Hoy martes, pasadas las dos de la tarde, como es costumbre, recibiremos por fin información, esperemos que detallada, de las medidas que va a aprobar el Gobierno para contener el alza de los precios, sobre todo y más concretamente del combustible y, si hay suerte, el procedimiento para que esas medidas se implementen en la práctica.

Porque la realidad es que a la altura del lunes a las nueve de la noche ni la principales compañías petroleras ni, por supuesto, las pequeñas empresas de gasolineras tienen la menor idea de cómo tienen que actuar a partir de ahora. Y el tiempo apremia porque la intención del Gobierno es que esas medidas se empiecen a aplicar a partir del uno de abril, es decir, del viernes próximo, dentro de tres días.

La duda razonable que cabe ahora mismo es si ese silencio inexplicable del Gobierno durante toda la semana pasada se debe a que ni ellos mismos saben o han decidido todavía cuál va a ser el procedimiento para articular las rebajas prometidas en los precios de la electricidad y de los combustibles.

No se puede encontrar una explicación más que esa porque lo cierto es que hace ya más de una semana que Francia anunció las medidas para reducir el coste para los usuarios de los carburantes pero enseguida explicó cómo se haría: el gobierno francés se hará cargo del descuento de 15 céntimos de euro para las compañías que venden a su vez el combustible a las gasolineras. Fácil, ¿verdad?. El Gobierno español, mientras tanto guardaba silencio.

En España los que se van a rebajar son 20 céntimos por litro de los cuales 15 corresponderá asumirlos al Estado y cinco céntimos a las empresas. Y hasta ahí podemos leer porque nadie sabe absolutamente nada más. En la misma gran incertidmbre e inquietud se encuentran las empresas del sector eléctrico.

Con un agravante y es que tampoco los grupos de la oposición tienen la menor idea de cómo se van a aplicar ésta y otras medidas de las que no tenemos noticia todavía. Al margen, es verdad, de la reacción complacida de ERC que cree, ya veremos si se cumple, que muchas de sus propuestas van a estar recogidas en ese Plan, aunque tampoco están seguros.

Los ministros socialistas habrán hablado largo y tendido con sus socios de Unidas Podemos para intentar evitar que la brecha que ya hay abierta entre una parte y otra del Gobierno se haga cada vez más profunda.

Pero por lo que se refiere a los demás grupos todos están in albis y si no, que se lo digan al portavoz del PNV, Aitor Esteban, que ha confesado con irritación comprensible que ha hablado con el ministro de la Presidencia durante cinco minutos antes del acto de ayer del presidente del Gobierno y que no le ha sido concretado nada.

El Gobierno no puede pretender que la oposición le dé el 'nihil obstat, imprimatur' a un decreto sin conocer al detalle no sólo las medidas, sino cómo se van a poner en práctica

Lo mismo dice la portavoz del grupo popular Cuca Gamarra, que desconoce el contenido real del decreto que se supone que va a aprobar hoy el consejo de ministros. Y, aunque la disposición es buena, el Gobierno no puede pretender que la oposición le dé el nihil obstat, imprimatur a un decreto sin conocer al detalle no sólo las medidas que se van a aprobar sino la letra pequeña del cómo se van a poner en práctica.

Otra cosa sería que el Gobienro aceptara tramitar ese decreto como proyecto de ley en cuyo caso el estudio más sosegado de su contenido y la posibilidad de introducir enmiendas al mismo permitirían que los grupos de la oposición lo apoyaran con mayor conformidad.

El problema es que ese procedimiento conlleva unos plazos que son del todo incompatibles con la urgencia que tiene el país para que se ataje cuanto antes la situación que están padeciendo las empresas grandes, medianas y pequeñas, los autónomos y los ciudadanos particulares en general.

El Gobierno llega tarde y con los deberes a medio hacer. La rueda de prensa del consejo de ministros de hoy, que suele ser a partir de las 14 horas será muy ilustrativa de hasta qué punto es eso cierto.

El miércoles Pedro Sánchez comparece en el Congreso para hablar de muchas cosas, es decir, para hablar poco pero de casi todo. No es de recibo, tal y como está la situación en España que el presidente del Gobierno vaya a meter en el mismo saco todos los problemas que ahora mismo acucian a España y pretenda darlos por abordados con unas meras pinceladas, que es a lo que le va a dar tiempo a dar en cada una de las cuestiones.

Las medidas económicas para detener cuanto antes el alza desbocada de los precios y los acuerdos a que se ha llegado con las patronales del transporte y las que sigue siendo imprescindible abordar para que la Plataforma de los autónomos desconvoque la huelga que aún mantienen, habría exigido un pleno monográfico.

Otro pleno específico en el que compareciera el presidente del Gobierno debería haberse dedicado a los efectos en Europa y en España de la invasión de Ucrania por Rusia. Efectos en la resituación de los planteamientos geoestratégicos, de la Alianza Atlántica, de rearme de los países miembros de la Unión Europea, de incremento del presupuesto de Defensa en nuestro país y del fenómeno nunca visto hasta ahora de la llegada masiva de millones de refugiados ucranianos y las medidas que se han de poner en marcha con celeridad, no sólo para que reciban atención escolar y sanitaria sino para que puedan integrase en el mercado español de trabajo.

Un tercer pleno monográfico sigue siendo exigible para que el presidente del Gobierno explique a la Cámara y a los españoles en general las razones del cambio de posición de nuestro país en relación con el futuro del Sáhara occidental.

Miguel Ángel Moratinos, quien fue ministro español de Asuntos Exteriores, es uno de los dos políticos -el otro es su antiguo jefe en el Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero- que sostiene que España no ha cambiado en absoluto de posición y que todo lo que hemos sabido desde que la casa real marroquí tuvo a bien hacer pública la carta que le envió Pedro Sánchez es pura política de continuidad.

Lamentablemente, la inmensa mayoría de los españoles y también el gobierno de Rabat y no digamos ya el de Argel, no compartimos el punto de vista de quien ahora ocupa uno de esos cargos bicoca en Naciones Unidas como Alto Representante de la ONU para la Alianza de Civilizaciones.

Bien, pues excepción hecha de la opinión insostenible del señor Moratinos, el cambio histórico de posición de España, decidido por el señor Sánchez sin consultar al Congreso, ni pactarlo con la oposición, ni siquiera con el equipo de expertos en Marruecos y el Sáhara que trabajan desde hace años en el ministerio de Asuntos Exteriores, también exigiría un pleno monográfico.

Va a hablar de todo, lo cual significa que no va a abordar nada

Más que nada para que el presidente diera las explicaciones que todavía no ha dado y diga de una vez si, a cambio de que España haya reconocido por escrito la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara occidental, que no otra cosa significa dar la propuesta marroquí de autonomía del territorio como "la base más seria, creíble y realista para la resolución de este diferendo" (sic), España ha obtenido al menos un compromiso, también por escrito, de respetar para siempre la españolidad de Ceuta y Melilla y el fin definitivo de la extorsión que supone la llegada masiva de inmigrantes a la valla de Melilla y a las playas de Ceuta y del archipiélago canario.

Y, sin embargo, el presidente va a incluir todos estos asuntos de la máxima trascendencia en una sola sesión del pleno del Congreso. Va a hablar de todo, lo cual significa que no va abordar seriamente nada. Y esa es una burla inaceptable al Parlamento y a todos nosotros.