Desde que la democracia se abrió camino en España, las elecciones municipales se han visto siempre como una excepcionalidad, un voto con asteriscos, condicionado por la cercanía y por las personas, mucho más que por las siglas. Esa, al menos, es una lectura que interesa a la derecha española: las municipales también han sido, tradicionalmente, un feudo importante de la izquierda y más especialmente del PSOE.

Sólo en 2011 la derecha consiguió más poder local en España que sus rivales, en el contexto de castigo generalizado a la gestión de José Luis Rodríguez Zapatero y la crisis económica. Esa excepción no se confirmó en 2015, aunque los datos no se puedan presentar por la distorsión que genera que Podemos no utilizase su propia marca, sino infinidad de marcas municipales individualizadas en cada localidad.

La fortaleza de las izquierdas fue especialmente relevante en los años 80, impulsada por la ola de Felipe González y los primeros gobiernos progresistas de la democracia. PSOE, Izquierda Unida y el resto de fuerzas de izquierda sumaron el 51,5% en las elecciones de 1983, una de las sumas más altas entre cualquier bloque ideológico dentro del conjunto histórico entre municipales, generales, autonómicas y europeas.

Su fuerza, especialmente lastrada por las caídas paulatinas de Izquierda Unida, se resintió y estabilizó en la década siguiente, al tiempo que las fuerzas nacionalistas clásicas (catalanas, gallegas y vascas) se fortificaban alrededor del 10% del voto local.

Una mirada rápida al gráfico pone de manifiesto que, con sus particularidades, resulta imposible disgregar el resultado municipal de las tendencias generales de la sociedad española. Así, pese a que el PP ha sido durante décadas el único partido del centro-derecha y no ha contado con 'ayuda' extra, su rendimiento fluctúa de manera clara.

Mientras permanece en la oposición a González, supera con dificultad el 30%. Su crecimiento hasta el 36,39% en 1995, aunque insuficiente para derrotar a la izquierda, anticipó claramente el éxito de José María Aznar en las generales del año siguiente, que le llevaría a Moncloa con el apoyo de los partidos nacionalistas. El PP fortificó entonces un suelo que no abandonó hasta 2011, cuando saltó hasta el 40,87% (aupado esta vez por UPyD en el bloque de la derecha), coincidiendo con la mayoría absoluta de Mariano Rajoy en las generales.

El PSOE de Pedro Sánchez tiene, pues, motivos para el optimismo vistos los resultados del 28-A, aunque las municipales de 2019 son unas elecciones abiertas. Por primera vez en la derecha concurren tres partidos con fuerza consolidada, y sin el handicap que el sistema de circunscripciones supone en las elecciones generales. No obstante, las municipales favorecen a los partidos históricos, PP y PSOE, que cuentan con candidaturas en prácticamente todos los municipios de España. No es el caso de Ciudadanos, Podemos ni Vox, que en miles de pequeñas localidades no hacen acto de presencia.