Opinión

La hambruna que viene

Cosecha en Moldavia. EFE

Quizás por capricho de la historia o por el espejo en el que se mira Putin, la invasión a Ucrania coincide con el 90 aniversario del Holodomor. Esta terrible hambruna -que fue un genocidio, según Raphäel Lemkin, el jurista que creo el término y la definición- pero no según la Convención para la Prevención del Genocidio de 1948 (recordemos, creada y votada entre otros por la URSS) se cobró al menos tres millones de vidas y afectó desproporcionadamente a la entonces República Socialista Soviética de Ucrania y a la minoría ucraniana.

Hoy, una terrible hambruna se cierne sobre el mundo y es de justicia reconocer que Rusia no es el único culpable (el aumento de los precios de transporte, el Covid y el cambio climático entre otros muchos factores), pero es un actor dispuesto a empeorar una crisis existente y a sacar el mayor provecho posible de ella.

Para Stalin, la cuestión clave era aplastar el nacionalismo ucraniano y asegurar la sumisión absoluta a Moscú. Y para ello, la mayor baza era volver la propia fortaleza de Ucrania en su contra. Siguieron dos años de absoluto terror, de requisas alimentarias incompatibles con la vida, de cuadrillas que sembraban el terror buscando "kulaks" (campesinos "ricos" y "contrarrevolucionarios") y "nacionalistas" ucranianos y en algunos casos extremos, incluso de canibalismo.

Siguieron dos años de absoluto terror, de requisas alimentarias incompatibles con la vida...

Un pequeño apunte: es interesante cómo tanto en el estalinismo como en la Federación Rusa y en menor medida en el resto de la existencia de la URSS, el nacionalismo tóxico siempre fue el del "otro", el del lituano, el del kazako, el del moldavo, el del ucraniano, el del estonio…

Para Putin, por otro lado, la posibilidad de utilizar una hambruna como arma de guerra parece más bien sobrevenida. Parece que ha pasado una vida desde aquel intento de tomar el aeropuerto Antonov en Hostomel, descabezar a Ucrania e introducir su propio quisling en el gobierno. La nueva intervención checoslovaca (contra la primavera de Praga) o la nueva Operación Tormenta-333 (el asalto para descabezar Afganistán, que a pesar de tener éxito, llevó a una guerra recrudecida cuyas consecuencias sentimos hoy) se ha empantanado y ha entrado en una etapa de guerra de desgaste donde hay dos objetivos claros a nivel diplomático, quebrar la unidad del "Occidente colectivo" y conseguir un posicionamiento más favorable a Rusia por parte del sur global.

Para la primera, los lazos comerciales con Alemania y las ambiciones geopolíticas francesas juegan un papel clave, pero poco a poco parece que van cediendo al "Occidente colectivo", para la segunda, la estrategia del hambre es un factor clave. Putin sabe que si consigue agrandar la brecha norte/sur, la presión migratoria, los efectos de los conflictos armados, el terrorismo y la inseguridad se convertirán en sus mejores aliadas. Sabe que el vacío de seguridad que la OTAN, EEUU, Francia o la UE dejen en África podrá ser ocupado.

Putin sabe que si consigue agrandar la brecha norte/sur, la presión migratoria, los efectos de los conflictos armados, el terrorismo y la inseguridad se convertirán en sus mejores aliadas

Y dentro del sur global, África será el objetivo favorito para la hambruna de Putin, en primer lugar por la proximidad geográfica; en segundo lugar, por la existencia de un sentimiento anti-francés sobre el cual se puede plantar su mensaje (al igual que el sentimiento anti-EEUU en Latinoamérica); y en tercer lugar, por el recuerdo positivo que la mayoría de los pueblos africanos guardan para con la URSS (que Putin sabe aprovechar y reconducir).

No tiene ningún sentido ocultar esta estrategia, las menciones al minado del puerto de Odesa por parte de Ucrania y a las sanciones occidentales no tienen más objetivo que trasladar la culpa. Efectivamente, hay factores previos, pero la negativa rusa a exportar sus productos agrícolas principalmente a África y a dejar pasar los productos ucranianos a través de su bloqueo naval siempre y cuando no se levanten las sanciones impuestas como consecuencia de su brutal e injustificada agresión delata sus intenciones.

Quizás, si estuviésemos ante otro enemigo o nuestra unidad fuese más fuerte, se podría organizar una misión de escolta de estos cargamentos, ya que su exportación por tierra es mucho más difícil y costosa. Quizás, si Turquía, Rumanía y Bulgaria pudiesen donar parte de sus fuerzas navales a Ucrania o si se le hiciese entrega de helicópteros con capacidades antisubmarinas romper ese bloqueo no sería una tarea tan complicada, pero parece que aún no estamos allí.

Es crucial impedir este nuevo Holodomor a escala global, no solo por los millones de muertes que pueda causar, sino también por puros objetivos "egoístas" europeos. África es nuestro vecino más cercano, con el cual tenemos importantes sinergias, desde nuestra dependencia de materias primas hasta nuestra necesidad de mano de obra pasando por el envejecimiento de nuestra población.

Hay que salvar a millones de personas de una muerte segura y sentar las bases de una futura, duradera y segura amistad entre la UE y África

A diferencia de Putin y a pesar de nuestros terribles socios en la defensa de nuestra frontera sur (siento como propias toda y cada una de esas 37 víctimas de la Gendarmería Marroquí, masacre en la que España no está plenamente libre de culpa), nuestras sociedades (y hablo aquí principalmente de Europa Occidental, no del mundo poscomunista, pero incluso allí hay grandes diferencias) son mucho más abiertas y tolerantes que Rusia.

Desconozco si hay suficientes excedentes agrícolas en este "Occidente colectivo" como para cubrir las necesidades de África, pero si los hay, creo que es imperativo que se usen, no solo para salvar a millones de personas de una muerte segura, sino para sentar las bases de una futura, duradera y segura amistad entre la UE y África.

Es hora de convertir este nuevo Holodomor en un nuevo Bloqueo de Berlín a nivel global, donde "Occidente colectivo" le gane de nuevo la partida al totalitarismo más abyecto.


Victor Vasilescu es licenciado en Derecho y Ciencias Políticas, máster en Relaciones Internacionales-Estudios Africanos.

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