH Bildu obtiene hoy el doble de votos que el récord que logró HB. Sin embargo, a muchos jóvenes parece haberles espantado. Los mensajes en clave 'revolucionaria' han logrado un efecto de atracción mayor. Tanto que la propia Sortu se vio obligada a enviar una carta a sus bases aclarando su relación con GKS, una organización que situó fuera de su ámbito y con la que no tiene previsto colaborar, "actúan de manera excluyente y agresiva", aseguraba en la misiva.

Otegi es la cara visible y el referente de los veteranos. El 6 de julio cumplirá 65 años. Para calmar a los históricos situó a algunos referentes de ETA en la dirección de Sortu, como David Pla, uno de los tres etarras que leyó el comunicado de fin de la violencia. El relevo generacional ha sido una prioridad. Otros de los pesos pesados es el actual líder de Sortu, Arkaitz Rodríguez, veinte años más joven que Otegi.

Pero sin duda, la transformación fundamental de lo que hoy es EH Bildu se la debe a alguien aún más joven, Pello Otxandiano, el ingeniero del cambio. A sus 40 años ya se le considera el ‘ideólogo’ de la transformación que pasa por abandonar el no y el enfrentamiento de otros tiempos para convertirlos en acuerdos, réditos y moderación en formas y discurso. En el País Vasco los pactos educativos, energéticos, incluso la apuesta por un nuevo modelo de apoyo al pequeño y mediano empresario como generadores de riqueza o las llamadas a la responsabilidad sindical, tienen su sello. 

Un universo de organizaciones críticas

Mientras las corrientes críticas se organizaban y reproducían en una ensalada de organizaciones y EH Bildu intentaba limpiarse las manos del pasado, en el exterior ambos mundos de la izquierda abertzale se han peleado por controlar el nuevo tiempo postETA. Lo han hecho incluso físicamente. El movimiento Gazte Koordinadora Sozialista (GKS) es la máxima expresión de la corriente crítica que acosa a Otegi. Desde EH Bildu se insiste en que no son una escisión sino un fenómeno nuevo. En realidad, su discurso, su estructura y muchos de sus mensajes recuerdan a la vieja izquierda abertzale, a la originaria que en su día tildaba de burgueses y acomodados al PNV, de cuyas juventudes salieron quienes años después fundaron ETA.

GKS es una organización eminentemente juvenil. De corte comunista, obrero, en el que la apuesta por la independencia no tiene tanto peso como el enfrentamiento contra el capital y las instituciones. En los últimos años han logrado ampliar su presencia, lo han hecho fundamentalmente arrebatando espacios otrora controlados por la izquierda abertzale tradicional. El sindicato estudiantil Ikasle Abertzaleak, la habitual cantera de HB, está hoy bajo la protección de GKS. Lo mismo ha ocurrido con otros movimientos deportivos y culturales, como grupos radicales del futbol vasco.

Para las generaciones que apenas vivieron la violencia de ETA o ni siquiera llegaron a conocerla, Otegi es el pasado. Incluso en las familias más ortodoxas. Un ejemplo de la ruptura generacional que acecha a Bildu es Peru Iparragirre, hijo de dos históricos de la banda, Mikel Albisu, -alias ‘Mikel Antza’- y Soledad Iparragirre, alias ‘Anboto’. Hoy su hijo es uno de los nombres destacados del movimiento juvenil GKS.  

La precariedad social y económica actual es la que está movilizando a estos sectores. La red de organizaciones que le hace la competencia a Otegi con un discurso más radical se ha ampliado. Si GKS es la apuesta política e Ikasle Aberetzaleak la estudiantil, el mundo laboral también cuenta con su organización, Arraiki, el cultural con la suya, Ekida y el feminismo con su marca, Itaia. En las cárceles, el movimiento ‘Tinko’, con varios presos ajenos al EPPK, presionan con su mensaje en demanda de una “Amnistía total”.

Pulso entre veteranos y jóvenes

La situación ha obligado a EH Bildu a mover ficha. La izquierda abertzale ‘tradicional’ se ha tenido que volcar en una ‘contraofensiva’ para frenar la pérdida de simpatizantes entre las nuevas generaciones. Las juventudes de Sortu, Ernai, han multiplicado sus acciones. Se ha impulsado una nueva organización estudiantil, Ikama, e incluso se ha apuntalado el área feminista con Bilgune Feminista.

El pulso ha llevado incluso a una suerte de contra programación. Las redes se llenan de convocatorias de un lado y del otro. También de jornadas de ‘formación política’ vestidas de fines de semana festivos con las que atraer a las nuevas generaciones para sumarse a su corriente. No ha faltado la guerra de cifras entre la vieja izquierda abertzale y la nueva con cada una de sus iniciativas.

Ha sido en la presencia en la calle donde también se ha visibilizado esta batalla. La pugna por la titularidad de algunos de los locales, el derecho para instalar casetas o ‘txosnas’ festivas con las que financiarse ha llegado a provocar enfrentamientos físicos entre ellos. Incluso la guerra de pintadas, carteles y lemas es visible en muchos municipios vascos.  

Los nuevos movimientos en todo este mundo no han pasado desapercibidos para el Ministerio del Interior. Por ahora en ningún caso se contempla la posibilidad de un regreso a escenarios violentos del pasado. El pulso se libra más en lo ideológico que en las herramientas. Fuentes consultadas por El Independiente apuntan a que en el seno de EH Bildu las corrientes críticas ya salieron de ella. Quienes permanecen han acatado esencialmente el modelo actual. Es en el exterior donde se percibe el resurgir de una nueva corriente que recuerda por su organización a lo que fue el MLNV, con ramas de influencia en multitud de ámbitos, esencialmente juveniles, “pero con una idea diferente en lo referente al terrorismo”.

La inclusión de los presos en sus listas se entiende más como “un pago” al colectivo de presos afín a Bildu que no suscita grandes discusiones en su seno: “Todo parece indicar que internamente son más bien un bloque homogéneo, sin discrepancias significativas. Lo que tuvo que pasar ya pasó, están fuera”.

ETA, un debate "amortizado"

Kepa Aulestia militó en ETA-PM durante el Franquismo. Tras ser detenido fue amnistiado en 1977. Después, abandonó la banda y volcó su vida en la política, como líder de Euzkadiko Ezkerra. Hoy es un gran conocedor de la política vasca y de la izquierda abertzale. Afirma que esta fractura es más generacional que una escisión propiamente. En su opinión, el camino de EH Bildu ya está trazado y no incluirá ninguna autocrítica de su pasado: “Hay un consenso unánime en ese mundo de eso no tocarlo”. Considera que internamente es algo “amortizado” y que lo demuestra el revuelo por la presencia de presos de ETA en sus listas.

Aulestia afirma que en EH Bildu no pensaron que se suscitaría tal rechazo, “porque ellos lo ven como algo normal, una ‘inclusión natural’, algo interiorizado que siempre han hecho”: “No van a recorrer ese camino porque, entre otras cosas, no lo necesitan, por muy fuerte que sea la presión. En realidad, es una discusión entre el PP y el PSOE en el que EH Bildu es un mero espectador. Ellos están esperando el recuento del 28-M”. Más aún, subraya que sí habrá suscitado más tensión la decisión de que los siete condenados por delitos de sangre no recojan sus actas: “Ahí las tensiones habrán aflorado. Fue muy significativo que fuera un comunicado de la Mesa Política y sin preguntas. Tuvieron que ‘colectivizar’ la decisión. Muchos seguro que lo vieron como una ‘bajada de pantalones’”.

Considera que hasta que un dirigente significado no muestre de modo abierto una posición crítica con el pasado “no habrá tensiones”: “Por ahora existe algo así como un pacto solidario. Todos comparten la idea de que no deben dejar mal a un posible ‘vecino añorante del pasado’ del partido Es algo en los que todos están de acuerdo. Se producirán más fácil tensiones internas por otras cuestiones sociales o políticas que por eso”. Para Aulestia, la visión crítica del pasado es una cuestión “amortizada” internamente y acatada “por los 4.500 candidatos que dijo Otegi que se presentaban el 28-M“: “Nadie se va a salir de ahí, por eso no hace falta que impongan nada”.

El director del Instituto Valentín de Foronda, el historiador Antonio Rivera, asegura que el dilema de EH Bildu pasa por la necesidad de mantener hoy una estrategia que combine “las milongas de corte revolucionario que aún mantienen algunos con un mensaje dirigido a una sociedad aburguesada, liberar y tranquila como la vasca”: “Es la cohabitación entre la revolución y la institución. Es complicado. Por eso quienes quieren mantener la llama de la revolución están fuera de Bildu pero en su espacio más inmediato”.

Rivera afirma que en ese pulso es evidente que se impondrá el discurso de quienes “aspiran a alcanzar el poder”. Más aún, señala que es la pervivencia de la generación que vivió el terrorismo la que frena ese logro “pero terminarán alcanzándolo no tardando mucho, quizá en diez o doce años”. Subraya que el ensanchamiento de ese mundo bajo las siglas de Bildu podría ir a más: “Cuando integraron a EA, un sector burgués de señoras con pelo cardado y collares de perlas, consiguieron coger un ancho de banda muy amplio, donde puedes tener desde el niñato de la ‘kale borroka’ reciclado y con dos hijos a la señora burguesa que quiere un país socialdemícrata con los viejos valores y costumbres y con Euskadi lo primero. Ese ancho de banda es el que te deja llegar al poder”.