"Como saben, llevo mucho tiempo en política. Si hubiese sabido que la política consistía en lo que he vivido en los últimos meses, en los últimos días y en las últimas horas, yo no me hubiese dedicado a la política. Me siento, como la mayoría de los españoles, atónito". El presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, hizo estas valoraciones al término de la convulsa sesión parlamentaria del pasado 10 de enero, donde el Gobierno tuvo que negociar agónicamente la abstención de Junts para sacar dos decretos adelante y ver como un tercero naufragaba por el "no" de Podemos a Yolanda Díaz.

De las palabras de Feijóo podía colegirse mucho hartazgo, acaso hasta cierto grado de arrepentimiento por haber dado el salto desde Galicia a Madrid y entrar en la liga de la política nacional. Pero a pesar de esa impresión, en su entorno aseguran que nunca ha habido arrepentimiento ni mucho menos deseos de tirar la toalla, al contrario, "está más dispuesto que nunca a seguir presentando batalla".

A punto de cumplirse dos años del congreso del PP que lo encumbró como líder de la oposición, sí ha habido ha sido un proceso de "conversión" de quien aterrizó con un mensaje de moderación y ha acabado también lanzando cuchillos dialécticos en un Parlamento cada vez más alterado. Un alto dirigente popular alega "que no hay más remedio que subir el tono ante lo que tenemos enfrente, un presidente del Gobierno sin escrúpulos al que es muy difícil poner en evidencia porque todo le da exactamente igual", en alusión a Pedro Sánchez.

"Adaptación al entorno"

Otro más explica que lo que ha habido ha sido "una adaptación al entorno". En Galicia, Feijóo disfrutaba de una cómoda mayoría absoluta que ha revalidado hasta en cuatro ocasiones "y tuvo el gran mérito de impedir la entrada de Vox y de Ciudadanos al ecosistema político gallego". En definitiva, ni el BNG ni el PSdG amenazaban su hegemonía y carecía de competencia a su derecha. Una balsa de aceite. Madrid, entendida como sede de la política nacional, no tiene nada que ver y menos en un parlamento donde Pedro Sánchez camina sobre la cuerda floja y sobrevive a base de mantener la tensión, como lo demostró al delegar en Óscar Puente la que debiera haber sido su intervención en el debate de investidura de Feijóo. Toda una declaración de intenciones de por dónde iba a ir el tono de esta legislatura. Después, le premió con el Ministerio de Transportes.

Si nos retrotraemos a 2022, el desembarco de Feijóo vino acompañado, por ejemplo, del convencimiento de que se abría una puerta para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). A punto estuvieron a finales de ese año, pero la negociación del Gobierno con los independentistas para derogar el delito de sedición y rebajar la malversación de fondos públicos -negada a pesar de las evidencias- dio al traste con ella. Hay otra versión. Habla de presiones internas y externas para no alcanzar ese acuerdo. Las internas, las del PP de Madrid y su líder, Isabel Díaz Ayuso, representante del sector más rocoso del partido. Las externas, las de determinados grupos mediáticos. Lo cierto es que la renovación sigue pendiente a pesar de la mediación del comisario europeo de Justicia, Didier Reynders.

La controvertida propuesta de disolución de partidos

Además, el hecho de competir con Vox les ha arrastrado alguna vez a terrenos pantanosos de los que acabaron saliendo con cierta prontitud. Ejemplo paradigmático de ello fue la propuesta de disolución de partidos como enmienda a la totalidad a la ley de Amnistía. Se trataba de reformar el Código penal para incorporar el delito de "deslealtad institucional" contra aquellos cargos públicos que "inobserven leyes o incumplan resoluciones judiciales", además de tipificar las declaraciones de independencia y la convocatoria de consultas ilegales. La iniciativa duró poco, ya que desapareció a la hora de presentar las enmiendas parciales, convertidas en peticiones de derogación de la ley casi artículo por artículo.

En Génova defienden que su jefe de filas es el mismo que vino de Galicia, también "el que rescató para la política a Borja Sémper" o ayudó a los socialistas a sacar adelante su proposición de ley de reforma de la ley del "sólo sí es sí", que provocó una cadena de excarcelaciones y rebajas de penas de delincuentes sexuales, el gran escándalo de la legislatura pasada, y sobre la que los socios del gobierno de coalición entraron en colisión. Pero también el que tiene que dar réplica a la ley de Amnistía "tras las mentiras reiteradas del jefe del Ejecutivo de que nunca la concedería por ser inconstitucional" o "denunciar las reuniones en Suiza" en las que se pactó una mesa de diálogo con Puigdemont para, una vez superada la ley que le perdonará los delitos del procés, abordar el "reconocimiento nacional" de Cataluña.

Feijóo aterrizó en la política nacional "no para insultar a Pedro Sánchez, sino para ganarlo", dijo

Como el protagonista de la película de John Ford "El hombre tranquilo", que se negaba a pelear, Feijóo no vino a la política nacional "para insultar a Pedro Sánchez". Pero lo cierto es que Sean Thornton no se ganó el respeto de los pobladores de la pequeña localidad irlandesa de Inisfree y de su amada hasta que bajó al barro. Feijóo ha llegado a hablar de "tics patológicos" del inquilino de la Moncloa. "Es una descripción del presidente del Gobierno, no un insulto", replican en Génova rechazando mimetismos con Vox, argumento recurrente de la bancada socialista.

Si ya el escenario político nacional ya era bastante convulso estalla el 'caso Koldo', con epicentro en el Ministerio de Transportes y ramificaciones en Interior y en los gobiernos autonómicos de Baleares y Canarias. Pero no sólo, porque las relaciones de la esposa de Sánchez, Begoña Gómez, con algunos de los nombres de esta trama han extendido las sospechas mucho más allá de la compra de mascarillas en lo peor de la pandemia del Covid.

Y como muchos terremotos tienen réplicas, ésta ha tocado a la pareja sentimental de Díaz Ayuso, cuyo abogado reconoció el pasado 2 de febrero dos delitos fiscales para proceder a su regularización abonando la multa que estimara la Agencia Tributaria. En este escenario, con comisiones de investigación en Congreso y Senado que tirarse a la cabeza y unas sesiones de control cada vez más crispadas, "es difícil mantener un discurso sin entrar en el cuerpo a cuerpo", aducen en el PP en defensa de su jefe de filas.