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'This is Michael': imitar al inimitable

El show 'This is Michael'

El show 'This is Michael'

Tratar de imitar a Michael Jackson es a la vez imposible, y meritorio. En ambas direcciones. Cuando llegué anoche al Palacio de Congresos de Ifema, descubrí una cola que rodeaba el enorme pabellón. La conformaban niños, sus madres y padres, grupos de amigas ya mayorcitas, y muy pocas personas por debajo de 35 años. Normal. Es un intento de revivir la emoción de asistir a un concierto, que si no es del artista, está relacionado con él.

Al entrar no tuve más remedio que oír a alguien quejándose a gritos en la taquilla: “Si yo no llego a leer el email, y me encuentro en el Wizink Center ahora, ¿qué?”. Un cambio de local siempre es un problema. Y no fue el único. Marcos Calvo, el promotor local, me reconoció que abrió por los pelos. Horas antes, nada funcionaba bien. Hubo desastre con el humo, pantallas, sonido… Una vez más, y también en la producción, fue imposible y meritorio. Porque salió adelante, y nadie puede decir que el público, en general, no disfrutó.

El show es muy comercial, justo en la medida norteamericana en la que es eficaz. Comienza con la típica música épica tan de moda actualmente y con planos proyectados de la banda lista para entrar en escena. El público se enfervorizó, aunque llevaba aplaudiendo un rato para pedir que empezara, debido al retraso.

Y entonces aparece Lenny Jay, ese brasileño que ha consagrado su vida desde que tenía seis años a ser el mejor de cuantos imitan al Rey del pop. Adelgazar doce kilos para esto y pasarse la vida viendo e imitando vídeos del artista es de agradecer en escena. Adaptó visiblemente su cuerpo y su cara a esa consagración, salvo en algo para lo que no existe remedio: intuyo que es algo más alto que Michael. Desde luego, tiene que parecerse, para que fuera la propia familia del difunto la que le eligió para dar su consentimiento expreso.

Los gestos de Lenny Jay son exactamente los mismos que podemos ver en los vídeos que marcaron el pop de los 80 y 90

La sorpresa vino con la voz. Es el mismo timbre de Jackson. Preparándose desde que sus cuerdas vocales comenzaron a desarrollarse, consiguió que cerrando los ojos nos podamos trasladar al Vicente Calderón en los 90. En buen inglés, supo ganarse al público exprimiendo la realidad de lo que le une al público: su profunda admiración por Michael.

En el fondo no deja de ser el show de un fan, preparadísimo hasta límites que no podemos imaginar, rodeado de buenos músicos, bailarines y expertos en escenografía. El vídeo juega un papel importante rellenando el hueco lógico de no tratarse de aquellas puestas en escena que siempre sorprendían. El sonido deficiente de la sala no permitió disfrutar bien de un acompañamiento absolutamente profesional y de algunos matices de una voz que en ocasiones se perdía en medio de una base instrumental en directo con ciertos elementos que parecían pregrabados.

Los gestos de Lenny son exactamente los mismos que podemos ver en los vídeos que marcaron el pop de los 80 y 90, aunque es imposible transmitir la misma energía, la misma rabia contra sus propios fantasmas que proyectaba el pequeño de los Five.

El guiño a lo que iba a ser This is it, la última gira del artista que se vio cancelada por la evidente fuerza mayor de su muerte, va más allá del título del espectáculo. La lista de canciones ha tratado de ser la misma. Comenzando con Wanna Be Startin' Somethin y acabando, claro, con Man in the Mirror, el hombre en el espejo. ¿Qué vería Michael Jackson en él?

En resumen, fue una noche de homenaje al legado de una figura que, como ocurre con los más grandes, sigue ganando batallas después de muerto.

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