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Del óxido al oxígeno, la transformación verde de la Euskadi industrial

Los derivados del petróleo y el carbón representaban el 86% del consumo energético en los 80, hoy es del 45%. El objetivo es que las energías renovables pasen del 16% de consumo actual al 21% en una década.

Es intenso, se huele, se respira e incluso puede verse oscureciéndolo todo. Es el rastro del óxido, del carbón, de la contaminación que vistió durante décadas el cielo y ríos de la Euskadi más industrial y que aún la sobrevuela tenuemente. La bonanza vivida en los años 60 y 70 hizo que el impacto medioambiental fuera el precio a pagar. El rastro dejado por las industrias pesadas, siderurgias y grandes astilleros, es visible aún en muchos rincones. En la Europa empeñada en la transición energética, aquel modelo productivo y energético que primó en el País Vasco está obligado a ser enterrado por completo. De algún modo lo ha hecho poco a poco en los últimos años. Queda culminar la tarea y Euskadi aspira a hacerlo siendo referente en la nueva era de la energía limpia.

Para transitar de la abundancia energética del petróleo y el carbón a la energía verde, sostenible y eficiente se debe acelerar el paso. El camino hace tiempo que se inició con pequeños cambios y grandes inversiones pero por ahora con resultados discretos.

La transición energética a la que ahora la Unión Europea condiciona sus fondos de recuperación en la Euskadi industrial tienen los cimientos puestos en distintos frentes. Uno de los más complejos es el de la concienciación entre el amplio tejido empresarial vasco, entre una industria demasiado tradicional y poco abierta y flexible a las transformaciones urgentes. Otro frente que comienza a adquirir músculo es el de las inversiones en investigación energética. El tercero, en el que ahora se promueven grandes inversiones, es el del desarrollo de vías propias, ‘made in Euskadi’, de producción de energías renovables.

La hoja de ruta para los próximos diez años para pasar del País Vasco del carbón y el óxido a una Euskadi sustentada en energías eólicas, marítimas o de hidrocarburos, energías renovables en definitivo, está planteada. Hace cuatro décadas apenas el 2% de la energía para alimentar el motor económico vasco procedía de fuentes renovables. Hoy lo hace en un 16% y el reto es ampliarlo hasta el 21% en 2030. Y más aún, hacerlo con producción propia. Actualmente apenas la mitad de las energías renovables consumidas se generan en el País Vasco.

Renovables, un salto del 2% al 16%

En la década de los 70, como en gran parte del país, el tejido industrial vasco mostraba un consumo de energía ineficiente y una elevada dependencia del petróleo. No fue hasta una década más tarde cuando la puesta en marcha de las instituciones vascas, -tras la aprobación del Estatuto de Gernika-, se comenzó a planificar una política energética propia que recondujera el panorama. En 1982 el consumo energético del petróleo y sus derivados representaba el 62% del total y del carbón otro 24%. La energía eléctrica sólo otro 11% y la energía renovable apenas alcanzaba un insignificante 2%.

Los cambios desde entonces han sido notables. Hoy el carbón prácticamente ha desaparecido en el menú energético vasco y el petróleo y sus derivados se han reducido al 45%. Las energías renovables tienen un peso considerable del 16% y el gas natural alcanza el 32% del total.

Se trata de una transformación profunda que ha requerido cuatro décadas de avances pero que sigue estando lejos de los objetivos marcados por Europa y ansiados incluso por el Gobierno vasco. El viernes los jefes de Estado y Gobierno elevaron la presión para seguir dando pasos en materia medioambiental al elevar de 40 al 55% la reducción de emisiones contaminantes para 2030. Este reto supondría pasar en Euskadi del 45% de consumo del petróleo y sus derivados aún que existía en 2016 a llegar dentro de diez años a rebajarlo hasta un 20% aproximadamente.

En nuestro país el norte es sin duda al área más industrializada y en la que esa transición será más compleja. En Euskadi esta semana se ha dado un paso importante, no sólo por lo aprobado sino por el cambio y despertar que supone. Hacía quince años que no se aprobaba un proyecto eólico. El pasado martes el Ejecutivo anunció que la empresa Aixeindar –constituida en un 60% por Iberdrola y un 40% por el Ente Vasco de la Energía- ha tramitado cuatro autorizaciones para la instalación de cuatro parques eólicos en Alava. Las cuatro instalaciones producirán 250 megawatios, que se sumarán a los 153 MW eólicos que hoy se producen en el País Vasco.

Aire, cielo y mar

Sólo será un primer paso para alcanzar el objetivo fijado por el Ejecutivo vasco de producir 700 MW en 2030 y hacerlo abarcando todo el proceso: el diseño de las infraestructuras, la instalación de las plantas, su producción y el autoabastecimiento pleno de la energía en Euskadi. La consejera de Medio Ambiente no ocultó que la economía vasca está aún “rezagada” en muchos aspectos de la carrera por la energía renovable pero que a corto plazo los pasos que se plantean serán firmes y decisivos. La paradoja es que en materia energética el desarrollo tecnológico lleva en muchos casos sello vasco pero su implantación tiene más predicamento fuera que en casa.  

El eólico es sólo un camino hacia esa transición verde plena. La compañía vasca Petronor, integrada en Repsol, es otro de los pilares del futuro. En este caso la apuesta es por el hidrocarburo y tiene carácter pionero. Las dos plantas proyectadas en su refinería de Muskiz (Vizcaya) y en el Puerto de Bilbao, en las que participa el Ente Vasco de la Energía- son parte de las piezas de la operación que el vasco, Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, calificó como “tecnológicamente pioneros a nivel mundial”.

El primero de los proyectos consistirá en la construcción de una de las mayores plantas de producción de combustible sintético cero emisiones netas del mundo a partir de hidrógeno verde, generado con energía renovable. Una de las características del combustible que se producirá será el empleo del agua y el CO2 como únicas materias primas. El combustible generado podrá ser de utilización tanto en los automóviles como en aviones y otras muchas aplicaciones. La planta de producción de combustibles sintéticos, que estará operativa en 2024, tendrá capacidad de producción de 10.000 litros diarios y 10 Megawatios de hidrógeno.

La segunda de las plantas proyectadas se ubicará junto a la primera en las instalaciones portuarias de Bilbao y estará destinada a la generación de gas a partir de residuos urbanos. Se trata de un gas cuyo destino será la sustitución del consumo de combustible tradicionales que la refinería vasca emplea en su proceso productivo.

La energía de las olas

El mar es otra de las tierras prometidas hacia las energías renovables. En Euskadi hace años que exploran todas las opciones que permiten las olas y las corrientes para producir energía limpia. En Europa la pretensión también es aprovechar mejor las energías renovables marinas, que actualmente apenas suponen 12 GW anuales y se aspira a multiplicarlo hasta los 60 GW dentro de una década y los 300 GW en 2050.

Los estudios llevados a cabo en la costa vasca han concluido que la energía de las olas es la única con potencial de aprovechamiento energético. Por ahora, ni las mareas ni las corrientes lo tienen. Hace casi una década en la costa de la localidad guipuzcoana de Mutriku se inauguró la primera planta experimental de olas, con 16 turbinas y una potencia de 296 KW. Cuatro años después en Armintza se instaló una plataforma de Energía Marina. En el subsuelo marino también se trabaja desde hace tiempo para extraer energía más limpia. En 1984 la plataforma marina ‘La Gaviota’ comenzó a producir gas, una infraestructura reconvertida ahora en centro de almacenamiento.

Décadas más tarde llegaron otras apuestas energéticas como las plantas de ciclo combinado, como Bahía Bizkaia Gas, en 2003, una planta de importación, almacenamiento y regasifición. Dos años más tarde, en Amorebieta, se puso en marcha Bizkaia Energía, otra planta de ciclo combinado.

Incluso el sol, algo esquivo en Euskadi, figura como fuente de energía limpia a exprimir en el País Vasco. Hace casi dos décadas que en numerosos centros e institutos de enseñanza sus tejados se cubrieron con placas con las que autoabastecerse de energía. Este año en Euskadi se ha puesto en marcha el mayor parque solar jamás construido en el País Vasco, ‘Ekian’ con capacidad para producir 24 MW.

Menos consumo y más eficiente

La apuesta por una Euskadi verde y capaz de competir en el nuevo mercado de las energías renovables tiene en el coche eléctrico otro frente. En el País Vasco el sector de la automoción ha crecido de modo sustancial en los últimos años con centros tecnológicos especializados en el desarrollo de avances o l apuesta por redes que combinen la producción de combustibles verdes con la demanda en el transporte por carretera. Muestra de ello son ejemplos como la proliferación de estaciones de carga ultrarrápida en Euskadi apara vehículos eléctricos.

Los datos acreditan que los pasos dados han dado resultados tangibles. Según el Instituto Vasco de Estadística (EUSTAT) la calidad del aire en Euskadi es buena o muy buena en el 91% de las mediciones, frente al 78% de 2014. Otro indicador revela que la emisión de sustancias contaminantes al aire en 1990 alcanzaba las 60.000 toneladas anuales frente a las 47.000 del año pasado.

Muchos proyectos y apuestas en torno a la energía con la que la otrora Euskadi industrial de la energía fósil altamente contaminante pueda presentarse con otra cara. El sector emplea hoy día a casi 21.000 trabajadores, lo integran 350 empresas y factura alrededor de 44.000 millones.

La estrategia del Gobierno vasco está clara. Ahorrar en el consumo energético, incrementar la producción de energías limpias y desarrollar tecnología e investigación hacia la autosuficiencia.  La estrategia ‘Euskadi 2030’ –aprobada en 2016- fija como objetivo alcanzar un ahorro en el consumo energético del 17% para dentro de una década, incrementar el consumo de energías renovables hasta representar el 21% del total o lograr que una cuarta parte de la energía empleada en el transporte por carretera proceda de fuentes alternativas.

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