Veo a Carmen Calvo asaltando el edificio de la RAE como en La casa de papel, con mono rojo de menestral roja, tiesa de bigotes y palabros dalilianos, que es a lo que suena el lenguaje “inclusivo”, a perorata dadá de Dalí o de Tip y Coll. El académico es un enemigo muy vistoso y socorrido para los revolucionarios porque son como los banqueros del conocimiento, con su tesoro en arcones, con sus libros como portones con llave de forja, con su culo de cuero, con su gran sombrero de humo sobre la cabeza, con sus gafas gordas para contar letras menudas. Esa gente que parece que quiere todo el conocimiento para ellos, y hasta tiene palacios para eso, para acumular libros esmeraldados y viruta gótica igual que Tío Gilito acumulaba un oro como maya, sólo para que todo se pudra allí. Los académicos son avaros hasta con la miopía y son elitistas siniestros, todo el tiempo tocando música de muertos en sus órganos de aspecto submarino. Pues claro que no quieren la democratización del lenguaje, ni la inclusividad, ni la guillotina justiciera del pueblo para las mayúsculas, que son como reyes godos del abecedario. Menos mal que está Carmen Calvo.

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