Muchos pensábamos que la crisis ucraniana salvaría a Boris Johnson de una moción de censura interna promovida por sus compañeros de partido. No ha sido así. Vemos que al publicarse el informe de Sue Grey, como también parte del informe policial ha habido de nuevo vendaval dentro del Partido Conservador. A pesar de que podíamos pensar que dentro de las tendencias del partido ha habido una calma o una tregua, siempre ha habido la posibilidad de que se consiguiesen las firmas suficientes. Y estas se presentasen en el Comité 1922, que es aquel encargado del funcionamiento interno del partido desde 1923.

Hace unos meses todos teníamos la sensación de que Boris Johnson dejaba de estar en la cuerda floja. Y su liderazgo en la ayuda militar y humanitaria en Ucrania pensábamos que lo iba a salvar. Como también el hecho que habían cesado los noticias o los titulares por parte de la prensa conservadora contra el primer ministro y su oficina en el número 10. A pesar de la guerra, hemos visto que después de la publicación del informe de Sue Gray se ha vuelto a las andadas y tenemos de nuevo a la prensa conservadora pidiendo su dimisión a través de las columnas de opinión.

Nos tenemos que remontar a los tiempos de Margaret Thatcher para ver que el partido funciona contra el propio primer ministro

Si analizamos las encuestas, podemos ver cómo en un primer momento el votante conservador dejaría de votar al partido siempre y cuando Boris Johnson siguiese al frente del partido, pero actualmente no es así. Hay una masa de ciudadanos que votaría en contra del Partido Conservador votando a otras opciones para castigar así al partido, y su falta de rigor interno para afrontar la situación de Boris Johnson. Una situación realmente curiosa porque nos tenemos que remontar a los tiempos de Margaret Thatcher para ver que el partido funciona contra el propio primer ministro de una manera completamente eficaz. Como también contra Theresa May. En las elecciones de 2019 pero, fueron las elecciones donde se votó de manera plebiscita el asunto del Brexit. Votar a los Tories era votar sí, votar al resto de formaciones era votar en contra. Así pues, el “efecto BoJo” no era tanto sobre él, sino sobre el marco.

Por otro lado, las encuestas señalan que el Partido Laborista ganaría las elecciones de manera holgada, pero no con una amplia mayoría. Eso significa que, aunque el Partido Conservador perdería algunos feudos importantes, que les arrebató a los laboristas en las anteriores elecciones. Asimismo, el Partido Laborista tampoco conseguiría mucho apoyo o voto convencido, sino que sería fruto del voto a la contra su victoria.

A pesar de que la política británica sea muchas veces excesivamente chillona, es parte del proceder político que acompaña al institucionalismo

El hecho de que algunos diputados conservadores hayan vuelto a escribir las cartas y las hayan presentado de nuevo al Comité 1922, tal como decía al principio, no es síntoma de que el primer ministro tenga las de perder tampoco esta vez. No por el liderazgo que ha surgido en la crisis ucraniana, que ha salido reforzado en parte, sino también en lo que sería el asunto de la propia organización interna. A diferencia de lo que pasaba la otra vez, donde había una serie de candidatos clave, Rishi Sunak o Liz Truss, en este caso no hay ninguno de ellos. Esto tiene como consecuencia que tampoco surjan movimientos internos por nadie concreto, sino que son los propios diputados de circunscripciones los que presentan batalla a su manera.

Debemos tener en cuenta una consideración respecto a la propia política británica. Y es que a pesar de que muchas veces esta sea excepcionalmente gesticular o excesivamente chillona, forma parte del propio proceder político que acompaña el institucionalismo del país. De la misma manera que siempre ha habido facciones contrarias dentro de los partidos políticos contra sus líderes. Baldwin, Chamberlain, Churchill, Attlee, Eden, Douglas-Home, Wilson, Heath, Callaghan, Blair, Brown o Cameron. En los casos de Thatcher y May se forzó al extremo de amenazar con una moción de censura interna, y en el caso de Thatcher se celebró la primera vuelta de esta.

El SNP en Escocia se plantea, valiéndose de la falta de credibilidad en Downing Street, un nuevo proceso para un referéndum independentista

Por otra parte, podemos también analizar la situación que en Escocia el SNP se plantea de nuevo valiéndose de la falta de credibilidad que pueda tener Downing Street, aprovechando la situación para iniciar un nuevo proceso para un referéndum independentista. A pesar de que algunas encuestas apuntan a un empate, y otras a una victoria del “No” a la independencia. También en el caso de Irlanda del Norte vemos cómo la falta de credibilidad de Boris Johnson y el gobierno británico para afrontar la situación existente sobre el asunto de la frontera con Irlanda, y con la Unión Europea, resta también credibilidad a los conservadores norirlandeses, como también al Unionismo británico. Recordemos que las últimas elecciones a la Asamblea de Irlanda del Norte el Sinn Fein ganó las elecciones, y el UUP bajó un escaño, y el DUP tres.

En conclusión, la crisis que arrastra el Partido Conservador británico no se trata ya de una crisis que solo afecta a Boris Johnson y a su liderazgo, y a parte de su Gabinete. Es una crisis que afecta al Partido Conservador en su totalidad. Un cambio de liderazgo ya no salvará un previsible mal resultado electoral. Como tampoco el hecho de encontrarse en la encrucijada actual, que se debería cambiar de líder y primer ministro pero al mismo tiempo nadie quiere, ni tampoco une al partido, provoca la inmovilidad actual. Sí, se están presentando cartas para que renuncie. Sí, el Partido Conservador ve que mantenerse como hasta ahora los hunde en las encuestas. Sí, deberían cambiar de liderazgo y estrategia. Pero no hay nadie hoy que pueda recoser las facciones, ni unir al partido bajo un candidato de consenso.

Han tardado demasiado, incluso los favoritos de hace unos meses, como Rishi Sunak, Liz Truss, Jeremy Hunt o Nadhim Zahawi tienen la popularidad que tenían. Tendremos que parar atención a las próximas semanas, o los próximos días.