Viernes, 1 de abril. La expectación en Sevilla entre afiliados territoriales, compromisarios, jóvenes de Nuevas Generaciones (NNGG) y demás invitados, así como de la prensa, se hace notar. A cada llegada de una baronía relevante, se respondía con el acecho para conseguir una valoración sobre el cónclave que auparía a Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del PP. Desde reafirmados 'casadistas', como Fernando López Miras o Ana Beltrán, a ligeros escépticos con la gestión como el presidente de Andalucía Juanma Moreno Bonilla o antagonistas como Isabel Díaz Ayuso cuya simple existencia y generación de recelo había dinamitado el régimen de Pablo Casado y su secretario general Teodoro García Egea un mes y medio atrás.

La expectación subió con la entrada del propio Feijóo al recinto acompañado de la coordinadora general en funciones y portavoz del Grupo en el Congreso, Cuca Gamarra, designada ya como próxima secretaria general por el gallego. Y los corrillos dispersos que había en el hall del Palacio de Congresos sevillano rodeó al único candidato a la elección blindándolo de cualquier injerencia externa. El PP acudió ese día a una jornada de auto convencimiento y buenas palabras, algo que suele predominar en este tipo de citas a derecha e izquierda, y dio preludio a un fin jornada frenética en la que el desahuciado Casado, que hasta la fecha ya se había despedido en las Cortes y pasaba las horas en su despacho de la séptima planta de la sede nacional de Génova, tuvo que hacer de tripas corazón y frente a su destino.

La sucesión se hizo sin sangre, tras la hemorragia interna que desangró electoralmente a los populares, y Feijóo, ya elegido nuevo líder enarboló un discurso orientado hacia dos direcciones. Primero, autodefiniéndose como "alternativa" de progreso al Gobierno de coalición; y, en segundo lugar, desmarcándose de la polarización existente en política. Esos dos objetivos, siguen hoy intactos y quedan recalcados en cada intervención pública, aunque se ha incorporado el eje económico en un panorama difuso donde predomina una alta inflación inédita en treinta y cinco años, de 10,2 puntos. Bajo esta dinámica, y por el desgaste de la izquierda y el Ejecutivo, Feijóo ha conseguido efectividad en tres campos en sus primeros tres meses de trabajo: en los sondeos, en las autonomías y sellando heridas internas.

Líder de los sondeos

Por debajo de los 90 diputados, el desembarco del dirigente gallego a la presidencia del PP hizo a los populares repuntar en las encuestas la semana de su designación a entre los 105 y 128 escaños de estimación. Se empezó a denominar 'efecto Feijóo'. Un efecto que ha seguido extendiéndose progresivamente desde abril hasta este mes de julio, y que ha conseguido algo inédito para los populares desde la moción de censura de Sánchez orquestada en el Congreso de los Diputados: ser el primer partido de gobierno para el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) dirigido por José Félix Tezanos.

El descontento por la subida de precios y las dificultades económicas han empezado a desgastar al Ejecutivo desde mayo, algo que ha quedado patente en las encuestas. Lo ha ido reflejando la media de sondeos publicadas por El Independiente desde su coronación. Partiendo de los 89 escaños oficiales que tiene el PP en la cámara baja y los 120 del PSOE, más los 33 de Unidas Podemos -dos diputados han dejado el partido-, a mediados de abril Feijóo empata con Sánchez en un centenar de representantes y aumenta la distancia con Vox, que hasta el momento había ganado terreno a costa de la reconstrucción del PP.

Esa igualdad técnica queda superada en un escaño por los populares -al PSOE se le atribuían entre 104 y 105- a finales de mayo, cuando Feijóo rompe la barrera del centro, hunde a Ciudadanos y quita votos a los socialistas. Y, finalmente, tras las elecciones de Andalucía, el jefe de la oposición escaló hacia los 133 escaños a principios de junio. Un resultado que se ha mantenido y afianzado a mediados de esta semana y tras el debate del estado de la nación. El propio CIS convalida esta tendencia con una atribución del 30,1%, que, en escaños son 128.

GAD3, la demoscópica presidida por Narciso Michavila, asciende el pronóstico al PP hacia los 150-154 escaños, situándolo al borde de la gobernabilidad en solitario y de la independencia respecto a Vox que, a día de hoy, pese a los vientos de cola favorables, y salvo una repentina abstención del PSOE para que Feijóo gobernase en solitario, es necesario.

Ganador en feudos inexpugnables

Precisamente GAD3 clavó los resultados del PP de Andalucía en los últimos comicios regionales del 19 de junio. Y para lograr ese escenario y la investidura de Moreno Bonilla en solitario de este jueves, ha sido esencial la batuta de Feijóo y los nuevos fontaneros de Génova siguiendo la línea de campaña personalista y moderada de las cuatro mayorías absolutas de Galicia. El asesoramiento al recién reelegido presidente andaluz, sumado a su ya faceta de gestor construida durante la pandemia del coronavirus, ha permitido al PP liberarse de una de sus principales problemáticas desde la explosión y consolidación de Vox a su derecha: pactar con Santiago Abascal. El resultado y el gobierno de coalición en Castilla y León entre ambos ejemplifican el contraste entre su llegada y el momento previo con un partido que requería de pactos para la gobernanza.

El asesoramiento de los fontaneros de Génova a Moreno Bonilla ha librado al PP de su principal problemática: pactar con Vox

Y, a diferencia de cualquier otro presidente nacional, ha conseguido incubar desde la sede nacional la primera mayoría absoluta, con 58 de 109 bancadas, del PP en Andalucía, el principal bastión territorial del PSOE desde la transición. Y, a la vez, fuera de la excepción gallega, el primer gobierno en solitario para los conservadores desde la ruptura del bipartidismo con la entrada de nuevos partidos a las instituciones en 2015. Guillermo Fernández Vara en Extremadura, con el PSOE, consiguió lo propio en 2019.

La noche del 19-J, el PP ganó con solvencia a los socialistas en Dos Hermanas o Linares, perdiendo, además, influencia en las provincias de Sevilla, Jaén y Huelva. Y, ahora, Feijóo apunta a, además de Madrid con Ayuso, a la Comunidad Valenciana para repetir esa hazaña y recuperar un enclave prioritario. Allí, en campaña de primarias, reivindicó el PP de Rajoy y de Aznar, de las mayorías absolutas.

Reencuentro interno

Quizá el paso más importante dado en estos tres meses es el del reencuentro interno. El cruce de reproches entre el tándem Casado-García Egea y Ayuso provocó un cisma interno entre los que se ponían de lado de la presidenta madrileña y los que lo hacían en favor de Casado; a escala municipal, regional y nacional. Esa división pronto fue mermando tras conocerse que Feijóo se ofrecía para cerrar heridas como candidato único a un congreso extraordinario, y, finalmente, quedaron tres fieles. A los que Graciano Palomo en su libro Siete días de furia y puñales (La esfera de los libros) denomina "los últimos de Filipinas". Se trata de Beltrán, Antonio González Terol y Pablo Montesinos, tres exvicesecretarios de Casado ya apartados -Montesinos salió de la política tras su breve paso junto al abulense- y diputados rasos y los únicos damnificados que se han adherido a la corriente mayoritaria.

Para ese rencuentro ha sido esencial la elección de Ayuso como baronesa del PP madrileño tras el congreso autonómico de mayo, siguiendo la dinámica de candidato único y aprobación por ovación que se ha impuesto para garantizar el consenso. En Murcia con López Miras o en Extremadura con María Guardiola.

Ante este aumento de posiciones, el PSOE y Unidas Podemos están reforzando sus aparatos y el Ejecutivo de coalición con nuevos nombramientos de cara al otoño y el grueso del ciclo electoral municipal y autonómico. Los socialistas tendrán a la ministra de Hacienda María Jesús Montero como vicesecretaria general en Ferraz, a quien apuntan a sucesora de Espadas para las próximas elecciones. También a Pilar Alegría y Patxi López, portavoces del PSOE nacional y en el Congreso de los Diputados respectivamente.