La sequía es algo normal en el clima de España. Vivimos en una zona mediterránea, y los periodos secos y húmedos se van alternando de forma irregular. Pero nuestro país está actualmente viviendo una crisis hídrica derivada de un déficit de lluvias que llevamos años arrastrando; de la falta de inversión en infraestructuras; y de que en algunas zonas la extensión de los regadíos no para de aumentar. Y a eso se le ha sumado que la crisis energética esté provocando que cuando por fin se llenan los embalses, el agua se esté destinando a producir electricidad.

Este es el análisis que hace David Santa Cruz, físico atmosférico y socio de Climeteo, una empresa de asesoría técnica meteorológica. Para el experto si llueve "bien" de aquí hasta mayo la situación podría mejorar considerablemente. Pero si sigue sin llover, no sólo habrá falta de agua para la agricultura, sino que las grandes ciudades podrían verse también afectadas, como ya están muchos pueblos de España donde hay restricciones.

La vida de millones de españoles podría cambiar si se llega a este punto, porque el agua se limitaría sólo a los usos considerados como esenciales. Muchos podrían tener que decir adiós a las duchas en el gimnasio o en las playas, a regar su jardín, a llenar su piscina o a lavar su coche. Y algunas administraciones públicas se verían obligadas a cortar el baldeo de las calles y los surtidores públicos de agua. Llegado el punto, incluso se podría limitar el consumo a unos determinados litros al día por cada habitante. 

Pero mientras miramos al cielo esperando que llegue la lluvia, algunas voces defienden que hay que adelantarse y empezar a actuar. Es el caso de Santa Cruz, que apunta a que esta crisis se está gestionando “regular, tirando a mal” y que se deberían haber tomado medidas “drásticas” hace mucho tiempo, incluso aunque fueran “impopulares”. Y pone como ejemplo al turismo.

No es el único que piensa así. Y es que, como ya explicó a este periódico Luis Babiano, portavoz de la Asociación de Operadores Públicos de Agua (AEOPAS), los turistas gastan entre cuatro y siete veces más agua que los ciudadanos locales, en función de la estación y del lugar. Pero plantear esto en un país que en 2022 recibió más de 70 millones de visitantes internacionales, que realizaron un gasto de casi 90.000 millones de euros, no es sencillo. 

Y este 2023 se prevé cerrar con un récord de turistas cercano a los 85 millones, superando la cifra histórica de 2019, el último año antes de la pandemia. "Las restricciones de agua son muy graves para el sector del turismo", reconoce Carlos Garrido, presidente de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV). En ese sentido, se muestra convencido de que el anuncio de medidas severas puede afectar "de forma directa a España como país pero también como destino".

"En España el turismo es muy importante, y cortar el agua en verano espantaría a muchos visitantes. Imagínate la costa del Sol con restricciones de agua 10 horas al día", ilustra Santa Cruz. En este sentido, las comunidades autónomas que más presión tienen son Cataluña y Andalucía. Porque son las que menos agua tienen ahora mismo y porque también son dos de los principales focos turísticos de nuestro país. 

La fuente de la Plaza de España vacía por las restricciones por la sequía, a 21 de noviembre de 2023, en Barcelona. David Zorrakino

Según los últimos datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, las Cuencas internas de Cataluña almacenan a día de hoy casi cuatro veces menos de agua de lo habitual en la última década por estas fechas. Y las cifras no son mucho mejores en el sur peninsular, donde todas las cuencas se encuentran por debajo del 20% de su capacidad. La excepción en esa zona, como siempre, es la demarcación hidrográfica de Tinto, Odiel y Piedras (que pertenece casi en su totalidad a la provincia de Huelva), que tiene mejores cifras, aunque igualmente se encuentra por debajo de su media de los últimos diez años. 

Históricamente las lluvias invernales han sido importantísimas para recargar los embalses. Pero este año no están llegando a estas zonas. Y lo que es peor, no está previsto que lo hagan en el corto plazo. Santa Cruz detalla que en Cataluña los modelos indican que no lloverá próximamente. Y en Andalucía la probabilidad de que haya precipitaciones abundantes en lo que queda de mes es “baja”, porque está previsto que se instale allí un potente anticiclón. Esto impediría la llegada de borrascas en un mes que tradicionalmente es el más húmedo en gran parte de la región. 

Más allá de diciembre, no se sabe qué puede pasar. Las previsiones meteorológicas pierden solidez con el paso de los días y, a partir de una semana, su fiabilidad baja mucho. Sin ir más lejos la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), daba en su predicción estacional hasta febrero de 2024 la misma probabilidad a que el invierno en Cataluña y Andalucía sea más seco que más húmedo de lo normal. Así que la situación podría mejorar, aunque eso tendría que implicar que en enero se produjera un cambio "radical", según explica el físico atmosférico. 

Y todo este incierto panorama tiene con el corazón en un puño al campo. España es un motor agroalimentario dentro de la Unión Europea. Y la falta de agua pone en riesgo no solo las cosechas sino también la ganadería. Además de la severa factura que ha tenido la cosecha de cereal, uno de los productos más afectados por la escasez de lluvia es el aceite de oliva. Los consumidores han notado en sus bolsillos la subida de precios ante una caída de la producción que se redujo a la mitad en la anterior campaña y que tampoco pinta mucho mejor para la que acaba de comenzar.

La situación en Cataluña

Cataluña es un caso particularmente grave. La Comunidad está a las puertas de la declaración de la emergencia por sequía. Los embalses del sistema Ter-Llobregat, que abastece a 6 millones de personas, están al 17% de su capacidad. El Decreto de sequía fija el umbral en el 16% para entrar en estado de emergencia -el peor de los tres previstos- que la Generalitat reconoce que se alcanzará en enero. Las previsiones de la Agencia Catalana de Meteorología no avanzan episodios de lluvias suficientes para paliar la situación actual al menos hasta marzo-abril.

El Govern reconoce que Barcelona y Girona necesitarán muy probablemente la llegada de barcos de agua potable para abastecer a su población la próxima primavera y ya se han empezado las obras para habilitar la llegada de barcos cisterna, con una capacidad de 20.000 a 30.000 metros cúbicos, al Puerto de Barcelona. También se examinan las instalaciones del Puerto de Tarragona, lo que ha hecho saltar todas las alarmas en la Plataforma del Ebro, que ha vuelto a alzar la voz para rechazar cualquier tipo de trasvase de agua a Barcelona.

Animales en el pantano de Sau, a 20 de noviembre de 2023, en Vilanova de Sau, Barcelona. Lorena Sopêna / Europa Press 20/11/2023

Lo cierto, sin embargo, es que la situación en Tarragona, y sobre todo en la cuenca del Ebro, es mucho mejor. La parte norte de Tarragona se encuentra en excepcionalidad -un grado menos de alarma- y Lleida y las comarcas del Ebro, dependientes de esta cuenca hidrográfica, no tienen restricciones gracias a las lluvias del último otoño.

De hecho, la administración autonómica ha presentado como un éxito de gestión haber conseguido postergar la declaración de emergencia para esos seis millones de personas residentes básicamente en las provincias de Barcelona y Girona.

Para seguir aplazando esa declaración de emergencia el Govern anunció este martes la reducción a la mitad de los caudales de los ríos Ter, Llobregat y Muga, la suspensión de cualquier nueva actividad económica -agrícola, industrial, turística o urbanística- que suponga un uso intensivo de agua y la prohibición de las duchas en los gimnasios e instalaciones deportivas. Aunque en estas dos medidas el consejero de Acción Climática, David Mascort, evidenció la improvisación del Govern. No fue capaz de concretar a cuantas instalaciones afecta la restricción de entrada en funcionamiento, ni el ahorro de agua que supondría. Tampoco se aclaró con las duchas, que después limitó a aquellas instalaciones con campos de césped que necesitan ser regados.

Estas limitaciones se suman a las restricciones actuales: un consumo máximo de 210 litros por habitante y día, que incluye tanto uso doméstico como el agrícola, ganadero e industrial. Con la declaración de emergencia esa limitación bajará a los 200 litros, lo que ha dado provocado ya inquietud en el sector industrial, que prevé tener que reducir o incluso parar su producción si la situación llega a sequía extrema, con una limitación de 180 litros. Está prohibido además llenar piscinas, fuentes ornamentales, el riego de instalaciones deportivas se ha reducido al mínimo. Desde primavera se ha reducido un 25% el agua para usos agrícolas y un 5% para usos industriales.

Moreno pide un "esfuerzo colectivo"

El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, pedía el viernes desde Córdoba "al conjunto de las administraciones, que sumemos esfuerzos ante el gran reto de la sequía" y, en general, un "esfuerzo colectivo" en Andalucía. "Esta no es una sequía cualquiera", recordaba el dirigente andaluz, sino que "va a cumplir un lustro" y supone un "problema muy serio" de falta de agua.

La Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía, publicó una orden el pasado 30 de octubre en la que declaraba la situación "de escasez grave y excepcional de sequía". En localidades como Fuengirola (Málaga), el ayuntamiento ha activado un plan municipal de acción contra la sequía. Está compuesto por medidas de aplicación inmediata, a medio y a largo plazo, que tienen como objetivo garantizar el suministro de agua en los domicilios y negocios de la ciudad.