Si hay una opinión extendida entre las filas de Vox, es que el partido no se entiende sin Santiago Abascal, sin "Santi". El político vasco, de Amurrio, ha pulido las siglas a placer durante una década, inundándolo todo de hiperpersonalismo, y con el asesoramiento de confidentes como el periodista Kiko Méndez-Monasterio y Enrique Cabanas, a quien conoce desde su etapa como presidente de DENAES. Este sábado, en el Hotel Marriot Auditorium, la Asamblea General Extraordinaria que organiza la formación reelige a Abascal como presidente hasta 2028, lo que le conllevará asumir su quinto mandato consecutivo. Se reafirma así como el dirigente político en activo más longevo de España con 9 años, 4 meses, y 7 días a sus espaldas. Solo el secretario general socialista y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, le sigue con 6 años, 7 meses, y 9 días.
Duro en las formas, en el discurso parlamentario, hasta el punto de intimidar ocasionalmente pero sin extralimitarse, Abascal muestra cercanía en las distancias cortas y una actitud amable. Así lo describen entre su entorno. Precisamente esa puesta en escena se ha ido moldeando con el paso del tiempo, tras una década de actividad de Vox en la que nueve de esos años han sido bajo su gestión. También el ideario del partido, que ha evolucionado desde unos postulados similares en lo económico al PP como escisión, pero de derecha dura en lo que respecta a cuestiones ideológicas como el aborto; a una propuesta ultraconservadora y populista. A imagen y semejanza de sus homólogos europeos de Ley y Justicia en Polonia, Fidesz en Hungría y Hermanos de Italia. De hecho, con esa evolución, han ido quedando atrás todos los fundadores, desde Alejo Vidal-Quadras, aún recordado, hasta Ignacio Camuñas, José Luis González Quirós e Iván Espinosa de los Monteros. Solo Abascal y Juan Antonio Ortega Lara siguen presentes.
A esta Asamblea Abascal ha llegado sin competencia y sin necesidad de que se haga un voto que sería simbólico. Los críticos argumentan que el partido no quiere evidenciar un nivel de apoyo bajo entre las bases frente a este reforzamiento, aunque fuentes nacionales explican que carece de sentido proseguir con los trámites cuando la reelección está asegurada. Por eso, también se ha suprimido la campaña electoral, entre otros plazos anunciados días después de la convocatoria.
La urgencia de la misma, igualmente, ha causado rechazo entre esos sectores díscolos que denuncian, vía manifiesto, un atrincheramiento de la cúpula, la falta de democracia interna y de reparto de poder. Porque entienden que con este movimiento, el presidente busca evitar que se cimente una candidatura alternativa clara y que se vea beneficiada por malos resultados en las elecciones gallegas de febrero, vascas -probablemente en abril- y europeas en junio. Consultado por ello, desde Bambú explican que la urgencia de la Asamblea responde a ese periodo electoral: "Estaba programada para finales de marzo, pero no puede convocarse con un margen menor de dos meses respecto a una convocatoria electoral. Nos iríamos a septiembre, y eso ya es tarde".
Abascal solo ha tenido dos competidores en primarias por la presidencia de Vox: en 2016 y en 2020. Fueron rivales con apoyo mínimo"
Las Asambleas celebradas hasta el momento por el partido han sido la de 2014, 2016, 2018, 2020 y la de hoy. En la primera, Abascal, entonces secretario general, sustituyó a Vidal-Quadras consiguiendo una aplastante victoria por más de mil votos -la militancia era más limitada que ahora, con más de 66.000 afiliados, algo más de 35.000 al corriente de pago- frente a su rival, Ludovico López Cadé, que logró solo 99. Su victoria aupó a Espinosa de los Monteros como secretario general y a Víctor Sánchez del Real como vicesecretario de Comunicación. Dos almas de esa corriente liberal ya sin hueco en la primera línea del partido. De hecho, el nuevo Comité Ejecutivo Nacional de Vox no contará con el último representante de ese sector, Víctor González.
El siguiente cónclave, en 2016, respaldó su liderazgo con un 98% de los apoyos, pero ya sin Espinosa de los Monteros ni Sánchez del Real, que sí irían al Congreso tres años más tarde con Abascal. Se dio hueco a Javier Ortega Smith como segundo para ese mandato. Dos años más tarde, en 2018, el líder de Vox tampoco tuvo rivales y se mantuvo la dupla. Ello se replicó en 2020, a las puertas de la crisis sanitaria del coronavirus y en el Palacio de Vistalegre, un 8-M, incorporando de vicepresidente, entre otros, a Jorge Buxadé. Para esa asamblea, sí hubo otro afiliado que decidió concurrir: el canario Carmelo González. Pero no consiguió los casi 5.000 avales requeridos.
Para este cónclave han sido necesarios 3.262, un 10% de esa militancia activa y con más de nueve meses de afiliación. Solo Abascal ha alcanzado esa cifra, aunque no ha trascendido ningún dato del Comité Electoral (CEL) que sea oficial. De hecho, un día antes de que procediese proclamar las candidaturas -algo que no se hizo- las cuentas de Vox en redes sociales ya anunciaban que Abascal sería reelegido.
Del PP a imitar a Donald Trump
La trayectoria de Abascal ligada al PP se limita su representación como diputado del Parlamento Vasco -en un contexto de amenazas de la banda terrorista ETA tanto a él y su familia: su padre era concejal de Amurrio y posteriormente diputado nacional- y a la presidencia de la Agencia de Protección de Datos de la Comunidad de Madrid, bajo el segundo mandato de Esperanza Aguirre. Por su cuenta, fundó la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), para el fomento de la hispanidad, que lideró de 2006 a 2014, cuando eclosionó Vox. Lo hizo por medio de la plataforma Reconversión, promovida por afiliados populares que lamentaban la deriva de Mariano Rajoy en su primer Gobierno, más centrado en la gestión económica que en lo ideológico, tras recursos al Tribunal Constitucional como el contrario a la ley del aborto. Ahí estaban Vidal-Quadras u Ortega Lara, funcionario de prisiones secuestrado casi dos años por ETA.
La conexión de Bajardí con Steve Bannon fue crucial para el salto de Vox a la corriente populista"
Con esa defensa de valores que, para ellos, el PP había dejado de lado, se presentó en sociedad en diciembre de 2013. Pero bajo el liderazgo de Abascal, un año después, fue mutando de estilo poco a poco. Lo incentivó la incapacidad de prosperar electoralmente en las europeas de 2014 y en las generales de 2015, con un PP todavía sólido pese a la ruptura del bipartidismo. También fue clave para abogar por una alternativa ideológica la presencia de Ciudadanos y Podemos, que coparon toda la atención. El marco de oportunidad lo brindó la ola populista y reaccionaria generada por el Brexit en Reino Unido o la carrera electoral de Donald Trump en Estados Unidos. De hecho, en 2016, de cara a la primera repetición electoral en democracia, Vox copió el lema trumpista y lo amoldó a 'Hacer España grande otra vez'.
Los vínculos con el asesor de Trump, Steve Bannon, que se acercó a Europa para movilizar y coordinar a las propuestas populistas de derecha, se establecieron gracias a Rafael Bajardí en los años siguientes. Procedente de FAES y próximo de José María Aznar, se incorporó al CEN de Vox en marzo de 2018. Ese fue el verdadero punto de inflexión tras un acercamiento progresivo de Abascal a Marine Le Pen, Geert Wilders o Mateo Salvini en cumbres ultra como la de Coblenza. Sobre todo, para agitar banderas como la contraria al independentismo en un momento delicado tras el procés, el referéndum ilegal y la DUI. Eso le dio entrada en el Parlamento de Andalucía en 2018.
Acercamiento al Este de Europa
Económicamente, Vox presentaba por entonces una propuesta ultraliberal que chocaba con el proteccionismo de Le Pen, por ejemplo. El economista y abogado Rubén Manso, de ese corte y ahora admirador de Javier Milei, fue el encargado de preparar el programa económico de las dos generales de 2019. Ese planteamiento acercaba al partido a grupos como Alternativa para Alemania (AfD). Grupo que tras una caída electoral, ahora las encuestas posicionan segundo, por debajo de la CDU-CSU, para las próximas legislativas. Los lazos con los alemanes nunca han sido sólidos, pese a todo, y en Vox, conforme se hicieron fuerte Buxadé, Ignacio Garriga y el resto de la línea dura, próxima al OPUS y de tradición ultracatólica, el foco empezó a ponerse en el Este de Europa. Uno de los enlaces cruciales para ello ha sido el hijo de Ariza, Gabriel.
El húngaro Viktor Orbán y los ultras Polacos, por su defensa de la identidad húngara frente a las olas migratorias, las tradiciones, la cultura cristiana y el anticomunismo, calaron en los planteamientos de Vox. Sobre todo ante un discurso anti secesionista desgastado. Eso potenció propuestas relacionadas con la identidad, la protección de las fronteras y la seguridad. Banderas que siguen hoy vigentes y promocionará el nuevo CEN. Cabe destacar que en pandemia Vox coqueteó sin éxito con un discurso proteccionista y de corte obrerista similar al de la Agrupación Nacional francesa. Incompatible con sus principios económicos.
Una de las críticas que internamente se hace a la cúpula de Vox -que hoy queda disuelta- y será renovada, es que dependiendo de quién hable en ruedas de prensa o intervenciones públicas, da matices diferentes a temas, por ejemplo, económicos, pero también internos. "No es lo mismo escuchar a Buxadé que a Garriga o a Figaredo", apuntan. El reto que Abascal tiene por delante es definir una propuesta política clara, que no titubé dependiendo de quien coja el micrófono. No obstante, el propio líder no cree que haya familias de pensamiento distinto dentro de Vox. De hecho, cree que quien denuncia eso a través de manifiestos -como el que pide un Congreso Refundacional- anónimos son "dos o tres" personas que buscan "hacer daño". Así lo ha dicho este viernes en una entrevista en COPE.
Añadió que se siente "absolutamente respaldado" en Vox. "Creo que no hay ninguna duda, el día que las haya, habrá gente que diga que el rumbo es el equivocado (...) y se presentará a una Asamblea. Y si tienen el apoyo de los afiliados, podrán optar a la presidencia del partido. Por ahora eso no ha ocurrido y me siento con la responsabilidad de continuar la batalla". Preguntado por el momento vital de Vox, Abascal aludió que homólogos en occidente no dejan de avanzar en comparación de partidos tradicionales de centroderecha o socialdemócratas. "Creo que nosotros estamos con los tiempos, tenemos un gran futuro", dijo Abascal, confiando en que "es cuestión de tiempo" que votantes de otros partidos que "creen lo que defendemos" realmente, apoyen a Vox.
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