Los indepes todavía no dicen haber sido invadidos, aparte de por andaluces de Barcelona y motomamis de San Cugat, pero sí pueden sentirse dentro de la guerra y de la intriga afirmando haber sido espiados con catalejo, con zapatófono o con chis. Ese programa israelí, Pegasus, debe de ser muy sofisticado, superando en mucho a nuestro espía bajito disfrazado de lagarterana o a nuestro comisario de libreta gorda, pacharancito y puta de polígono, pero no sé si sirve de algo. Quiero decir que, de haberles espiado el Estado, eso no evitó el 1-O, ni que Puigdemont se escapara envuelto en toallas portuguesas, como un E.T. entre toallas portuguesas. Pero a los indepes, que son Mandela, Gandhi, Rosa Parks y la ballena Willy, todo en uno, como una especie de gallifante o Mr. Potato de la injusticia, sólo les falta ya ser Zelenski. O los últimos de Mariupol, que resisten bajo la ferralla cementerial de una fábrica como un desguace de buques, igual que tras un contenedor o un maniquí de tenista arrojados a la Diagonal.

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