Viendo a Pablo Iglesias en la promo de lo de Évole, uno se da cuenta de que hemos tenido un vicepresidente del Gobierno que va camino de terminar haciendo cameos en una de Torrente, como Paquirrín o Cañita Brava. A lo mejor es lo que llaman inversión de país, este país que se alimenta de frikis como de torreznos, que necesita producir frikis más que gobernantes porque esto al final se gobierna solo, con el Ibex, con Florentino montado en su tuneladora como en su tractor amarillo, y poco más. A fin de cuentas, los políticos tradicionales no terminan en nada útil, en el jarrón chino que decía Felipe González, en los paseos de comodoro que hace Aznar, en consejero de eléctrica con sillón de motorcito fueraborda, en enchufado en Bruselas o en la ONU que usa el calentamiento global para regar su ficus, y tal. Pero Iglesias llenará páginas, programas, precuelas, anuncios, festivales; estará entre Tamara Falcó, Resines, Ana Rosa y Mocito Feliz, como el gran pluriempleado de la comedia nacional.
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