Saltó la bomba Ferrovial y no tardaron en llegar las quejas del Gobierno. Quien primero saltó fue la Ministra más impactada, la titular de Economía Nadia Calviño.

Digo que es la más impactada porque Nadia Calviño es la responsable de que España sea un país atractivo a la inversión y el mensaje que manda Ferrovial cuestiona, de plano, las políticas fiscales y la sobre-regulación que ha venido ejerciendo el Gobierno de Pedro Sánchez estos tres años y medio, A ver… que hay otra ministra impactada como es la titular de Hacienda, María Jesús Montero, pero lo suyo es a nivel recaudatorio. Vamos, un “a posteriori” de libro.

El caso es que uno es pedante y, al escuchar a la Ministra Calviño, me vino a la cabeza Ludwig Wittgenstein. El filósofo austriaco afirmaba que los sustantivos son elementos inventados para cumplir un objetivo dentro del juego que es lenguaje.

Es decir: ponemos nombres a las cosas de una forma arbitraria para construir un lenguaje que nos permita defendernos, atacar, reír o hacer llorar (incluso sentir pena por nosotros mismos).

Así que, cuando Ferrovial anuncia que instala su sede social en Holanda porque hay un marco jurídico más estable que en España y por una menor presión fiscal, el Gobierno construye una estructura de lenguaje que basa su argumento en una premisa: que el impacto que sufre el Gobierno (a fin de cuentas el marco legislativo es su responsabilidad) se identifique con una afrenta al país en su conjunto.

Por lo tanto, en cuanto salta la noticia, Nadia Calviño declaró que rechazaba la decisión porque “España le ha dado todo a Ferrovial. Es una decisión que va contra el interés y la imagen de nuestro país”.

¿Lo ven?

Nadia Calviño confunde voluntariamente nación con Gobierno. O con El Estado si se prefiere

Nadia Calviño confunde voluntariamente nación con Gobierno. O con El Estado si se prefiere. No con “un estado” (país soberano), sino con el “Conjunto de los poderes y órganos de gobierno de un país soberano.” (según la séptima acepción de la RAE).

Vayamos por partes. Ferrovial tiene mucho de su negocio fuera de nuestras fronteras. De hecho el 85% de sus ingresos y, cuando el 85% de la facturación de una empresa viene de países extranjeros, no tengo yo claro que nadie le haya dado todo a alguien.

Puedo encontrar un símil en el deporte: Donzic o Ronaldo no se quedaron a jugar en sus países de origen, porque sus respectivas ligas no les iban a hacer destacar. Tenían nivel para salir y así lo vieron claro. Ojeadores fueron a verles y, finalmente, evolucionaron en sus carreras.

Desde luego que defienden la camiseta de sus países en las competiciones de selecciones, pero su juego profesional ha estado en España, Italia, Estados Unidos o Inglaterra.

Así que lo mucho que Ferrovial hubiera crecido en España es relevante, pero quedó atrás. Ese crecimiento implicó que Ferrovial se vio fuerte y se lanzó a ampliar perspectivas… con total éxito.

Lo que está en cuestión es si el Gobierno está por facilitar un tejido productivo (ayudar de verdad a las empresas), fiscal (renunciar a impuestos para permitir un mayor pulmón económico), financiero (atraer inversión), laboral (flexibilizar el mercado de trabajo e incidir en la formación para el empleo) y una estabilidad legislativa como para que Ferrovial siga avanzando desde España (que las leyes no cambien por cuestiones coyunturales).

Pero, dado que no ha gustado la decisión, el propio Pedro Sánchez ha ido a por la persona, a por Rafael del Pino y le acusa de no querer pagar el impuesto de grandes patrimonios y de no estar comprometido con su país.

Ese impuesto es una medida arbitraria del Gobierno para recaudar más bajo la trasnochada premisa de “que paguen más los que más tienen”, cuando mil veces se ha demostrado que, por mucho que se quiera, incluso arriesgando a ser acusado de afán recaudatorio, los que más tienen no le resuelven la papeleta presupuestaria a un gobierno, por muy populista que sea.

Además lo que se va es la sede social a Países Bajos. No huyen los puestos de trabajo ni las obras que hay en España y que subcontratan a otras empresas españolas. Es más, Rafael del Pino no creo que se vaya a nacionalizar holandés (que ganas le deben estar entrando de hacerlo… en las Antillas Holandesas).

Pedro Sánchez se está comportando, pues, como esas veces en las que el Presidente del Partido Popular viaja a Europa: si Alberto Núñez Feijóo critica al Gobierno en Bruselas, Pedro Sánchez le tacha de desleal por criticar a España. Pero es que no es a España. Es al Gobierno.

Pedro Sánchez ha hecho lo mismo ahora, pero con mayor delito, porque Del Pino es un ciudadano, no un rival político, y el Presidente del Gobierno no ha dudado en ponerle de vuelta y media ante Europa.

Porque ahí es donde Pedro Sánchez quiere pelear sus confrontaciones: en un territorio en el que todo es un conflicto político y que le permite confundir ideología con actividad empresarial o cultural o periodística o judicial, una táctica que le permite argumentar haciendo que se confunda nuestro país, con su gobierno,