Yolanda Díaz se reservó. Escuchó desde su escaño en el Congreso, en la bancada azul del Gobierno, la intervención de los diputados de Junts, Vox y PP que defendieron sus respectivas enmiendas a la totalidad al proyecto de ley de reducción de la jornada laboral. Justo después, ella subió a la tribuna. Agradeció primero la presencia de los secretarios generales de CCOO y UGT, Unai Sordo y Pepe Álvarez, también de los trabajadores que desde fuera seguían la sesión. No habían transcurrido ni dos minutos y ya anticipó que hablaría de "las tres derechas, da igual el nombre que tengan". Enseguida enfiló a Junts, a su portavoz, a Míriam Nogueras. "Como muchas veces hago con la derecha del PP, voy a desmontar sus afirmaciones, que son irreales, con datos, como se hace en la historia de nuestro país. Todo lo que ha dicho usted estos días no es en absoluto veraz". Siguió una lluvia de disparos que la parlamentaria posconvergente recibía con un rostro de circunspección. La vicepresidenta segunda, con tono mitinero, encendido, pero paladeando cada una de sus palabras, acompañándolas en ocasiones con sus manos, con el dedo índice, tronó. Junts, le refutó a Nogueras, no representa al "independentismo catalán", sino "los intereses de la patronal española en sus sectores más reaccionarios", poniéndose del lado de quienes "se están forrando" en Cataluña y en el resto de España.
La titular de Trabajo reivindicó en la Cámara baja el "hilo rojo" de todas las generaciones de trabajadores que han ido conquistando derechos, remarcó que antes o después la rebaja de la jornada se conseguirá, pese a "las tres derechas", avisó de que nada podrá quebrar o "deprimir" a la izquierda. Sus compañeros de Sumar seguían su discurso con aplausos, también en la bancada socialista: gustaba que por fin se explicitara lo que muchos sienten. Más contenido se apreciaba al responsable de la Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, el único ministro socialista sentado en la bancada azul que la acompañó en el debate.
En las alturas del PSOE y en la Moncloa vivieron con zozobra esos minutos del primer turno de Díaz en la tribuna: "Siempre da miedo, porque nunca sabes cómo puede sentar", indican en Ferraz
Aquellos eran minutos que en las alturas del PSOE y en la Moncloa vivieron con zozobra. Con incertidumbre. Porque no sabían cómo la formación de Carles Puigdemont iba a responder. "Siempre da miedo, porque nunca sabes cómo puede sentar", admitían en el puente de mando de Ferraz en las últimas horas. Ese vértigo se combinaba con cierto malestar con Díaz por haber dado un paso osado que hasta ahora la coalición había evitado en todo momento: la consigna siempre era una, evitar desairar a Junts, evitar el ataque directo, dirigir más el tiro hacia el PP. "Con ellos conviene no romper puentes", advertían desde el núcleo duro del presidente, Pedro Sánchez.
En su segundo turno, Díaz ya rebajó el tono. Agradeció a Nogueras su "predisposición" al diálogo y le emplazó a seguir conversando para hacer posible el recorte de jornada. Una marcha atrás que en Sumar explicaban por el espíritu conciliador que subyacía en la intervención de respuesta de Nogueras, no porque los socialistas le hubieran pedido que pisara el freno.
Los socialistas respiraron con cierto alivio. El choque no había ido a más. La convicción —o más bien la esperanza— del núcleo duro de Sánchez es que las negociaciones pendientes con Junts, que son bastantes, empezando por la más central de todas, la de Presupuestos, no se enturbien, no queden dañadas por lo que se vio y oyó el miércoles pasado en la carrera de San Jerónimo. "Nosotros vamos a seguir hablando con ellos. Esperamos que no se nos complique más. Cada cosa tiene su carril. Y, además, la intervención de Yolanda no es la nuestra", aseguran en la cúpula del partido. Es decir, "Yolanda no es el PSOE", como resumen gráficamente los dos socios de coalición. Y el peso de la relación con los de Puigdemont recae en los socialistas, no en Sumar, por mucho que las conversaciones acerca de la reducción de la jornada laboral las hayan conducido en exclusiva Díaz y su equipo, sin interferencias de la Moncloa ni de Ferraz.
Siempre te preguntas si algo puede afectar al diálogo con Junts, y en ocasiones no ocurre nada y les afecta. Con Junts nunca sabes, depende casi del día", continúan en el cuartel general socialista
"Pero aunque haya sido una cosa de ella, de Yolanda, es verdad que cualquier cosa puede perjudicar. Siempre te preguntas si algo puede afectar al diálogo con Junts, y en ocasiones no ocurre nada y les afecta. Con Junts nunca sabes, depende casi del día", señalan a este diario en el entorno de Sánchez.
"Carpetas" y raíles distintos
En la Moncloa, no obstante, creen que todo sigue como antes con los de Puigdemont. Una interlocución preñada de obstáculos, pero fluida. En cualquier caso, el propio expresident ya advirtió a mediados de agosto de que su partido sometería a un proceso de reflexión su relación con los socialistas. "Nosotros decidimos que no haríamos un acuerdo para dar estabilidad a la legislatura, que la estabilidad se tiene que ganar periódicamente. Por esto digo que en otoño pasarán cosas que no han pasado hasta ahora, porque hemos dado suficiente tiempo, hay cosas que se tienen que producir", avanzó en una conferencia en Prada de Conflent (Francia). A los posconvergentes les sigue preocupando la aplicación total de la ley de amnistía, la oficialidad del catalán en Europa, la rehabilitación política de su líder. Este último es el único campo en el que los socialistas tienen margen de maniobra, y de hecho ya Salvador Illa abrió el curso político con una visita a Puigdemont en Bruselas, prólogo de la cita que Sánchez ha prometido con él, aunque sin fecha.
En Sumar reconocen que el tono y el discurso empleados por Díaz fue una elección suya: preparó su intervención con su equipo, y "no es que se fuera encendiendo según avanzaba en el debate: todo estaba en los papeles que llevaba"
La propia Nogueras reconocía públicamente —pero lo hizo horas antes del pleno en el Congreso y, por tanto, antes también de su choque con Díaz— que nada tenía que ver el recorte de jornada con los Presupuestos, que estos son una "carpeta" distinta. Y para empezar a hablar, la formación exige que se cumpla con las inversiones finalmente no materializadas en Cataluña, un déficit de miles de millones de euros que en Hacienda ven, al menos hasta ahora, imposible de satisfacer. Pero lo que llegará a la Cámara baja antes que el proyecto de ley de Presupuestos será la senda de estabilidad, y ahí se verá con qué apoyos cuenta el Gobierno. Y si los posconvergentes están dispuestos a echar una mano a Sánchez. El año pasado no cedió y ni tan siquiera fue posible que los objetivos de déficit y deuda quedaran respaldados por el Congreso.
En Sumar no lo niegan. El tono y el contenido del discurso de la vicepresidenta segunda en el pleno del miércoles fue una elección suya. Preparó su intervención "como hace siempre": "Trabajamos en equipo lo que queremos decir y esquematizamos las ideas. Yolanda casi no leyó nada, porque además tiene una memoria privilegiada. Y no es que se fuera encendiendo según avanzaba en el debate. Todo lo que desarrolló estaba en los papeles que llevaba", cuentan sus colaboradores.
Pero Díaz, agregan, sabía bien en qué jardín se estaba metiendo. Qué líneas estaba cruzando y cuáles no: "Ella siempre calibra. Dijo lo que tenía que decir de acuerdo a lo que sentía Sumar y la gente que estaba ahí fuera". La vicepresidenta quiso demostrar, también a sus socios del PSOE, que cabe ser peleón en un debate de tanta carga ideológica como el de la reducción de jornada sin que llegue a desmadejarse la mayoría de investidura. Porque hay batallas que hay que dar, considera, y esta es una de ellas, "y también es sano que se pueda dar un debate sobre política, porque todos los grupos hablaron de cuestiones que tenían que ver con la jornada laboral, cada uno desde su posición".
En el entorno de la vicepresidenta insisten en que ella "siempre calibra" y considera que hay batallas que hay que dar, que se deben dar, por su carga ideológica, porque son bandera, y no por ello se desmadeja la mayoría de investidura
Las tesis de la vicepresidenta segunda, en cierta medida, han prendido en la Moncloa. Porque hasta ahora el Gobierno intentaba evitar que se votasen las medidas que no tuvieran los apoyos garantizados para ahorrarse la estampa de la derrota. En julio, de hecho, la rebaja de la jornada, de 40 a 37,5 horas semanales, no llegó a entrar en el orden del día del último pleno del curso precisamente para sortear el revés a una medida estrella de la coalición. También se evitó llevar a la Cámara por tercera vez la senda de estabilidad, o el proyecto de Presupuestos de 2024 y 2025, justo por la falta de respaldos. Ahora, la Moncloa está dispuesta a sufrir el riesgo. El propio Sánchez ya adelantó la semana pasada en TVE que las cuentas del Estado sí serán registradas esta vez en el Congreso, pero ni dimitirá ni convocará las generales en caso de que naufraguen.
La reducción de jornada entró en la planificación del primer pleno del curso, en realidad, por un cúmulo de errores y despistes. La presidenta de la Comisión de Trabajo de la Cámara baja, Aina Vidal, de Sumar, calificó antes de las vacaciones de verano las tres enmiendas de totalidad (de PP, Vox y Junts). Al hacerlo, obligaba a que su debate se incorporase a la primera sesión plenaria disponible. Y era la de esta semana. En la Junta de Portavoces, PSOE y Sumar intentaron que se aplazara ese punto, pero PP y Vox jugaron sus cartas y consiguieron mayoría gracias a que en este periodo de sesiones el portavoz del Mixto es Alberto Catalán, el diputado de UPN.
Cambio de paso
Trabajo no dio más importancia a las fechas, porque tenía claro que no iba a retirar el proyecto de ley. Y el PSOE, que en todo momento ha precisado que la negociación de esta iniciativa ha sido responsabilidad exclusiva de Díaz y de su ministerio, respetó la decisión. Aceptó que llegara a pleno y que la coalición se expusiera a la derrota. "Hay cosas que son banderas, banderas nuestras. Y la reducción de jornada es una de ellas y pelearemos hasta imponerla, como en su día ocurrió, por ejemplo, con el matrimonio igualitario. Queremos que se debata", apuntaban fuentes de la Moncloa. Los dos socios del Ejecutivo repitieron un mantra: la votación se perdió, sí, pero el debate estaba "ganado en el calle", por el amplio consenso social que suscita la medida.
La Moncloa también está dispuesta ahora a sufrir derrotas en cuestiones que considera claves y que le permiten mostrar su proyecto, como ya ha prometido de cara a los Presupuestos o como ha ocurrido con recorte de jornada, un debate "ganado en la calle"
Un cambio de estrategia evidente. Un giro que permite a Sánchez exhibir sus proyectos como anticipos de su programa electoral, llegado el caso. El presidente, su Gobierno y su partido han reiterado que, pase lo que pase con los Presupuestos, la legislatura se agotará cuando toca, en 2027, no antes. Pero en política las afirmaciones son volátiles y los escenarios, cambiantes. Y al líder socialista le pesa su mochila: adelantó las generales en 2019 al ver tumbados sus PGE y en 2023 también las anticipó a julio al sufrir el PSOE un brutal varapalo en las autonómicas y municipales de mayo.
Díaz pondrá en marcha una de las partes clave de la iniciativa rechazada el pasado miércoles, el registro del control horario, lo antes posible, pero está por ver cuándo y cómo resucitará el nervio central del texto: el paso de las 40 a las 37,5 horas. Los socialistas entienden que no debe ser "pronto", que hay que apuntalar los apoyos, pero que en todo caso debe ser la vicepresidenta, la que ha conducido las negociaciones, la que decida los tiempos.
No ha sido esta la primera fricción entre los dos socios de la coalición. La siguiente batalla que se vislumbra en el horizonte es la de la tributación del salario mínimo, como ocurrió a principios de año. Y Hacienda, igual que entonces, defiende que no se puede acompasar la exención del pago del IRPF al SMI y que la solución que se pactó, tras una pugna muy dura con Díaz, "fue ad hoc", no para que se perpetuara año tras año. La tensión, por tanto, se mantendrá entre el PSOE y Sumar, pero la conllevancia entre ambos es más sencilla que en la legislatura pasada, cuando el socio minoritario era Unidas Podemos. Y operan razones puramente electorales: Sánchez y el PSOE saben que necesitan a una izquierda fuerte y unida para poder repetir en el Ejecutivo. De ahí que se observe con inquietud el abismo cada vez mayor que separa a Sumar de Podemos.
La siguiente batalla a la vista entre PSOE y Sumar puede ser la de la tributación del SMI. Otra vez. ERC y Podemos, a su vez, ponen también condiciones muy duras de cara a los Presupuestos de 2026
Con el resto de grupos, la interlocución es más estándar, pero tampoco exenta de dificultades. De cara a los Presupuestos, el principal obstáculo no solo lo encarna Junts. ERC pone por delante avances en la financiación singular catalana, eje del acuerdo con el PSC que hizo president a Illa hace un año. Los republicanos exigen que los socialistas asuman su proposición de ley para que la Agència Tributària de Catalunya recaude el IRPF si quieren que se siente a negociar los Presupuestos del Estado y los de la Generalitat. Oriol Junqueras prometió que la iniciativa quedaría registrada para el pasado lunes, pero aún no ha sido presentada. Por razones "técnicas", de redacción, apuntan en ERC. El Govern se ha comprometido a estudiarla, pero en Hacienda ponen más distancia: por el momento, y si no hay cambios, la propuesta de los republicanos "es inasumible".
Con Podemos, las relaciones siguen congeladas de cara a Presupuestos. Los morados no se apean de sus exigencias: ruptura de las relaciones diplomáticas con Israel —gustan, pero no bastan las medidas anunciadas el lunes por Sánchez, algunas de las cuales, como el embargo de armas, no están aprobadas—, bajada de los alquileres un 40% y reversión del aumento del gasto militar.
Presupuestos, sí (se intentarán), pero sin forzar
Los aliados más estables eran y siguen siendo el PNV y, sobre todo, Bildu. Los nacionalistas vascos sí demandan "un gesto político importante en septiembre", relacionado con las transferencias a Euskadi, advirtió la semana pasada el lehendakari, Imanol Pradales. La izquierda abertzale, en cambio, ya anticipó que no pondrá ningún obstáculo al Gobierno.
"Vamos a ver cómo va todo en las siguientes semanas y meses. Pero hay que seguir trabajando. Nos vamos a dejar la piel, sí, pero tampoco vamos a asumir cosas que no podamos asumir. Lo difícil de la negociación presupuestaria —recuerdan en Ferraz— es que nadie tiene que perder, y lograr un equilibrio", a izquierda y derecha, "es difícil". "Pero conste que no pasa nada por no tener Presupuestos, no se para el mundo. A diferencia de 2019, cuando el presidente disolvió las Cortes para ir a elecciones, es que entonces no disponíamos de unos PGE propios, eran del PP, mientras que ahora estaríamos prorrogando de nuevo los nuestros, y con la inyección de los fondos europeos".
Los socialistas recuerdan que en esta misma semana el Congreso ha convalidado sin problemas, con la sola abstención de Vox, los permisos parentales retribuidos, y ya son 43 las leyes en el BOE. "Y vamos a seguir legislando", recalcan
Los socialistas remarcan que sí, se perdió la votación de la reducción de jornada, pero en la misma semana, apenas 24 horas antes, el pleno convalidó, con la sola abstención de Vox, los permisos parentales retribuidos, otra medida estrella del Gobierno. "Se han tumbado dos mociones de corrupción con los votos de Junts, ya llevamos 43 leyes en el BOE y vamos a seguir legislando —apuntan en la cúpula parlamentaria—. Una votación de un tema muy concreto donde Junts, desde el minuto uno, ya dijo que no, no tiene que enturbiar todo el resto. Es un cajón cerrado, pero hay muchos más abiertos. Esta semana tuvimos 15 votaciones, y solo se perdió una, la del recorte de jornada. Y la semana que viene hay otros temas, como la ley que ya viene del Senado, de Navegación y Seguridad Aéreas, y vamos a seguir negociando porque una cosa no elimina el resto".
En la dirección del PSOE rebaten incluso la idea de que lo que sucedió el miércoles fuera una "derrota del Gobierno": "Es que esa derrota es sobre todo para los trabajadores: es un error histórico para los grupos que votaron en contra de la reducción de jornada. Llevamos con las 40 horas desde 1983, más de 40 años".
No fue, dicen en la cúpula del PSOE, una derrota del Gobierno, sino un "error histórico" de los grupos que votaron contra las 37,5 horas. Y recuerdan que poco se ha hablado del pinchazo de la última Diada: apenas 28.000 personas. Desinflamación, insisten, propiciada por la política de distensión del Gobierno de Sánchez
Los últimos días se ha hablado mucho de Junts, de la jornada de trabajo, del "miedo" que generó la intervención de Díaz. Pero, subrayan en Ferraz, poco o casi nada de la Diada, que reunió a solo 28.000 personas en Barcelona, menos de la mitad que en 2024 (60.000) y lejísimos de las bestiales cifras, superiores al millón de ciudadanos, de los años del procés. Prueba de la desinflamación propiciada, insisten, por las políticas de distensión del Gobierno de Sánchez. "Cualquier otro año todo el mundo estaría preguntando por las manifestaciones independentistas. Pero ahora se acabó —rematan desde el cuartel general del PSOE—. Así que a seguir. No lo estamos haciendo nada mal".
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