Toda reflexión, por breve que sea, acerca de la autenticidad histórica y la pedagogía de ciertas obras literarias en las que el antiguo Egipto aparece recreado como escenario principal de sus tramas requiere distinguir la “Historia” (con mayúscula inicial) de la “ficción histórica” (muy diferente de la anterior).
Las audiencias tienden a menudo a pensar que las novelas históricas, pero igualmente las películas o las series de televisión de este género, pretenden recrear la Historia tal y como esta ocurrió. Esta perspectiva nos puede llevar a considerar que las abundantes novelas de Christian Jacq ambientadas en tiempos del faraón Ramsés II nos podrían permitir conocer este reinado a la perfección, o que La faraona oculta (2022) de Abraham Juárez incluye todo aquello que tenemos que saber, a priori, sobre Amenhotep IV/Akenatón y la reina Nefertiti; del mismo modo que la célebre No digas que fue un sueño (1986) de Terenci Moix nos informaría fielmente de la vida de la reina Cleopatra VII en Alejandría.
En la otra cara de la moneda se encuentra el mundo académico y universitario, la Egiptología como disciplina y sus representantes (los egiptólogos), que con frecuencia descalifica este tipo de novelas históricas por introducir acontecimientos, situaciones y personajes ficticios y, por tanto, no conocidos por los testimonios documentales y arqueológicos del pasado faraónico. En definitiva, y siempre según una parte de la Academia, el escritor de ficción falsea la Historia.
Un ejemplo nos servirá para invalidar ambas posturas, igualmente extremistas (Todo en la novela histórica es Historia vs. Nada es Historia). Se trata de un pasaje de la novela El escultor de Nefertiti (2020) de Juan Carlos García Reyes en el que esta reina es asesinada tras una emboscada y su cuerpo es abandonado a los buitres del desierto. Los últimos años de la vida de Nefertiti son muy mal conocidos, a nivel egiptológico (no sabemos con certeza ni siquiera cuándo y en qué circunstancias falleció), pero no hay dudas de que el infortunio y muerte de la reina en la novela es una licencia puramente literaria introducida por el autor sin ninguna base histórica.
Licencias literarias
Esta y otras novelas están repletas de licencias literarias y el objetivo de estas es el de, por un lado, dinamizar la narrativa y rellenar huecos que la Historia no nos aporta de la vida de los personajes reales del pasado (además de la creación de otros nuevos, ficticios), y, por otro lado, conectar con los gustos y aficiones de los lectores. Si cada autor pretendiese en sus obras alcanzar una absoluta fidelidad histórica de lo narrado (algo que es, por definición, imposible) estaríamos ante un libro o un artículo científico que solo podría ser escrito por un egiptólogo y que estaría destinado exclusivamente a la comunidad académica.
Si la trama de una novela ambientada en el antiguo Egipto siguiese escrupulosamente esta premisa de tipo científico, el resultado sería insoportable para los lectores
Piensen en esto de otra manera: si la trama de una novela ambientada en el antiguo Egipto siguiese escrupulosamente esta premisa de tipo científico, el resultado sería absolutamente insoportable para los lectores: un pseudo-divertimento que privilegiaría la forma (rigurosa descripción de ambientes y adecuación a las fuentes históricas) descuidando en todo momento el fondo (trama).
Por tanto, la novela histórica egiptizante ha de respetar la Historia (al menos en sus líneas generales), pero sin dañar el interés de las tramas y la capacidad imaginativa del novelista. La solución, así, y como ocurre a menudo, parece ser un compromiso entre las dos posturas expuestas en el párrafo anterior.
Si lo vemos de esta manera, la autenticidad histórica, por tanto, no debería resultar un criterio decisivo a la hora de juzgar la calidad de un producto de la cultura popular (cine, cómic, literatura de género, juegos, entre otros). Para muchos autores, en cambio, sí lo es, y realizan sesudos trabajos de documentación previa a la redacción de la obra para incluir todo tipo de detalles que demuestren el conocimiento a todos los niveles del mundo recreado en el relato (arquitectura, vestimentas, peinados, decoración de salas…), en este caso inspirado en el Egipto faraónico.
El filón de Tutankamón
No seré yo, aquí, quién desanime a los autores a hacer este tipo de investigación histórica (sin duda necesaria hasta cierto punto), pero creo que recordamos mucho mejor las buenas tramas que los buenos decorados, y, por ello, son en este primer aspecto en el que se deben concentrar los mayores esfuerzos. En Sinuhé el egipcio (1945) de Mika Waltari son frecuentes las imprecisiones históricas y los anacronismos, pero estos no entorpecen el disfrute de la novela por parte del lector. Tampoco para los egiptólogos estas cuestiones de detalle son relevantes. No estamos encargados de controlar la exactitud histórica de cada elemento incluido en la descripción de lugares y personajes como si de una obra de Historia o un documental se tratase (aunque en ocasiones se recurra a nosotros como consultores científicos para que así sea).
Los egiptólogos no estamos encargados de controlar la exactitud histórica de cada elemento incluido en la descripción de lugares y personajes
Estamos, por tanto, ante una ficción histórica, en la que la Historia sirve de inspiración pero que no establece límites a la creatividad y la subjetividad de los escritores. Esto se muestra claramente en el caso de las múltiples obras basadas en la vida del faraón niño, el rey Tutankhamon, publicadas en todo el mundo durante 2022 (y en España, como es el caso de la novela El sueño de Tutankhamon de Antonio Cabanas), con ocasión del bicentenario del descubrimiento de su tumba. Entre estas obras no se establece una disputa para determinar cuál de ellas es la que ofrece los auténticos acontecimientos del reinado del faraón. Todas son ficciones literarias sobre un personaje histórico.
En resumen, la novela histórica ambientada en el antiguo Egipto, y en todos los periodos históricos, establece un puente al pasado que el lector transita con el objetivo de encontrar historias (con minúscula inicial esta vez) que le resulten atractivas y que merezcan la pena ser vividas (aun de manera indirecta a través de los personajes). Con este objetivo, el Egipto recreado no debe ser plenamente el de los libros eruditos y académicos de Historia, sino un Egipto reconocible y creíble a ojos del lector a través de los elementos esenciales que este puede identificar.
La utilidad de la novela histórica
Lo importante no es, así, señalar con dedo acusador que Amintu, protagonista de la novela de Juan Carlos García Reyes mencionada previamente, nunca existió y que, por tanto, falsea la Historia, sino afirmar, en el mejor de los casos, que la descripción del periplo vital de este personaje ficticio de fines del s. XIV a. C. resulta entretenida y estimulante para el lector. Tampoco la Hatchepsut de la novela La dama del Nilo (1976) de la autora canadiense Pauline Gedge tiene mucho que ver con lo que sabemos de esta reina por las fuentes egipcias y ello no impide considerar esta obra como una de las mejores novelas históricas jamás escritas. Del mismo modo, parece poco relevante que la descripción del templo de Amón en Karnak en Sinuhé el egipcio no responda a la verdadera apariencia del templo en el período de la Historia egipcia que recrea la novela. Estas cuestiones pueden saltar a los ojos del egiptólogo, pero no del lector normal, y en ninguno de los casos debería determinar nuestra opinión final sobre la obra.
El potencial educativo de la novela histórica es enorme
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto, quedaría aún por responder a la pregunta que da título a este artículo: ¿Es la novela histórica útil para aprender Historia del antiguo Egipto? La ficción histórica no es Historia, pero puede llevarnos a interesarnos por la Historia. Nadie que haya leído novelas históricas sobre el antiguo Egipto debería considerarse un experto, pero sí un lector familiarizado con el Egipto transmitido por la cultura popular.
Este Egipto reimaginado y el histórico no son idénticos, a menudo ni siquiera similares, pero el paso del uno al otro es posible en ambas direcciones: muchos egiptólogos se interesan cada vez más por las películas y novelas de inspiración egiptizante, del mismo modo que, a veces, los lectores de ficción se interesan por la Egiptología. Es por todo ello que el potencial educativo de la novela histórica es enorme, en cuanto que suponen un primer paso que agiliza y hace más interesantes ciertas dinámicas de adquisición de conocimientos sobre Historia.
A este respecto, para culminar, en las escuelas y centros de educación secundaria el empleo de materiales didácticos literarios vinculados al antiguo Egipto es una propuesta pedagógica de creciente aplicación. Los/as alumnos/as aprenden Historia al tiempo que se fomenta la actividad lectora y el interés por la cultura popular. Se requiere, eso sí, en estas primeras fases educativas, de la orientación del profesor, que será el encargado de clarificar la diferencia entre los dos Egiptos, el histórico y el de ficción, para no confundirlos sino verlos de forma complementaria.
Abraham I. Fernández Pichel es profesor universitario e investigador en Egiptología del Centro de História de la Faculdade de Letras de la Universidade de Lisboa. Dirige el Proyecto Egypopcult.
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