Fueron los primeros y, aparentemente, los más baratos. Los seis síes de EH Bildu que respaldarán al candidato Pedro Sánchez en la votación del próximo jueves sólo han requerido una fotografía. No hay ningún acuerdo o pacto conocido. La imagen, pese a no ser un ‘precio’ menor para el PSOE, parece ya amortizada. Se captó el 13 de octubre pasado y en ella se ve al presidente del Gobierno en funciones estrechando la mano de la portavoz de la coalición de la izquierda abertzale, Mertxe Aizpurua, siempre bajo la atenta mirada de Santos Cerdán. A día de hoy es el único rédito conocido que han obtenido los de Arnaldo Otegi. Pero, ¿por qué Bildu es el único que apoya a Sánchez sin firmar ningún acuerdo?

Son varias las razones que explicarían este movimiento estratégico de la coalición. Un ‘gratis et amore’ de respaldo a Sánchez del que muchos desconfían pero que la coalición insiste en que es real, que no esconde acuerdos ocultos de ningún tipo: “La izquierda abertzale hace lo que dice y dice lo que hace”, reiteran a menudo.  

Fuentes de Bildu aseguran a ‘El Independiente’ que esta vez se ha optado por una estrategia diferente a la del resto de formaciones: negociar ley a ley, medida a medida a lo largo de la legislatura y no pactar acuerdos con antelación a la investidura. Es un paso más en el plan de normalización, de ‘blanqueamiento’ de Bildu, de alejarse de situaciones de tensión y pulsos, que inició en 2019 y que le está permitiendo integrarse cada vez con mayor normalidad y menor rechazo social en el arco político nacional.

No cabe duda de que a lo largo de la legislatura Bildu tendrá sus opciones para presionar –como la tendrán el resto de aliados del futuro Gobierno- en una mayoría parlamentaria que pende de cada uno de los votos.

Otegi lo reiteró hace poco; la izquierda abertzale juega con “paciencia estratégica” y a largo plazo. El suyo es un pasado demasiado pesado y oscuro y requerirá tiempo, discreción y normalidad para ir diluyéndose de modo discreto, poco a poco. Es ahí donde entra en juego el plan de huir del juego “a corto plazo” que practican el resto de formaciones podría condicionarlo y apostar por un plan a futuro. Recuerdan además estas fuentes que rubricar un documento de compromisos, un pacto de legislatura o de investidura entre Bildu y el PSOE, podría “criminalizar” aún hoy a ambas partes.  

Acuerdos de legislatura, "ley a ley"

A todas estas razones se suma que una buena parte de sus reclamaciones en una cuestión esencial como la territorial y la identitaria es compartida con otras formaciones nacionalistas que sí han negociado por su cuenta. Por tanto, el debate territorial y de identidad nacional “ya está aquí”, ha insistido Otegi. Será uno de sus “ejes” de legislatura, no por apuesta explícita de Bildu sino por los firmado por Junts, ERC o el PNV.

Y en lo social tampoco se ha considerado necesario. El viraje social de la coalición abertzale ha sido acentuado en los últimos años y confían en que pueda estar presente en la legislatura que esta semana arrancará con la investidura de Sánchez. Hay leyes pendientes de la legislatura pasada que se deberán retomar, recuerdan, como la ‘ley mordaza’ o las relacionadas con la mejora de las pensiones, y ahí Bildu sabe que tendrá capacidad de influencia y maniobra.

Otro de los motivos que estaría detrás de la decisión de no firmar ningún acuerdo público con el PSOE es haber priorizado el freno a cualquier posibilidad de un gobierno del PP y Vox por encima de cualquier otra aspiración. “Si de nosotros depende no habrá gobierno de la derecha y la ultraderecha”, se cansó de repetir Otegi en campaña y después de ella. “Ahora somos rehenes de cumplir la palabra dada, prisioneros de nuestras promesas”, señalan en Bildu. Estas fuentes apuntan a que no se puede adquirir un compromiso previo con los votantes para luego someterlo a una negociación. La prioridad siempre ha sido, insisten, “generar un marco idóneo para negociar”.

El problema de credibilidad que sobrevuela tanto al PSOE como a EH Bildu en amplios ámbitos políticos tampoco despejaba el camino para firmar un acuerdo. En Bildu subrayan que presentarse con un pacto firmado por Sánchez y Aizpurua hubiese sido visto con recelo por amplios sectores de la política española que afirmarían que ambas partes esconden “otros pactos ocultos, secretos”.

"Paciencia estratégica"

Este sábado EH Bildu escenificará en las calles cuál es su punto de partida para esta legislatura. Una declaración de intenciones que, pese a no estar plasmada en un documento de compromisos con el PSOE, marcará la ruta de la coalición. Las calles de Bilbao reunirán a decenas de miles de personas para reclamar el ‘reconocimiento nacional de Euskal Herria’. Aspiración tras la cual también se incluyen la singularidad de un modelo social, económico y cultural propio en el que aspira a dar pasos adelante este mandato.

Otegi lleva años aplicando la receta de la moderación escénica y estética de EH Bildu. Ha sido la clave en su proceso de mutación iniciada tras su salida de prisión en la primavera de 2016. Le ha dado buenos resultados en las urnas, es la estrategia que le ha permitido no sólo crecer en votos en Euskadi sino engordar su representación en la Cámara Baja por encima del PNV. Lo ha hecho además mientras arrancaba al Gobierno de Sánchez resultados tangibles para el colectivo de presos, como el acercamiento a prisiones vascas y navarras o, a través del PNV, la cesión de la competencia de prisiones a Euskadi en octubre de 2021.

En ese proceso, y a menos de seis meses de unas nuevas elecciones en Euskadi, la izquierda abertzale ha visto ratificada su “paciencia estratégica” que en este punto de negociación con el candidato Sánchez ha escrito otro paso relevante. Bildu estrecha ya la mano del presidente de España sin que el PSOE escenifique rechazo o vergüenza por ello como hizo cuatro años atrás. Por el momento, no es tiempo de ir más allá sino de esperar paciente la hora de volver a apretar la cuerda de las exigencias. El largo plazo de la izquierda abertzale continúa consolidando los hilvanes de su nuevo traje de interlocutor normalizado de la política española y de agente determinante de conformación de mayorías en la España ‘plurinacional’. Es su modo de seguir relegando y enterrando ante la gran parte de la sociedad el peso cruel de su pasado.