Llegó la hora de la verdad. El expresidente de la Real Federación Española de Fútbol Luis Rubiales se sienta en el banquillo del Juzgado Central de lo Penal de la Audiencia Nacional para ser juzgado por el beso no consentido que, el 20 de agosto de 2023, le dio a la futbolista Jenni Hermoso durante la entrega de premios del Mundial femenino que se celebró en Sídney, Australia. El juicio se desarrollará durante el 3 y el 19 de febrero.

Rubiales, que tres semanas después de aquel día, el 10 de septiembre de 2023, se vio obligado a dejar la presidencia de la Federación tras el gigantesco revuelo mediático que generó su acción, se enfrenta a una petición de la Fiscalía de dos años y medio de cárcel por agresión sexual (1 año) y coacciones (1 año y seis meses). Junto a él, acusados de coaccionar a Hermoso para que dijera que el beso fue consentido, serán juzgados tres de sus colaboradores: el exdirector deportivo de la selección masculina Albert Luque, el exentrenador del equipo femenino Jorge Vilda y el antiguo responsable de Marketing de la Federación, Rubén Rivera. Para ellos, el Ministerio Público pide 1 año y 6 meses de prisión.

Durante el periodo de instrucción Rubiales defendió su inocencia, afirmando que nunca quiso invadir la libertad sexual de Hermoso, que el beso fue "fugaz" y que no tuvo lugar en un marco de intimidación previo, sino en un ambiente "festivo y de celebración". La selección española acababa de derrotar en la final a Inglaterra por 1-0, consiguiendo el primer título mundial de su historia (el segundo, si se tiene en cuenta al equipo masculino).

Por otro lado, destacó ante el juez instructor que el beso se produjo "como una muestra de alegría" entre dos personas que tenían "una buena relación previa". También señaló que, antes de dárselo, le preguntó si le podía dar un "besito". "Ningún agresor sexual pregunta ni recaba el consentimiento de la víctima antes de acometer un acto que lesione la libertad e indemnidad sexual", sostuvo la defensa del expresidente.

Asimismo, sus abogados acusaron a la jugadora de modificar su percepción inicial de lo que "realmente" había ocurrido, argumentando que la futbolista cambió de opinión a medida que pasaba el tiempo "y las redes sociales y los medios de comunicación hicieran del beso el centro de atención de comentarios, valoraciones, insultos y descalificaciones hacia Rubiales".

La acción de Rubiales, así como la polémica que se desató inmediatamente después, provocó que el éxito deportivo pasara a un segundo plano. En los días posteriores, la presión aumentó hasta tal punto que dio una rueda de prensa en la sede de la Federación para dar explicaciones, donde aseguró, visiblemente enfadado, que no dimitiría, "que iría hasta el final", y que el beso fue "un piquito" espontáneo, mutuo, eufórico y consentido. Finalmente, acabó renunciando a su puesto.

"No me sentí respetada"

Por su parte, Hermoso ratificó ante el instructor lo que declaró previamente ante la teniente fiscal: que el beso se produjo de forma inesperada, que no fue consentido y que se sintió coaccionada. Además, detalló que tanto durante el vuelo de vuelta a España como en su estancia posterior en Ibiza, adonde todas las jugadoras fueron de vacaciones en un viaje que costeó la Federación como recompensa por su victoria, sufrió un "atosigamiento constante" que alteró su vida normal. Según su versión, antes de besarla, se abrazó con Rubiales, que le dijo que el Mundial lo habían ganado gracias a ella, y que "lo siguiente" fueron sus manos en la cabeza y ya no escuchó nada más. "Me vi con el beso en la boca y ya directamente me bajé a la tarima con mis compañeras".

El momento en el que se produjo el beso entre Rubiales y Jenni Hermoso

También esgrimió que la victoria en el Mundial fue un hecho histórico que les costó mucho conseguir. "En una persona de confianza creo que nadie se esperaría que iba a usar ese momento para hacer algo así, por muy espontáneo que fuera", declaró Hermoso, que explicó que cuando bajó de la tarima contó lo sucedido con Rubiales a sus compañeras de equipo, Alexia Putellas e Irene Paredes. Ambas declararán como testigos durante el juicio. "Claramente me sentí no respetada. En ese momento no se me respetó en ningún momento, ni como jugadora ni como persona, estaba viviendo algo que era histórico", aseguró.

Después, cuando ya estaban en el vestuario, Hermoso relató que la directora deportiva, Ana Álvarez (que también declarará como testigo), le dijo que Rubiales la necesitaba. Al salir, él insistió en que se hablaba "mucho" del beso y trató de explicarle "otra vez" su acción. Luego, ambos entraron en el vestuario, donde desvió el tema anunciando un viaje pagado a Ibiza por ganar el Mundial. "Ya estaba un poco nervioso, y todo el rato me cogía del hombro", aseguró la futbolista. Según su versión el resto de jugadoras no fueron conscientes de la situación hasta que vieron las imágenes de lo que había ocurrido unos minutos antes. Cuando le pidieron salir del vestuario, Hermoso sostiene que ya intuía de qué se trataba y empezó a sentirse "incómoda".

El instructor consideró que el beso no fue consentido

Tras tomar declaración a ambos, el juez de la Audiencia Nacional Francisco de Jorge propuso juzgar a Rubiales al considerar que el beso no fue consentido y que actuó de forma unilateral y sorpresiva. Sobre el papel de Luque, Vilda y Rivera, indica que existió "una acción concertada" acordada con el expresidente de la Federación "para doblegar la voluntad de Hermoso y conseguir que accediera a grabar un vídeo en el que dijese que el beso había sido consentido".

El magistrado señala que, en el vuelo de regreso a España, Rubiales trató de conseguir que la futbolista accediera a hacer una manifestación pública con él para decir que el beso había sido consentido. Tras negarse, el expresidente, presuntamente, le pidió consejo a su equipo técnico. Instó a Vilda a que hablase con el hermano de Hermoso para convencerla de que participase, y le advirtió que si se negaba, tendría consecuencias negativas para su carrera profesional.

Ya en España, también a instancias de Rubiales, Rivera le pidió a Jenni Hermoso "de manera reiterada y persistente" que hablara por teléfono con el responsable de integridad de la Federación. Según el juez, le insistió para que participara en un vídeo exculpando a Rubiales, pero la futbolista se negó. "A pesar de la clara negativa de Hermoso, con expresión de su hartazgo, Rivera, le insistió de manera reiterada para que hablase con Luque, también con la intención de insistirle para que participara en el vídeo". El magistrado recoge que fue entonces cuando la deportista contestó por WhatsApp a Luque, rechazando nuevamente hablar con él.

Tras su negativa, Rivera intentó de nuevo a través de una amiga de Hermoso que la convenciera de que tenía que hablar con Luque. Ante el no de la jugadora, Luque se personó en el hotel de Ibiza intentando forzar a Hermoso a hablar con él para convencerla de participar en el vídeo. Tras sus infructuosos intentos, Luque envió un mensaje de WhatsApp a esta misma amiga de Hermoso, donde expresó su enfado "acusándola de mala persona, deseándole que se encuentre muy sola en la vida y anunciándole que se alegrará de que eso suceda". El togado concluyó su auto aseverando que "las presiones a las que se sometió a la jugadora crearon en Hermoso una situación de ansiedad e intenso estrés".

Sobre el beso en sí, explicó que "la finalidad erótica o no o el estado de euforia y agitación experimentado como consecuencia del extraordinario triunfo deportivo" logrado con la consecución del Mundial "son elementos cuya concurrencia y consecuencias jurídicas deberán valorarse en el juicio oral y público ante el órgano encargado del enjuiciamiento". Según explica, "el beso en los labios afecta a la esfera de la intimidad reservada a las relaciones sexuales, en particular en el contexto de dos personas adultas".