Son parte de su raíz, de su esencia. A partir de 2011, cuando ETA anunció el cese de su actividad terrorista pasaron de ser un activo a convertirse en un lastre. Romper con ellos no era una opción. Ni lo creían los dirigentes ni los presos y sus familias lo entenderían. El nuevo tiempo obligaba a una cohabitación. Sólo cabía ir relegándolos, situarlos cada vez más lejos de la primera fila que habían ocupado hasta entonces. Hoy la bandera de los presos de la banda terrorista apenas da votos en la renovada y mutada izquierda abertzale diseñada por Arnaldo Otegi. El equilibrio en el que ahora juega debe conjugar bien su pasado negro y oscuro con un futuro que ilusione a las nuevas generaciones y de esperanza a los más veteranos de un posible sorpasso, un ‘golpe de gracia’, al otrora todopoderoso PNV con el que justificar décadas de ‘lucha’ y terror.  

En las pasadas elecciones municipales y forales EH Bildu lo intentó por última vez. La inclusión de hasta 44 exmiembros de ETA, algunos de ellos condenados por delitos de sangre, fue el último pago incómodo a su pasado. El revuelo posterior, el rechazo de las víctimas y el revés que supuso para su nuevo argumentario por la convivencia aceleró el paso atrás de los casos más graves. Renunciaron a tomar posesión de sus actas si salían elegidos. Ahora, de cara al 21 de abril, las listas de EH Bildu al Parlamento Vasco han sido perfectamente ‘aseadas’. En ellas no hay ningún expreso de ETA. La izquierda abertzale se ha esforzado por integrar en sus candidaturas perfiles que refuercen su apuesta por una ‘institucionalización’ de su acción política.

Los perfiles académicos, investigadores universitarios, de doctores universitarios abundan. También aparecen los vinculados a otro de los ámbitos que le ha impulsado en este repunte electoral que le ha llevado a cuotas de apoyo social desconocido: el feminismo. No falta la figura cada vez más numerosa en EH Bildu; los alcaldes de municipios. El arco de aspirantes a parlamentario se completa con candidatos más populares o culturales, como los procedentes del mundo del ‘bertsolarismo’. Al mismo tiempo se ha producido una renovación generacional, encabezada por el candidato Pello Otxandiano. A los más veteranos que optan a la reelección para el Parlamento Vasco, EH Bildu ha sumado nuevos rostros jóvenes, la nueva base social que le ha llevado a pisar los talones al PNV.

Entre la lista de 90 candidatos -25 candidatos más cinco suplentes por territorio- sólo tres casos cumplieron penas de cárcel y en todos ellos optan a la reelección. Es el caso del secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, quien se presenta como número dos por Gipuzkoa. Cumplió seis años y medio por el llamado ‘Caso Bateragune’, el intento de reconstruir Batasuna. La condena fue anulada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos por considerar que el juicio no fue imparcial. Otro de los candidatos, si bien concurre en los últimos puestos por Bizkaia y sin opciones de salir, es Iker Casanova. El hoy portavoz de EH Bildu en las Juntas Generales de Bizkaia fue condenado a 11 años por el ‘macrojuicio 18/98’ contra el entramado de apoyo a ETA. Cumplió 4 años de cárcel. Por último, Ikoitz Arrese, sexto por la lista de Bizkaia, opta a la reelección como parlamentario. Ingresó en prisión acusado por el juez Fernando Grande Marlaska de pertenecer a la ilegalizada Segi. Salió en libertad año y cinco meses de su detención y denunció haber sido torturado.

Presencia habitual de presos

La presencia de presos de ETA ha sido constante en la historia de la izquierda abertzale. En 1995 Herri Batasuna incluyó a 23 presos de ETA que resultaron elegidos como concejales. En 1999 la presencia de miembros de ETA fue más elevada, 29, entre ellos ‘Josu Ternera’ y ‘Baldo’. Las tomas de posesión de sus actas se desarrollaron en un clima de tensión e incidentes en muchos casos. En 2016 la que fuera militante desatacada de la banda, Elena Beloki, hoy en la dirección de EH Bildu, concurrió a las elecciones después de haber abandonado la cárcel apenas quince días antes. En 2023 Bildu volvió a apostar por 44 exmiembros de ETA para engrosar sus listas.

Nunca la izquierda abertzale logró tanto apoyo social en Euskadi como ahora. En los años 80 su porcentaje de voto en los comicios autonómicos osciló entre el 14% y 18%. En la primera mitad de los 90 esa horquilla se mantuvo, hasta el asesinato de Miguel Angel Blanco a manos de ETA, que hundió el apoyo electoral a poco más del 10% en las elecciones de 2001. Hasta entonces, el número de votos osciló entre los 151.000 de 1980, los años más duros de ETA, y los 224.000 de 1994.

La ilegalización dejó a la izquierda abertzale fuera del Parlamento vasco. Su regreso mutado en EH Bildu tras el anuncio de cese de su actividad hecho por ETA el 20 de octubre de 2011 abrió un nuevo tiempo que le ha permitido alcanzar, casi tres lustros después, su nivel más alto. En las primeras elecciones autonómicas de Bildu la euforia por el regreso a las instituciones y el inicio de un nuevo tiempo le llevó a beneficiarse de un voto de confianza de muchos ciudadanos que hasta entonces no le habían votado. El final de la violencia y su cambio de discurso le facilitó llegar a nuevos perfiles. En 2012, la primera cita con las urnas de EH Bildu, obtuvo el 25% del voto y 277.00 votos en Euskadi, una tasa jamás vista hasta entonces. Después llegó la decepción por la gestión confusa en ayuntamientos y la diputación le perjudicó en las siguientes citas electorales, en las que el respaldó cayó al 21% en las autonómicas de 2016.

A partir de ahí Otegi recondujo mensajes, prioridades y perfiles. Había que desprenderse cada vez más del imaginario del pasado e integrarse como un partido más en el sistema. En definitiva, ‘profesionalizar’ e ‘institucionalizar’ la labor política de la izquierda abertzale. El cambio para pasar de la pancarta a la tribuna de las instituciones le ha permitido alcanzar acuerdos con otras formaciones y convertirse en un aliado normalizado capaz de presentar réditos tangibles a la ciudadanía. La operación de blanqueamiento le ha funcionado a EH Bildu. En las autonómicas de 2020 la coalición elevó su apoyo al 27,8%, su mayor porcentaje de voto hasta el momento.

Una previsión histórica: el 33% del voto

Ahora todos los sondeos apuntan a que el próximo 21-A Bildu estará en condiciones de disputar la victoria al PNV. El diagnóstico más repetido en las encuestas es el de un posible empate técnico entre las dos formaciones nacionalistas. El último sondeo publicado por el Gobierno vasco le otorga nada menos que el 33,7% de los votos y 29 escaños, ocho más que en la actualidad. De producirse estos resultados, la izquierda abertzale duplicaría el número de parlamentarios que ostentaba en los años 80 y multiplicaría por cuatro los que logró en 2001, el año con peor resultados de su historia.

El avance de la izquierda abertzale es generalizado en todo el País Vasco. Logra absorber prácticamente todo el voto de Elkarrekin Podemos, según los sondeos y parte del voto del PNV. Especialmente significativo es el incremento de apoyo en Bizkaia, el feudo histórico del PNV. Según el ‘Sociómetro’ del Gobierno vasco logrará 9 parlamentarios en este territorio, tres más que en la actualidad. El mismo avance se producirá en Alava, con otros nueve escaños, tres más que en 2020. En Gipuzkoa, su provincia más fuerte, el dominio se acentuaría al pasar de 9 a 11 escaños, según este sondeo.

Históricamente la izquierda abertzale ha recurrido a los presos de ETA para engrosar sus listas. Durante décadas lo hizo como elemento más de propaganda que de gestión política. Convertidos en un emblema de lucha contra el Estado, los militantes de ETA simbolizaban la razón de ser de la izquierda abertzale. En más de una ocasión recurrió a ellos incluso para optar a lehendakari en Euskadi o presidente de Navarra. Ocurrió el 27 de febrero de 1987 en el Parlamento Vasco, cuando HB decidió presentar a Juan Carlos Yoldi, un preso preventivo de ETA, como candidato para disputar el cargo al candidato del PNV, José Antonio Ardanza. La víspera de la sesión de investidura la formación le había entregado en prisión el discurso que debía leer. El candidato abertzale acudió escoltado por la Ertzaintza al Parlamento Vasco. Yoldi terminó siendo condenado a 25 años de prisión por pertenencia a ETA.

Candidatos a lehendakari

A finales de los 80, durante la sesión de investidura del Parlamento de Navarra, HB volvió a recurrir a un preso como candidato. Propuso a Guillermo Arbeloa para disputar la presidencia al socialista Gabriel Urralburu. Arbeloa había sido el sexto de la lista electoral de HB, que obtuvo siete escaños. En su intervención solicitó una negociación entre ETA y el Gobierno de España. Fue condenado a 23 años de prisión por depósito de armas.

Josu Urrutikoetxea, ‘Josu Ternera’, es uno de los casos más conocidos. Comenzó como concejal de su pueblo, Ugao Miraballes, y llegó a ser parlamentario de HB en la legislatura 1998-2001. Incluso ocupó la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara vasca. Repitió como candidato en la siguiente legislatura. En 2003 huyó tras ser imputado por el atentado contra la Casa Cuartel de Zaragoza de 1987. No fue detenido hasta 16 años más tarde. José Ignacio Zabaleta, alias ‘Baldo’, otro veterano de la cúpula de ETA, ocupó un puesto de concejal de Euskal Herritarrok en Hernani.