La cancha es un precario suelo de cemento amenazado por las grietas y la arena. Soporta los achaques como si se tratara de un superviviente más del campamento de refugiados en el que se halla plantado. A media tarde, cuando el calor sofocante concede cierta tregua, el equipo conquista la pista. El público, escaso y guarecido del sol bajo la sombra de los vehículos aparcados en los márgenes, observa a los jugadores que botan el balón mientras arrastran sus sillas de ruedas por el páramo.

Son los campeones del desierto, la cuadrilla que protagoniza una pionera iniciativa para unos discapacitados físicos que sortean a diario los obstáculos de uno de los campos más inhóspitos del planeta, en el que sobreviven desde hace 47 años y a duras penas cerca de 200.000 refugiados procedentes del Sáhara Occidental, la ex colonia española ocupada por Marruecos. “El deporte es para ellos una oportunidad de juntarse y hablar de sus vidas”, comenta Ragheb Ahmedbaba, el entrenador del equipo.

Es nuestra forma de demostrar a la gente que también podemos jugar y participar en la sociedad

OMAR NAJI, MIEMBRO DEL EQUIPO DE BALONCESTO

Omar Naji es uno de los integrantes del equipo que toma la cancha dos veces por semana, los lunes y los jueves, en un proyecto que trata de arrojar luz sobre una comunidad que vivía hasta ahora instalada en las sombras. “Es nuestra forma de demostrar a la gente que también podemos jugar y participar en la sociedad”, reclama Naji. Como la mayoría de sus colegas de equipo, padece las secuelas de la polio. Está casado y tiene una hija. Se gana la vida como guarda en una de las bibliotecas de los campamentos. Antes lo hizo como dependiente de una tienda.

Omar acude puntual a las dos citas semanales. La aventura arrancó en 2019 y sufrió el parón decretado por la propagación de la crisis sanitaria del coronavirus. “Hasta ahora hemos jugado en esta pista y en Tinduf [la ciudad argelina en cuyos alrededores están enclavados los campamentos], pero nos gustaría viajar. Nos invitaron a Beirut pero no tenemos recursos para el desplazamiento”, desliza el joven en un receso de los entrenamientos. Sus recursos resultan escasos. Las equipaciones que visten los miembros del equipo son una sucesión caótica de agrupaciones deportivas extranjeras.

El sueño de la campeona Lala

Lala Ali comparte aspiración de traspasar las fronteras del desierto. A sus 36 años, se mueve por las inmediaciones con sus muletas mientras espera su turno para jugar voleibol sentado, la disciplina establecida para las mujeres. “Nos encantaría ir de gira y jugar con chicas en nuestra misma situación de otros países”, comenta con el español que aprendió durante sus estancias en Almería en los veranos de una infancia ya remota. “Es muy complicado ser discapacitada en un sitio como éste, moverse entre arena y piedras sin tropezar y caerse”.

Es muy complicado ser discapacitada en un sitio como éste, moverse entre arena y piedras

LALA ALI, INTEGRANTE DEL EQUIPO DE VOLEIBOL SENTADO

El proyecto, único en los campamentos saharauis, reúne a discapacitados procedentes de todas las wilayas, las provincias en las que están organizados los campamentos. Cuenta con el apoyo del ministerio de Juventud y Deportes de la República Árabe Saharaui Democrática y la Cruz Roja. “Comenzamos con 15 personas y cada día que pasa aumenta el número de personas que desean sumarse. Hay pocas oportunidades y participar les hace felices”, reconoce Raghed, una de las almas de la iniciativa que compagina con su labor como periodista con la dirección del equipo.

En zona de sombra

Hasta recalar en las filas del equipo de voleibol Lala pasaba los días en la jaima “sin hacer nada”. “Veía a través de la televisión que en otros países las chicas como yo practicaban deporte y era mi ilusión”, rememora. “El voleibol significa mucho para mí. Es un modo de entretenerme, jugar y poder cambiar de mentalidad”, dice, convertida ahora en una animadora del grupo. “Para muchos discapacitados no hay otra alternativa que quedarse en casa. He traído a una amiga por primera vez. Tenía muchos reparos pero la he convencido. Hay que dejar atrás la vergüenza que muchos sienten. Están muy cerrados y acostumbrados a quedarse en casa. Hay mucha gente discapacitada, por dentro y por fuera”, comenta.

El resto es participar en los juegos paraolímpicos de París de 2024

Unas reticencias que, unidas a los tabúes y la discriminación, continúa marcando a la población discapacitada de los campamentos, hasta hace poco invisible. Las ONGs que trabajan sobre el terreno, en mitad de la diáspora que trata de permanecer vivas las aspiraciones de retorno a los territorios ocupados del Sáhara Occidental, alertan de las condiciones especialmente precarias que atraviesa la comunidad por la falta de asistencia médica adecuada y la ausencia de conocimiento sobre la discapacidad. Una combinación de factores que ha consolidado su vulnerabilidad y afectado seriamente a su bienestar y su autonomía.

Consciente de los retos, Raghed se ha propuesto llevar a buen puerto la odisea de hacer del deporte una herramienta para reivindicar su lugar en una sociedad que ha convertido la resistencia en su modo de vida. Hace unos meses Lala y Omar junto al resto de compañeros de fatigas recibieron calzado  y “un kit deportivo”. “El fin es seguir mejorando el rendimiento deportivo de nuestros futuros campeones”, explican desde el ministerio. “El reto es participar en los juegos paraolímpicos de París de 2024. Ya sabemos que es un sueño difícil”, balbucea Raghed. Pero para los campeones del desierto más hostil, no existe meta imposible. 

Desde la revolución que visibiliza a los discapacitados saharauis

Lidera un proyecto hasta ahora inédito en un campo de refugiados. Buyema Fateh dirige un centro de atención a la comunidad de discapacitados saharauis. El proyecto nació para cambiar una realidad sombría. "Vi un montón de casos de niños y adultos que eran marginados y ocultados por sus familias. Había incluso personas que eran atadas y tuvimos que lamentar varias tragedias. Algunos menores murieron calcinados cuando las jaimas se prendieron fuego”, explicó a El Independiente en este reportaje.