Unos se preguntan: “¿Qué puedo esperar de una serie que alcanza su cuarta temporada?” Otros responden: “Más de lo mismo”. Sin embargo, con La casa de papel nunca se sabe y, aunque sus primeros capítulos jueguen al despiste, Álex Pina, su director, ya avisó del “salvaje shock” que la segunda mitad de la temporada provocaría en el espectador.

La casa de papel, la serie que, definitivamente, ha marcado un antes y un después en la ficción española, se ha convertido en un elixir de vida para muchos que, sin duda, desearían que fuera eterno. Sin embargo, el peligro de estirar una trama sobre un atraco más de lo debido puede llevar a convertir un elixir de vida en un veneno letal producto del desgaste.

Dar el paso de extender una trama que estaba satisfactoriamente cerrada al final de la segunda temporada fue algo muy arriesgado pero acertado, por lo menos por una temporada más. En esta nueva temporada el planteamiento o trama base es muy similar al de la tercera parte, el atraco al Banco de España, algo que genera esa sensación de repetición o de estirar el chicle más de lo debido.

Sin embargo, el punto a favor llega al poder comprobar cómo el desgaste hace mella en los personajes principales, Profesor incluido, y los lleva a tomar decisiones y actuar de maneras en las que nunca antes los habíamos visto, una circunstancia que provoca más caos y división en la banda y, al mismo tiempo, más diversión para el espectador.

Sin duda, otro de los puntos fuertes que mantendrá al espectador con los ojos pegados a la pantalla será conocer si Nairobi (Alba Flores), uno de los personajes más queridos por el público, sigue viva.

La estrategia por parte de los creadores de la serie de terminar la tercera temporada con Nairobi debatiéndose entre la vida y la muerte es la mejor baza para mantener al público enganchado en esta cuarta parte y uno de los alicientes que demuestran que nadie está a salvo en este atraco.