Ciudadanos se encuentra inmerso en el abismo electoral, una tendencia que viene incrementándose a pasos agigantados desde la debacle política de las últimas generales de 2019, cuando el partido presidido, entonces, por Albert Rivera, se hundió de forma estrepitosa de los 56 a los diez escaños en la cámara baja. El error principal, apuntaron analistas y politólogos, fue querer competir y remplazar, en última instancia y en un momento de debilidad, al PP como fuerza mayoritaria y referencial dentro del ámbito del centroderecha. Y esa equivocación estratégica sigue desmoronando los rescoldos territoriales del partido frente a unos populares renovados que, tras una larga búsqueda, parecen haber encontrado la clave ideológica.

El paso de socio minoritario y la vicepresidencia a fuerza extraparlamentaria en Andalucía tras los comicios autonómicos de este domingo, a imagen y semejanza de lo ocurrido hace poco más de un año en la Comunidad de Madrid con Ignacio Aguado, ha inducido a las filas naranjas a un proceso de valoración interna sobre el devenir y el rumbo que debe adoptar la marca de cara a la gran cita electoral previa a las próximas elecciones nacionales: la convocatoria municipal y autonómica de mayo de 2023. Ese escenario -que no incorpora a Cataluña, Galicia, Castilla y León o País Vasco por sus respectivos anticipos-, será el mejor termómetro para medir la fortaleza con la que aproximadamente llegarán para competir contra Pedro Sánchez, Alberto Núñez Feijóo o Santiago Abascal.

Durante la precampaña de Andalucía, fuentes de Ciudadanos afirmaban a El Independiente que perder veinte escaños no sería un desastre para el proyecto, porque, al igual que otros partidos hermanados del entorno europeo, volverían a contar en "algún momento" con escenarios más posibilistas a diferencia del actual, "extremadamente polarizado". Sin embargo, la debacle andaluza ha movilizado notablemente la maquinaria interna de la militancia y la Ejecutiva en la sede nacional de Ventas. Allí, consideran prioritario paliar la situación cuanto antes para intentar revertirla, porque, de esperar a que se den esas condiciones, podría ser ya demasiado tarde.

Según ha podido conocer este medio, los liberales tienen previsto abordar en un encuentro de la dirección nacional -aún no hay constancia de la fecha- los elementos necesarios para avanzar hacia una "refundación" estructural, una idea que ya se valoró tras la pérdida del cogobierno en Castilla y León. Eso sí, desconocen mediante qué mecanismo: si a través de unas nuevas siglas, dejando de lado las actuales y siguiendo el destino que experimentó UPyD; o mediante una plataforma, a imitación de Yolanda Díaz, que permita sumar a un espacio copado ya por los populares en su mayoría. Todo bajo un contexto de certificada restructuración política y social que rompe los esquemas marcados con la caída del bipartidismo: un giro conservador y, de nuevo, hacia propuestas moderadas que den estabilidad. Y es que, como afirman dentro del PP, el brazo derecho de esa dualidad, "la gente ya se ha cansado de experimentos políticos y quiere regresar a la estabilidad".

Exaltos cargos de Cs como Ignacio Aguado, ex vicepresidente de la Comunidad de Madrid entre 2019 y 2021, entienden que los resultados regionales "exigen la dimisión inmediata de toda la Ejecutiva, la convocatoria de un congreso extraordinario urgente y la conformación de una gestora hasta su celebración. No hay otro camino, salvo la extinción". Y, frente a la propuesta renovadora que empieza a gestarse en Ventas, otras voces de la etapa de Rivera creen que esa meta no llegará a buen puerto porque "es imposible". En palabras a El Independiente, esas fuentes apuntan a tres factores concretos que imposibilitan ese cambio: la incógnita con Sánchez, el liberalismo 'hueco' y el PP de Feijóo en estado pleno.

La relación indefinida con Sánchez, la ausencia de liberalismo real y el nuevo PP hacen imposible que una refundación funcione

Plantean que el principal problema de Cs es que compite en un área política polarizada entre sanchistas o simpatizantes del mismo, y partidos que reniegan de él. Y dentro de esa escena, "Cs mantiene aún la incógnita de si puede llegar a pactar con el PSOE actual". "La gente penaliza esa ambigüedad" y prefieren votar con seguridad, afirman. A ello, añaden la etiqueta 'liberal' que, dentro de Cs es "concha vacía" en la que se han hospedado. "De la actual dirección no hay nadie que pueda identificarse con el liberalismo, en su caso, con el socialismo", explican ex de Cs, que, dentro de la política, atribuyen este calificativo a dirigentes como la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso, su consejero de Hacienda Javier Fernández-Lasquetty, o la diputada popular Cayetana Álvarez de Toledo.

Precisamente, la existencia de un PP fortalecido, identifican miembros de la anterior etapa, dificulta más que Cs consiga cualquier balón de oxígeno en las próximas contiendas electorales a lo largo del territorio. Los populares de Feijóo tienen algo que los de Casado no tenían, un amplio abanico de opciones en las que todo el centroderecha puede sentirse cómodo: centristas como Juanma Moreno o Feijóo, o liberales como Ayuso o Esperanza Aguirre, determinan.

Cs, un bunker en aras de la "renovación profunda"

Los principales dirigentes parlamentarios a todas las escalas y de la Ejecutiva nacional se remiten a las palabras de la presidenta Arrimadas a principios de semana sobre la "renovación profunda" a la que aspira el círculo naranja de cara al próximo año. "Todo lo que teníamos que decir lo ha expresado Inés", afirman en pro de conformar un espacio totalmente bunkerizado hasta que se debata internamente el futuro de la marca. Un posicionamiento que puede enmarcarse entre una intencionalidad de atarlo todo antes de mostrarlo a la opinión pública y al electorado, o una situación de auténtico desconcierto.

Lo que ha dado a conocer el partido es que se revisará y actualizará el programa electoral para convencer a nuevos votantes, y que, además, priorizará la atracción de talento externo o del que ya hay dentro de la formación. Una propuesta, ésta última, a las que las fuentes consultadas ven poca lógica, dado que desde el relevo en la dirección, "se ha depurado todo el talento".

Un liderazgo cuestionado

El objetivo de Arrimadas sería el de emprender todos estos cambios apoyada en la dirección y en asesoramiento externo. Y, una vez logrado, someter su candidatura a liderar el timón hacia los próximos comicios nacionales. Con todo, la sucesora de Rivera tiene difícil convencer a los suyos de que es la más capacitada para, después de tres años sin conseguir un cambio palpable en términos de resultados, seguir siendo la cabeza de las siglas. "De cara a una renovación, al menos lo más lógico es que de un paso atrás y deje paso", consideran desde el ámbito del partido.

Quien mejor posicionada está para ese relevo es la vicealcaldesa del Ayuntamiento de Madrid, Begoña Villacís, a quien se ha llegado a situar dentro del PP a medio plazo para repetir con el alcalde José Luis Martínez-Almeida y aglutinar el voto naranja en una lista única. Ello ha sido descartado por la edil de Cs, que mantiene, dice, su compromiso con la marca. De momento, Villacís sigue centrada en la política municipal.