El viernes pasado el gobierno español presentó la candidatura de la vicepresidenta primera y ministra de Economía Nadia Calviño a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). Es una decisión de peso por cuanto Pedro Sánchez pierde (si lograra ganar la votación tendría que integrarse al BEI en enero de 2024) a la persona que ha pilotado la economía española desde 2018 y, además, la que ha dado credibilidad a sus medidas en Europa y, por último, y no menos importante, la que ha impedido algunos de los desmanes que pretendían los ministros de Unidas Podemos. Sus enfrentamientos con Pablo Iglesias en las reuniones del Consejo de Ministros fueron constantes hasta la dimisión del fundador de Podemos.

Que la marcha de Calviño (insisto, si gana) es un golpe para Sánchez lo demuestra la fecha elegida para el anuncio: a una semana de que venza el plazo de presentación de candidaturas y en pleno puente del mes de agosto, cuando la mayoría de los españoles está de vacaciones.

La pregunta que surge es si Calviño ha decidido abandonar el barco ante la perspectiva de que Sánchez no consiga amarrar los votos necesarios para su investidura. Las fuentes consultadas rebajan esta hipótesis a la categoría de rumor. Parece que ya, desde hace tiempo, la ministra de Economía le había manifestado al presidente su deseo de abandonar el Gobierno y la presidencia del BEI era una de las opciones que se plantearon como alternativa. Pero, en todo caso, sea fruto de un pacto previo o no, el caso es que la marcha de Calviño le hace un roto a Sánchez, ya que su puesto es el más importante del Gobierno, tras el del presidente, claro.

La mayoría de los gobiernos europeos es conservadora o liberal y Calviño no va a contar con el respaldo del PP para su candidatura al BEI

Sánchez tendrá que buscar a un candidato que, como mínimo, tenga la credibilidad para los mercados y para Bruselas que tenía Calviño (no olvidemos que, antes de ministra, fue directora general de Presupuestos de la Comisión Europea). Buscar una alternativa cuando no es seguro si el presidente logrará los apoyos para la investidura o se verá forzado a acudir a nuevas elecciones no es el mejor de los escenarios. Si hubiera podido elegir, sin duda, Sánchez hubiera preferido que Calviño se quedara. Pero no ha podido ser.

Ahora bien, ¿tiene posibilidades reales de ser elegida para el cargo? Ayer, ella misma, desde Cádiz, afirmaba: "Sólo una candidatura al BEI con mi nombre tendrá opciones de prosperar". La ministra, como suele decirse, no necesita abuela. Lo que no está claro es si tendrá apoyos suficientes para lograrlo.

Entre los candidatos que competirán con ella destaca la danesa Margrethe Vestager que, en la actualidad ocupa la vicepresidencia de la Comisión y es comisaria de Competencia. Vestager es uno de los miembros de la Comisión con mayor peso y ha destacado durante su mandato por su lucha contra las grandes tecnológicas.

El cargo de presidente del BEI lo deciden los ministros de Economía de los 27 miembros de la Unión bajo un criterio político. En estos momentos, la mayoría de los países de la UE están gobernados por partidos conservadores y liberales. Incluso en Alemania, cuyo canciller es el socialdemócrata Olaf Scholz, el ministro de Finanzas es el liberal Christian Lindner.

El obstáculo que supone pertenecer a una familia política que está en minoría en Europa puede soslayarse si el candidato o candidata en cuestión cuenta con el respaldo del principal partido de la oposición. Es decir, si la candidatura es de consenso. Esta es la clave: ¿contará Calviño con el apoyo del PP? ¿Le hará campaña Feijóo entre sus colegas conservadores y liberales europeos? Estoy seguro de que no. La ministra ha sido excesivamente beligerante en su trato con el PP como para pedirle ahora su apoyo en Europa.

Calviño es una buena candidata, pero también lo era cuando aspiró a la dirección del FMI o cuando, más recientemente, optó a la presidencia del Eurogrupo. En ambas ocasiones, perdió. Al final, el hándicap principal de Calviño va a ser su falta de mano izquierda.