Opinión

Vox y la legislatura tóxica

Vox y la legislatura tóxica

El líder de Vox, Santiago Abascal EP

El acuerdo de PP y Cs en Andalucía era el único posible, pero la presencia de Vox hace de todo, ahora, una mala novela negra. Ya vieron cómo en la estación de Jerez, con ese frío ruso de conspiración y desamor de todas las estaciones, Cs y Adelante Andalucía se comieron el día de Navidad el polvorón de la suegra, con azúcar y veneno, y la liaron. Lo que pasó, simplemente, fue que Jerez era el punto de encuentro más sencillo entre Juan Marín (Sanlúcar), Teresa Rodríguez (Cádiz) y Antonio Maíllo (Sevilla), y que las premuras del calendario político no atienden a fiestas de guardar. Pero todo este ambiente de mañanas fronterizas y de festivos propicios para las deserciones y los espías de cafetín; toda esta novela, decía, viene porque Vox es tóxico.

Vox quema, Vox contamina. No se le menciona, no se le quiere llamar, sólo aparece en sombras y sobreentendidos, porque la derechaza de correaje y cojón es nuestra leyenda de vampiros española. Vemos secretos y complots hasta en el afelpado Juan Marín porque Vox no se entiende como otro partido más, ni siquiera como otro extremismo más. Los comunistas de azadón viejo, los anarcorroqueros, los republicanos fetichistas de chapita y rondalla, y hasta los posmarxistas con casoplón, a esos ya los conocemos y sabemos que, domesticados y melancólicos, hacen decoración más que revoluciones. Al menos, hasta que Sánchez los metió en el Gobierno con los indepes medidores de cráneos. Pero el fantasma de la ultraderecha es otra cosa: ha sido como ver abierta una tumba. A pesar de todo, Andalucía, no ya un imperio socialista, sino un triunfo de la antipolítica, un eterno barbecho social y económico, un solar de desmoralización colectiva, parece que merece ese vértigo.

La presencia de Vox hace de todo, ahora, una mala novela negra

El acuerdo de PP y Cs, con un sitio en la mesa del Parlamento para Vox, ha llegado después de mucho teatrillo, en las fechas de los belenes vivientes y los Santa Claus de Varón Dandy. En realidad, Cs no quiere a Vox, el PP no quiere a Podemos y Podemos no quiere ni a Vox ni a nadie aunque hubiera tragado a Susana (como Marín si dependiera de él). Pero entre rivalidades mitológicas, fobias e intereses líquidos, es Vox el que produce el escalofrío general. A unos por lejanía y a otros por cercanía. Marín sólo los llamó después de que lo pillaran ligando con la izquierda en bares de carajillo. Han tenido que terminar diciendo que la democracia imponía dar sitio a todos, para disimular que sin esos 12 escaños de los rancios y los de forocoches estarían condenados a repetir elecciones.

A Vox lo necesitan, pero a distancia. Ésa será la tensión de toda la legislatura andaluza, entre el posibilismo, el disimulo y el veneno. Vox será el compañero invisible, el vigilante del pasillo de la derecha, y la gárgola a la que señalará la izquierda. Pero Vox sabe también cuál es su sitio, aunque ahora le toque a Abascal posar. No hay banderilleros ni viudas de estanco suficientes en España para ir con el farol de nuevas elecciones, en las que la izquierda sin duda se movilizaría de otra forma. No se puede sostener por mucho tiempo un continuo ataque de cuernos, como de novio en la mili, ni siquiera ellos que son tan cuarteleros. Tampoco dan para ponerse a exigir ahora que se disuelvan las autonomías, ni que vuelva el rito tridentino, ni meter a la muñeca Wendolin en la agenda política. Vox tiene que aparentar fuerza y hacer parroquia, así que exigirán algún gesto que les legitime (como Torra, ya ven) pero se conformarán. No van a perder Andalucía como plataforma publicitaria, no van a arriesgarse a que Susana reviva y les convierta, por esos caprichos de la gente, en irrelevantes.

Vox no estará dispuesto a perder Andalucía como plataforma publicitaria, no van a arriesgarse a que Susana reviva y les convierta en irrelevantes

Juanma Moreno terminará gobernando con la compañía siempre cómoda de Marín y la sombra artificiosa, expresionista y exagerada de Vox. Eso, o quien se caerá del mapa será Vox, después de tanto sacar pecho de palomo. PP y Cs conllevarán a Vox, con su cosa peligrosa, pesada y antigua, como un tren de dinamita, y esperarán que el sanchismo termine su vuelo de globo con pedorreta y que los cabreados que ahora han votado al Guerrero del Antifaz se den cuenta de que el populismo es tan fácil como improductivo. Vox, como decía, se conformará e intentará usar la legislatura para colar más mensajes que exigencias. ¿Y Susana? Susana aguantará todo lo posible hasta ver caer a Sánchez de ese Falcon impulsado por globos de cumpleaños, y quién sabe si volverá a tratar de tomar un PSOE deshecho por este Hércules melifluo. Eso, si Sánchez no la manda antes a la ONU o a morir a un ministerio/panteón.

Juanma Moreno terminará gobernando y Susana aguantará todo lo posible hasta ver caer a Sánchez

Sánchez, como Vox, es tóxico, corrosivo. Quizá estén condenados a neutralizarse el uno al otro, en un estertor químico de espumarajos, como vinagre y bicarbonato. Entre los populismos nacionales y los totalitarismos nacionalistas, nos falta poco ya para hacer democracia clandestinamente, en las estaciones donde se encuentran y se despiden los novios y los delincuentes, con las locomotoras sonando igual que saxofones llovidos.

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