Este 2024 no rebajará la pulsión y la tensión política del año que acabamos de abandonar. Aunque en 2023 concurrieron los dos grandes procesos electorales por excelencia, esto es, las generales, por un lado, y las locales y autonómicas, por otro, los comicios gallegos del 18 de febrero, los vascos -muy probablemente en marzo- y las europeas del 9 de junio marcan el que será el devenir de 2024 y eso sin contar con un posible, aunque no probable, adelanto de las catalanas a finales de año.

En otros momentos de nuestra historia reciente éstas consultas ante las urnas hubieran sido cosa menor por lo previsible de su resultado. En Galicia el debate estaría centrado en por cuánto margen Alberto Núñez Feijóo sacaría su nueva mayoría absoluta; en el País Vasco el modo en que un triunfante y hegemónico PNV pactaría con el PSE un gobierno de coalición y, de cara a las elecciones al Parlamento Europeo -que tienen escasa participación y generan menor entusiasmo-, cómo PSOE y PP se repartirían el grueso de los eurodiputados. Casi puro trámite.

Pero no. Las tres consultas abren un abanico de incógnitas con impacto directo en el devenir político inaugurado a partir de las elecciones del 23-J y el telón de fondo de la tramitación de la ley de Amnistía y el futuro regreso a España, sin cargos penales, del fugado Carles Puigdemont.

En todo caso, cabe subrayar que Pedro Sánchez ha salvado la pelota de juego y conservado el poder, por lo que es de los menos afectados por estas tres elecciones, incluso en el caso de que en Euskadi se vea en el dilema de apoyar bien al PNV o a EH-Bildu para la Lendararitza. La moción de censura en Pamplona, para desalojar a UPN y poner en su lugar a un alcalde de Bildu, ha demostrado su falta de escrúpulos levantando el último de los tabúes que se habían marcado los propios socialistas.

Los socialistas deberían decidir a cuál de los socios parlamentarios vascos agravian

El sondeo del Gabinete de Prospección Sociológica del Gobierno vasco, del 1 de diciembre, mantenía la prevalencia del PNV sobre EH-Bildu con 29 escaños frente a 25. Significa que el sorpasso de las elecciones generales no se cumple en autonómicas. Pero los de Arnaldo Otegi están muy cerca y los sondeos no se atreven a descartar que Bildu dé un "estirón" a última hora. En ese caso, los socialistas deberían decidir a cuál de los socios parlamentarios vascos agravian, quién está más dispuesto a tragarse el sapo de quedar fuera del gobierno si gana (Bildu) o si es el PNV, como segunda fuerza política, aún sumando con el PSE. La conclusión viene siendo que los de Otegi "se aguantarían mejor" mientras los nacionalistas vascos pueden convertir la legislatura en un pequeño infierno para Sánchez si se les enfada.

En cambio, en tierras gallegas quien se la juega es el líder del PP. Perder ese ejecutivo sería un varapalo difícil de asimilar por mucho que los populares dispongan de un extenso poder territorial en el resto de España tras el 28-M. No se discute el triunfo de Alfonso Rueda, pero los populares necesitan de mayoría absoluta para seguir en el gobierno de la Xunta. Eso o nada. En la sede nacional de Génova se aferran a la tesis por la cual "no hay ningún motivo objetivo para perder ese Gobierno" en una región, agregan, "a la que no gustan las excentricidades políticas ni la polarización".

Del PP al BNG

Ayuda a ese discurso que el BNG sea la segunda fuerza política. Significa que, de no alcanzar el PP la mayoría absoluta, la presidenta que le sucedería sería Ana Pontón, nacionalista, con el apoyo del PSdG de José Ramón Gómez Besteiro, muy probablemente en coalición de Gobierno. Un triple salto mortal tras las cuatro mayorías absolutas de Núñez Feijóo en una región donde el PP ha acumulado años de poder ininterrumpido.

Quedan fuera de la ecuación Sumar y Podemos. Tenían pocas posibilidades en coalición, menos por separado, tras rechazar las bases moradas el principio de acuerdo. Además, Pablo Iglesias ya se ha encargado de pedir el voto para el BNG. Cualquier otra cosa que dar alguna oportunidad a la elegida por Yolanda Díaz, Marta Lois.

Fejóo se va a volcar en esa campaña. El modelo a seguir es el de las autonómicas anteriores, esto es, una doble caravana electoral que puede acabar convertida en triple: una de Alfonso Rueda, otra del propio líder nacional del PP y hasta una tercera de Mariano Rajoy. La experiencia del ex presidente del Gobierno en las pequeñas aldeas gallegas, llamando puerta a puerta para hablar con sus paisanos, se demostró muy efectiva.

Europeas: las elecciones donde desahogar el enfado

Todo ello acabará desembocando en las elecciones europeas del 9 de junio. Los populares necesitan demostrar que siguen siendo la fuerza mayoritaria del país, como lo fueron el 23-J, pero a Pedro Sánchez le beneficiaría un triunfo que legitimara, apuntalara, su estancia en Moncloa. Con ninguna posibilidad de ganar ni en Galicia ni en Euskadi, donde los socialistas son tercera fuerza política por detrás del PP y del BNG, por un lado, y del PNV y de Bildu, por el otro -aunque en este caso entren en el gobierno vasco- un mal resultado en las europeas, no deja de ser un varapalo, aunque ello no suponga cambios en su agenda política.

De hecho, las europeas suelen ser depositarias del malestar ciudadano dando lugar a dos comportamientos no incompatibles, es decir, movilizan el voto cabreado, por un lado, y desmovilizan a parte del electorado desencantado, por otro. En este sentido no es descartable que el votante desahogue su malestar con la ley de amnistía eligiendo otras opciones políticas que no son la suya para mandar un recado al partido en el Gobierno.

Cabría una cuarta convocatoria electoral a finales de año: las catalanas. Aunque la legislatura no culmina hasta principios de 2025, Pere Aragonès podría adelantar unos meses las autonómicas. La percepción generalizada es que intentará aguantar lo máximo posible ante lo incierto del resultado, con un Salvador Illa reforzado, a decir de los socialistas, al que beneficiará electoralmente, aseguran, la ley de Amnistía. No sería la primera vez que el candidato socialista ganase, ya lo hizo en 2021 en votos, empatando en escaños con ERC. Tampoco es el primer no nacionalista en hacerlo pues Inés Arrimadas ganó en 2017 tanto en votos como en escaños en un hito histórico luego malbaratado que acabó pasándole factura.