Este martes se cumplen cinco años del Pleno del Parlament del 6 y 7 de septiembre en el que el independentismo aprobó las leyes de desconexión que configuraban el teórico paraguas legal para la celebración del referéndum de independencia. El pleno en el que los partidos no independentistas, Cs, PSC, y PP, actuaron de forma coordinada para intentar frenar el atropello, mientras los comunes se partían por la mitad.

Esta semana Sociedad Civil Catalana recordará con sus protagonistas el "pleno de la vergüenza" que los independentistas se han esforzado en esconder bajo la alfombra del otoño de 2017, conscientes de los abusos cometidos entonces. También Cs, que ese otoño tocó el cielo en Cataluña y puso las bases de su asalto a la política nacional.

El bloque constitucionalista que después encabezaría las masivas manifestaciones del 8 y el 27 de octubre de ese año se desmembró tras las elecciones autonómicas de ese año. La histórica victoria de Cs derivó en un divorcio nunca superado, especialmente entre PP y Cs en Cataluña.

Durante ese pleno, sin embargo, el independentismo solo consiguió aprobar la Ley del Referéndum  y la de Transitoriedad Jurídica -las leyes de ruptura que avalaban la convocatoria del 1-O- tras once horas de árida batalla parlamentaria.

Hasta siete se reunió la Mesa presidida entonces por Carme Forcadell a petición de la oposición, que confiaba en una intervención del Diario Oficial de la Generalitat por parte del Gobierno para impedir la publicación de las leyes de ruptura. Finalmente se aprobó con medio hemiciclo vacío y los bancos del PP cubiertos por banderas españolas y catalanas.

La caída de Cs

Cinco años después, el principal beneficiario electoral de aquel bloque, Cs, se debate en una crisis de muy incierto resultado. Los naranjas, que superaron en diciembre de 2017 el millón de votos para convertirse en primera fuerza en el Parlament no han dejado de caer desde entonces.

El partido que lidera en Cataluña Carlos Carrizosa cuenta ahora con un exiguo grupo de 5 diputados y el único consuelo de haber superado al PP en las últimas autonómicas, cuando Vox los ganó a ambos.

En el horizonte unas elecciones municipales críticas para garantizar su supervivencia en Cataluña, con la amenaza de PP, Vox y Valents, el nuevo partido que aspira a comerse su espacio. En el presente inmediato, un partido que se desangra a marchas forzadas, sumido en una refundación en la que pocos creen bajo el liderazgo de Inés Arrimadas.

El PSC rompe los bloques

El liderazgo electoral del constitucionalismo lo robó en febrero de 2021 el PSC de Salvador Illa con una propuesta de diálogo con el independentismo que ha dado la puntilla al bloque constitucionalista. Illa reeditó la victoria de Cs gracias a la competición por el espacio independentista entre ERC, JxCat y la CUP, aunque con tres escaños menos que Arrimadas.

Sin embargo, su actitud conciliadora con ERC, aliado del Gobierno de Pedro Sánchez en el Congreso, desespera a no pocos constitucionalistas. Especialmente en la cuestión de la lengua, después de que el PSC pactara la reforma legal con el Govern que a la postre ha resultado en la exclusión del 25% de castellano que había fallado el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.

De hecho, el PSC se ha convertido en blanco de los ataques de naranjas y populares casi tanto como el Govern de Pere Aragonès en los últimos meses. Pero lo cierto es que las encuestas dan la razón, de momento a la estrategia de Illa, que se mantiene como favorito en todos los sondeos de proyección de voto en Cataluña.

El PP no sale de su eterna crisis

El PP catalán, por su parte, no se ha recuperado todavía del papel jugado por el Gobierno Rajoy en la celebración del referéndum. El mérito de la aplicación del 155 es compartido con Pedro Sánchez, que este fin de semana -dentro de su giro estratégico- ha vuelto a recordar su apoyo al Gobierno en esa ocasión. Mientras a Rajoy se atribuye la incapacidad para desactivar el referéndum y el choque con las fuerzas de seguridad en que se convirtió el 1-O, la imagen que el independentismo buscaba para deslegitimar al Estado.

Ni el relevo de Xavier García Albiol por Alejandro Fernández, a la sombra del congreso que encumbró a Pablo Casado, ni la caída de Cs han servido a los populares para recuperar terreno en Cataluña. Lo perdido por los naranjas se lo han repartido entre socialistas y Vox.

La alianza con Ciudadanos que tantos frutos le ha dado al PP en el resto de España nunca se ha visto correspondida en Cataluña, donde los de Arrimadas se negaron en su día a facilitar un diputado al PP para que no tuviera que compartir grupo mixto con la CUP. Mientras en otras comunidades sumaban apoyos para conseguir gobiernos, la batalla en Cataluña era cainita, azuzada por la ventaja de los naranjas y la imposibilidad de imponerse a la mayoría independentista.